34.

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La mañana me había recibido con una fría lluvia, estoy cubierta por mi pijama y, a más de eso, una de las camisas de Scott. Salir a despedirlo no pareció buena idea, mucho menos cuando el frío logró colarse bajo mi piel. Sin embargo, me quedo en la puerta principal hasta que observo al moreno subir a su auto y marcharse.

—Señorita, Abbot —La suave voz de Brit me llama y suelto un suspiro por lo bajo. Brit era la mujer encargada de la limpieza de la casa de Scott, él había hecho las presentaciones requeridas demasiado rápido para mi gusto, sin embargo, no podía detenerlo. Tenía que ir a trabajar. Cuando observo a la señora con cabello negro, vistiendo una camisa negra junto a un jean suelto, me obligo a sonreír—. El señor Scott me dijo que usted no tenía hambre, pero siempre pensé que el desayuno es la comida más importante del día, ¿no hay problema si le preparo algo?

—Puede llamarme Dylan —Sonrío siguiéndola a la cocina cuando ella hace una invitación con una simple inclinación de cabeza. Los guardaespaldas seguían ahí y no tenía idea alguna de si durmieron durante la noche.

—Ellos duermen durante el día —Brit responde, pillándome mientras observo a los hombres que están a unos cuantos pasos de nosotras—, dentro de una hora llegarán los reemplazos, así tendrán oportunidad de descansar.

Me siento en la barra de desayuno y luego me rodeo con mis propios brazos. Aún tenía frío.

—Con un café estaré bien —digo, observándola—, no soy de comer demasiado tan temprano.

—Son las siete y media —dice—, nunca es temprano para un desayuno balanceado. Así que puede ir a tomarse una ducha o cambiarse de ropa en lo que termino, según tengo entendido su madre y su tía vendrán, ¿no?

Asiento, recordando lo que Scott me había dicho la noche anterior. Luego de observar a Brit unos cinco minutos más, decido hacer caso a lo que me dijo, por lo que abandono la cocina con dirección a la habitación de Scott.

Una vez que llego, observo la maleta que había traído conmigo la noche que me mude, seguía ahí, en un rincón de la habitación, esperando a que tome mi fuerza de voluntad y la colocara en el lugar que Scott dejó para mí en su armario. Cierro la puerta detrás de mí con llave y me dirijo a mi maleta, sin importarme demasiado, termino sentada en el suelo, justo frente a mi maleta.

Toda mi ropa no estaba ahí, sólo lo esencial y lo que me ayudaría. Sabiendo que no iría a ningún lado, opto por lo más sencillo: Un suéter y un pantalón de franela.

Un suspiro me abandona y nuevamente soy presa del nudo en mi garganta ante el recuerdo del día anterior. La foto, la idea de que Welter esté de vuelta para cobrar venganza...

Limpio mis lágrimas con algo de dureza.

Ya no era la misma Dylan de antes. Había tomado clases de defensa personal para sentirme más segura estando sola. Había crecido, madurado y mis padres me habían enseñado a no darme por vencida. Fui capaz de superar cada uno de mis problemas.

¿Por qué algo como esto fue capaz de derrumbarme con tanta fuerza?

Respiro hondo y decido quedarme un momento en el suelo, recogiendo las pocas fuerzas que tenía, sin embargo, la puerta suena y seguido de eso la voz de mamá llama diciendo—: ¿Dylan?

—Voy —Limpio el residuo de las lágrimas en mis mejillas y respiro profundo antes de abrir la puerta, una vez que lo hago, la mirada preocupada de mamá me observa—, ¿por qué viniste tan temprano?

—No tenía nada que hacer en casa —dice, luego, se hace a un lado y puedo observar la maleta que lleva en su mano—, creo que esto ahora pertenece aquí.

BAD GUYS II: DRIFTING. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora