Capítulo 37: "Cosas que no pasan en mis libros"

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¡Rizo!

Eso es lo primero que exclamo al ver la imagen delante de mí. En cuanto lo hago, la pequeña bola de pelos salta de los brazos de su salvador y corre hacia mi encuentro. Veo su pequeña lengua rozada agitarse de lado a lado en el trayecto. Solo me queda arrodillarme con una ancha y verdadera sonrisa para abrazarlo.

— ¡¿Dónde has estado, pequeño Rufian?!

Rizo lame mis manos y luego empieza a correr a mi alrededor. Trato de atraparlo, pero lo único que el pequeño hace es moverse como un loco y agitar la cola. Permanezco de cuclillas por unos minutos, admirando la felicidad de haberlo encontrado. Cuando siento mis piernas empiezan a adormecerse, me coloco de pie. Es entonces que mi vista queda puesta en los ojos de Marlon. Él tiene una sonrisa amable y un gesto que no he visto hace mucho tiempo en su rostro.

Antes de que pueda decir una palabra, él me interrumpe.

— Lo encontré en casa de Norma.

Tengo dos emociones completamente mezcladas ahora mismo. Una, me agrada el hecho de que él se haya interesado en traer a Rizo. Dos, odio que a pesar de todo siga viendo a Norma.

Asiento y luego me dispongo a atrapar a rizo para sostenerlo entre mis brazos. No tengo éxito y es Marlon quien logra controlarlo un poco. En sus brazos el pequeño rufián se queda tan quieto como una tortuga.

Aclaro la garganta por el incómodo momento. Estoy tan llena de dudas que tengo muchas ganas de hablar con él; una de ellas, es cómo supo que lo había perdido; y la otra, quién le dijo que Rizo era mi mascota. No obstante, tengo tanta vergüenza por lo que pasó y dije aquel día que esas ganas son cambiadas por la necesidad de desaparecer de su verdosa mirada, ahora mismo.

— ¿No vas a preguntarme nada? —sus ojos me buscan, como tratando de encontrarse con mi mirada y descubrir algo en ella, pero yo no quiero que eso ocurra. Me siento expuesta frente a él. Como si estuviera completamente desnuda. Como si ahora mismo solo usara brasier y bragas. Como si no hubiera nada ya que puediera ocultar lo que siento por él.

El calor de mis mejillas avanza a medida que el tiempo también lo hace. Solo atino a mirar hacia cualquier otro punto de la calle y morder mis labios. Quisiera que Marlon me entregue a Rizo y así pueda ir a casa. Quisiera que Rizo deje de lamer su rostro ahora mismo. Quisiera que Joseph apareciera.

— Bueno... en vista de que ya han pasado diez minutos, y no has dicho nada...

Un sonido quejumbroso escapa de mis labios ocasionando que él se detenga.

— Uhmm.

— Disculpa, no te oigo.

Mi vista cae en el asfalto y mi lengua se traba. No puedo si quiera formular una pregunta o articular un simple gracias. No es muy fácil hablar con alguien después de haber sido rechazada.

— ¿Qué pasa, Mirian? ¿Acaso no sabes agradecer un favor?

No me siento con muchas ganas de discutir con él. Es como si toda la autoridad que tenía antes para molestarlo, se ha ido tras mi confesión y mis tontas palabras de amor.

— ¿Mirian?

Cállate ya, pedazo de imbécil.

Rizo empieza a removerse de sus brazos. Tanto que por un segundo creo que va a caer directo en el asfalto de la Universidad. Pero Marlon logra tranquilizarlo. Es entonces que se acerca unos pasos hacia mí, lo que hace que mis manos se vuelvan puños a mis costados. Me mantengo firme cuando él extiende los brazos para entregármelo.

— ¿Lo quieres? —pregunta con una sonrisa de lado.

¿Qué es esto? ¿Una broma?

— Sí —extiendo una mano.

WHEN SHE WAS HIS FRIEND.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora