35.

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La mano de Scott no ha parado de jugar con mi cabello y, muy en el fondo, no quería que parara, sin embargo, lo hago, sentándome correctamente para luego soltar un suspiro. Habían pasado dos horas desde que papá se marchó acompañado de Cole a hacer el reconocimiento de los cuerpos. No tendríamos noticias de ellos hasta que logren llegar a Los Ángeles.

—Iré a ver cómo están —El moreno junto a mí y suelta un suspiro.

—Están dormidas —dice, sujetando mi mano, no dejando que me marche, obligándome a no moverme de mi lugar—. Brit y Meghan están con ellas, si algo ocurre lo sabrás.

Sé que él tenía razón, pero simplemente no podía dejarlas solas. Hazel no estaba pasando por su mejor momento y eso, sumado a la muerte de los abuelos, lo convertía en un momento demasiado trágico para ella. La historia de mamá era otra. Con el paso de los años se fue alejando poco a poco de ellos hasta casi perder contacto con ellos. Al parecer los abuelos no estaban de acuerdo con mi adopción, no después de enterarse todo lo que había ocurrido con mis anteriores familias.

Scott tira con un poco más de fuerza de mi cuerpo, de modo que término acurrucada junto a él, su brazo se envuelve en mi cintura, pegándome un poco más a él.

—¿Estás bien? —Asiento, tomando una lenta respiración cuando el perfume que él usaba llega a mis fosas nasales—. Pensé que estarías entre una de las sedadas que están arriba.

—No tenía una relación muy estrecha con ellos —murmuro, refiriéndome a los padres de mamá. Nunca los llamé abuelos, no sentía la necesidad de eso porque siempre me sentí rechazada. No me sentía parte de la familia que ellos tenían—. Nunca aceptaron que mamá me adoptara.

—¿Por qué?

La pregunta por parte de Scott nos envuelve en un denso silencio. Tenía la oportunidad perfecta para revelar la verdad sobre mí, la misma que podía alejarlo de mi lado.

La misma que podía sacar a Scott de mi vida.

—Antes de conocer a mis padres estuve de familia en familia —musito, en voz baja, observando un punto imaginario en el suelo. Si me movía un solo centímetro, la valentía que aún intentaba reunir desaparecería con rapidez—. Siempre tenía ataques de ansiedad y me descontrolaba, llegué al punto de lastimarme muchas veces y ninguna de las personas a mi alrededor lograba controlarme, hasta que un día encontré a alguien después de clases, vendía droga y por un tiempo pensé que eso me ayudaría a controlar los ataques.

>>Cuando la usaba me sentía nueva, como si no tuviera ni un solo problema y me sentí mejor, así que decidí ir más lejos y llegué a inyectarme heroína. Vendí varias cosas en las casas que estuve para poder mantener mi adicción, hasta que todos se dieron por vencido. Siempre era la misma historia, nueva casa, nueva familia, cosas para vender y drogas.

El silencio por parte de Scott me mantiene tranquila, pero sabía que si giraba a observarlo, podría encontrarme con una mirada que no quería recibir de él. La pena que las enfermeras sentían por mí cada vez que me veían regresar al orfanato era algo que no podía sacarme de la cabeza.

Entre ellas la pena y decepción en la mirada de Carmen, la única mujer que me apoyó en ese lugar sin importarme quién era, o lo que hacía.

—Lo dejaste —Scott suelta, luego de unos cuantos minutos en los que guardo silencio. Las caricias por parte de él en mi cabello no se detienen y, además de eso, siento como apoya su cabeza contra la mía, haciéndome sentir bienvenida—, eso es lo que importa.

Una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro y el recuerdo de las semanas en rehabilitación y los encierros que sufrí por parte de Carmen, me había ayudado a salir poco a poco del agujero que yo misma cavé.

BAD GUYS II: DRIFTING. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora