— Eres linda, Michi. Eres más hermosa que cualquier rubia oxigenada.
— ¿De verdad, mi amor?
—Oh, sí. Bella, sexy y adorable Michi.
—Gracias, cariño —respondo frente al espejo.
Emito una gran carcajada. Observo mi reflejo y me doy cuenta que mi atuendo de hoy no luce nada coqueto, ni mucho menos sensual. Por un momento, recuerdo la blusa transparente y el jean apretado que llevaba la rubia de anoche, y me pregunto por qué rayos no puedo sentirme cómoda con ropa así de sexy. Mi estilo no apesta, pero se le compara en lo absoluto a la ropa de esa mujer. Reviso mi clóset, todo está lleno de pantalones deportivos, uno que otro vaquero azul y camisetas semi ajustadas. Bufo al darme cuenta de que necesito ropa con urgencia, es más...
¡Necesito dinero para comprar esa ropa!
Mi peinado tampoco es una obra de arte, creo que es más una ruina cultural. Tengo el cabello bastante esponjoso por ser ondulado y nunca puedo tenerlo en su lugar. Siempre está algo revoltoso y mal peinado. Soy de las que hubiera preferido tenerlo rizado o liso, pero no intermedio.
Solo me quedan veinte minutos para llegar a la universidad. Estoy ansiosa por llegar, quiero contarle todo lo ocurrido a Annie. No sé por qué necesito hacerlo porque sus consejos me recuerdan a los de mi abuela, pero Annie es Annie y ella siempre tiene algo sabio que decir.
Cuando estoy "lista" o, mejor dicho, cuando ya no hay más nada que hacer con mi "look", cierro la puerta de mi habitación y me dirijo a la cocina. Mamá está cerca a la estufa y mis tres hermanitas se encuentran alrededor de la mesa. Cecilia, se atraganta de cereal mientras en una mano sostiene su patineta; Betsy, lleva dos moños rosas en cada lado se su cabeza y come su avena como toda una señorita; Amanda, juega con su cereal y acaba de derramar el yogurt sobre la mesa. Ellas tienen catorce, nueve y un año respectivamente.
— Buenos días, familia.
— Buenos días, pericota—mamá deja un vaso de leche en mi sitio. Noto que trae puesta ropa formal. Al parecer, tiene una entrevista de trabajo.
— ¿Necesitas que lleve a alguien a la escuela? —pregunto.
En ese preciso instante Ceci se levanta de la silla y grita:
— ¡Listo! ¡Terminé!
Mamá coloca una mano sobre su cadera.
—Un momento, señorita. No has terminado tus huevos revueltos.
— Uhmm, no. Debo llegar temprano a clases, además... los huevos me producen gases y/o diarrea.
— ¡Jesús! Tengo una hermana muy vulgar, esas cosas no se dicen en la mesa —se queja Betsy.
— ¡Vu-gar! —repite Amanda.
—Y yo tengo una hermana muy ñoña —responde.
— ¡Ño-ña! —vuelve a repetir Amanda.
— ¡Mamá! ¡Ceci y Amanda se están comportando raras otra vez! —grita Betsy.
Y bueno, esto es lo que ocurre todos los días.
—No te preocupes, Michi —mamá se dirige a mí—. Lo haré yo, tú debes ir a la universidad.
— ¿Necesitas que recoja algo después de clases?
— No, hija — ella sonríe amable y me mira un poco confundida ante mi insistencia.
Asiento y me encojo en mi asiento, desmotivada. Es la segunda vez que intento ayudarla y ella, al igual que en la primera, me ha respondido que no. Supongo que mi madre, a pesar de mis veinte años, aún no me considera una persona responsable.
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WHEN SHE WAS HIS FRIEND.
Teen Fiction*Lista corta de los Wattys 2018 Él está confundido. Él es un poco idiota. Él está ciego. Él no olvida. Él está desilusionado. Él está enamorado. Él... Él es real. ¿Y yo? Yo siempre seré su amiga.