Capítulo 32: "Mirian"

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— ¿Buenas tardes?

Me inclino sobre el mostrador color blanco y nadie atiende a mi llamado. Es sábado y hoy he decidido ir por un helado a Smöoy. Es de esas tardes frías en las que a la mayoría de personas le provoca solo una taza de café o chocolate caliente, pero como tengo esos instintos de rebeldía y una pequeña nostalgia por lo ocurrido, no he visto mejor forma de pasar el rato que deleitarme con un helado de yogurt. Como aquellos tiempos, como aquellos lunes.

— ¿Buenas tardes? —vuelvo a repetir.

A la tercera llamada, un rostro conocido sale de almacén vestido con el peculiar uniforme de Smöoy y una gorra color rosa en la cabeza. No puedo evitar reírme al verlo.

—Buenas tardes y bienvenida a Smöoy, ¿cuál es su pedido? —me dice nada y nada menos que Caleb Thompson, un gran amigo de Landon Cooper y el tonto que puso el reflector sobre mí cuando tropecé en las escaleras.

Si fuera su amiga, me encantaría comentarle por lo lindo que se con ese traje de rayas blancas y rosadas, no obstante Caleb es del tipo de chicos cabrones con los cuales no puedes tener ciertos grados de confianza, porque entonces ¡zas! Podría tocarme una nalga o qué se yo.

— Quiero un small de yogurt natural, por favor —digo, señalando el letrero que está detrás de él.

El rostro de Caleb no denota amabilidad, a kilómetros se puede notar que está siendo obligado a atenderme de forma cortés. Cuando termina de llenar hasta el tope mi vaso de yogurt, se detiene tras la nevera de toppings y me observa con un gesto desidioso, completamente aburrido de verme en este lugar.

— ¿Qué toppings desea en su yogurt? —me pregunta, seguido de esto emite un gran bostezo.

Harta de no decir lo que siento, empiezo a destilar un poco de veneno a mis alrededores. Veo en Caleb el punto que necesito para hacerle entender a la gente que no debe actuar como idiota con los demás, cuando claramente uno no es consciente de sus problemas, ni traumas pasados.

— ¿Sabes qué es lo que quiero, querido Caleb? Que renuncies, eso quiero.

— ¿Disculpa?

— Como lo oyes, búscate otro trabajo.

Él ríe con un tono en el que yo capto la siguiente frase: " Sí, claro. Te haré caso, estúpida".

Mira hacia un costado y luego introduce sus manos en los bolsillos de su delantal.

—Ya, claro y se supone que debo hacerte caso —su mirada se clava en mí y esta vez parece estar molesto—. ¿Podrías terminar de hacer tu pedido y dejar de decir tonterías —me observa de pies a cabeza— ..., gordita?

¿Gordita?

Sí y qué, baboso.

— ¿Crees que me ofende el que me llames gordita? ja-ja —lo señalo con un dedo.

— No te he dicho nada del cual puedas ofenderte, deberías saber que eres gorda y también deberías estar contenta con eso.

— Lo hago —respondo firme.

— ¿Entonces por qué te ofendes? y peor aún ¿Por qué tratas de cambiar mi forma de tratarte diciéndome que debería conseguirme un trabajo? Debes aprender a aceptar el mundo como es, es una mierda y tú, gordita —me señala— ... deberías aprender a vivir en él.

— ¡Solo trataba de darte un consejo! — grito.

Él vuelve a reír y luego niega con la cabeza.

— Muchos lo han intentado, pero nadie comprende, ahora... ¡has tu pedido de una jodida vez!

Completamente decepcionada por mi intento de aportar un granito de arena, me cruzo de brazos. He perdido la fe en la humanidad señores, y este chico es el culpable de que jamás vuelva a tener un acto de empatía con una persona amargada.

WHEN SHE WAS HIS FRIEND.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora