Capítulo 5.1: Farsas

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Mika tiene buena mano para los peinados. Veo el resultado en el espejo y parezco una princesa rusa. Completamente recogido con hebillas y horquillas, las puntas igualmente sujetas forman ondas cuidadas que dibujan rosas en mi cabellera. Digno de una noche de gala en el mejor restaurante del hotel, el Glashaus.

Me calzo el vestido blanco y largo. Destaca el bronceado de mi piel. Las cremas humectantes resaltan aún más su color cobrizo. Espero por lo menos hacerlo sudar frío.

El maquillaje es suave pero los ojos los maquillo de negro esfumado. Resaltan mis ojos.

Me preparo para matar o morir. También mentalmente tengo que prepararme para una batalla cuerpo a cuerpo. ¡Ay no! No tengo que dejar a mis pensamientos andar por esos rumbos. Sino después pienso en sus hombros, en su espalda. ¡Qué lomo! ¡Dios! ¡Basta!

Repasamos con Mika la estrategia para rechazar rotundamente la propuesta de Stefano acerca del supuesto romance. Quedamos en que lo mejor que puedo hacer es demostrarle a ambos la mayor indiferencia y así Milho simplemente va a decir que no.

Estoy nerviosa. Mika lo nota y trata de tranquilizarme, pero me tiembla todo.

Golpean a la puerta. Es Stefano que me viene a acompañar al restaurante.Viste un esmoquin que le queda impresionante. Es algunos años más grande que nosotros y está en un excelente estado.

Mika abre y se sorprende de encontrarse a Matu junto a mi acompañante.

—Supuse que estarías acá —le dice con una amplia sonrisa apoyado en el vano de la puerta de manera seductora y registrándola de arriba abajo. Luego se queda boquiabierto mirándome—. Pobre Milho —escucho que dice casi imperceptiblemente—. ¡Cane! ¡Estás increíble! —disimula.

—Bellísima come sempre —agrega Stefano que me besa la mano a mí y a Mika.

Mika sonríe tímida ante el escrutinio insistente de Matu, que volvió su atención a ella. La veo feliz.

Salgo con Stefano y Mika hace pasar a Matu para que la espere a que se termine de arreglar, y luego bajar a cenar.

Stefano intenta transmitirme su entusiasmo por la reunión anterior con Milho y por la cena que nos espera, pero a mí me tiemblan las manos.

Entramos al salón del restaurante y la camarera nos guía hasta un muchacho que se pone de pie, también vestido de elegante esmoquin. Es la regla del lugar.

Evito su mirada pero sé que me está clavando la suya. Está serio.

Estrecha la mano con Stefano y me la extiende a mí.

Resisto la tentación de darle vuelta la cara e irme o de simplemente dejarlo con la mano extendida.

Miro a Stefano que me insta con la mirada a estrechársela. Miro su mano esperando por la mía.

Un tiempo excesivamente más tarde de lo necesario le extiendo mi mano que sujeta fuertemente y en vez de estrecharla, la acerca a su boca y con una mirada socarrona, me la besa.

Veo su sonrisa sobradora al percibir el temblequeo de mi pulso y quiero asesinarlo.

Retiro mi mano repentinamente y lo miro con desprecio. El mismo desprecio que siento cuando su sonrisa blanca ilumina su rostro. El que siento por sus ojos pardos resaltados por e bronceado obtenido en alguna playa de Ibiza. Por esas manos suaves y fuertes que rozaban las mías.

Hiervo de bronca porque me resulta irresistible todavía. Después de tantos años y de tanto que me hizo.

Stefano me acerca la silla y me siento en la mesa redonda que evitará que debamos vernos frente a frente.

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