28.

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Luego de una larga ducha, me dejo caer sobre la enorme cama. Ian se había molestado en pagar una de las habitaciones más caras, sin embargo, obtuvo un cheque como reembolso puesto que no estaba dispuesta a quedarme en una enorme suite. Estaba loco.

Suelto un suspiro.

Había decidido apagar mi teléfono apenas puse un pie dentro del hotel. Quería hablar con Scott, pero también debía darle su espacio. Yo quería mi espacio. El nudo en mi estómago ante la ausencia de la respuesta de Scott hacia mis palabras seguía ahí. No estaba segura de sí disminuiría su tamaño, sin embargo, estaba segura de que tragar se hacía cada vez más difícil.

La sensación de sentirme a la deriva, sin tener nada a lo que aferrarte me aborda nuevamente. El mismo sentimiento que sentí cuando supe que no habían logrado dar con mis padres reales.

Ellos también me habían abandonado.

Descarto con rapidez aquellos pensamientos. Decidí olvidarme de que tenía otros padres desde el momento en que puse un pie dentro de la casa de los Abbot. Me habían dado la oportunidad de ser quien soy ahora, una Dylan mucho mejor de lo que Delanie era.

El sonido de mi teléfono me saca de mis pensamientos y no dudo ni un minuto en responder, esperanzada de que se trate de Scott.

—¿Haló?

—¿Cómo llegaste, cariño? —La voz de papá responde, haciendo que un poco del malestar abandone mi cuerpo—. ¿Cómo está todo allá?

—Genial —digo, sentándome sobre la cama. La bata cubriéndome era muy suave y no tenía necesidad alguna de colocarme un pijama. Aún no olvidaba por completo lo ocurrido con Hazel, sin embargo, le había prometido a mamá dejar el tema de lado hasta que ella sea capaz de hablar conmigo—. Conocí al señor Masen. Es educado y sumamente joven, creo que el trabajo será bastante fácil.

Con la pequeña charla que tuve con él en el auto me enteré que su padre se retiró del negocio familiar cuando él apenas tenía veinte años, hoy, luego de siete años al frente de la empresa que le había sido entregado su padre, era el millonario más cotizado de Nueva York.

—Comprendo —dice, luego hace una pausa y con un suspiro, agrega—: Scott estuvo aquí hace unos minutos.

—¿Qué?

—No puedo decirte lo que él habló conmigo, pero lo que sí puedo decirte es que está loco —Sus palabras suenan cargadas de diversión, sin embargo, la confusión no abandona mi sistema, sin siquiera predecir mis movimientos, me acomodo en mi lugar, observando mi maleta. Dentro de esta había una chaqueta de Scott. Él mismo se las había arreglado para dejarla ahí—, ese chico me recuerda a mí cuando tu madre me rechazaba, y por el infierno que dolía.

>>Sé que dirás que él es alguien que está rodeado de personas sólo por saber conducir un auto de fórmula 1, Dylan, pero, a pesar de eso, sé reconocer cuando un hombre está enamorado de una persona, y el caso de Scott es crónico.

No puedo evitar reír ante las palabras de papá. Siempre hacía que algo malo en una persona termine siendo bueno.

—Tú y él están locos, papá.

—Él está loco por ti y yo por tu madre —dice, soltando una risa—, sólo te llamaba para preguntar como estabas y decirte que no te cierres como sueles hacerlo siempre, cariño.

>>Todos en este mundo merecemos amar y ser amados.

—No me estoy cerrando.

—Lo estás haciendo, Dylan —dice, sé que lucha contra el impulso de regañarme y no puedo evitar soltar una risa por su esfuerzo—, lo haces cada vez que conoces a alguien, tienes miedo de que te deje de lado.

BAD GUYS II: DRIFTING. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora