Viernes.
Cuando ya tenía planeado irme a dormir tocaron la puerta. Mis padres estaban en New York junto con mi hermana menor, yo por mi parte me quede aquí en Miami para continuar con mi carrera, así que lo más probable es que no fueran ellos.
Y me lleve una gran sorpresa al abrir la puerta.—Buenas noches. —El rubio traía consigo una margarita, que en cuanto me saludo me la entrego con una sonrisa.
—¿Que haces aquí? —Me negué a tomar esa margarita. —Te deje muy claro que no te quería volver a ver.
—Vine a arreglar las cosas. —Me decía dulcemente.
Pero yo no era tan tonta como para creérmelo.
—Te lo advertiré una vez mas. —Lo mire con seriedad y desprecio. —Si vuelves a pisar este departamento otra vez no dudaré en denunciarte.
Y le cerré la puerta en la cara.