—¿Cómo que no lo encuentran?
—No tengo idea de dónde pueda estar Cane. Habíamos quedado en hablar y no me atiende. ¿No sabés si tenía algún plan?
Matu está preocupado y eso me preocupa más a mí.
Estuvimos trabajando como normalmente lo hacemos Milho y yo, pero hoy especialmente comenzó a clavarme constantemente la mirada.
Cuando discutíamos sobre la posición central del comando de las huestes imperiales en el tablero, se pasó osadamente de mi lado izquierdo al derecho, rozándome la espalda con su pecho y encimándose sobre mí para apuntar algo sin importancia.
Luego me quitó de la mano el lápiz digital, arrastrando la yema de su dedo mayor desde el codo hasta mi palma para aflojar la presión con que lo sujetaba por los nervios. La corriente eléctrica que provocó en mis extremidades, me hizo esparcir descargas al lápiz que se dispersaron sobre el diseño en forma de ramificados rayos incandescentes, creados involuntariamente.
Todo el tiempo me hablaba con voz ronca y seductora como si insinuara obscenidades deliciosas que quisiera hacerme sin terminar de decirlas.
En un momento me agaché a buscar algo delante de él para descubrir que quedé justo a la altura de su bragueta, dejándome con la boca seca, la latente protuberancia en sus pantalones. Su mirada fue ardiente y afortunadamente reprimió un comentario antes de retirarse.
Más tarde necesité pasar frente a él por un estrecho pasillo y no se hizo a un lado, lo que me obligó a rozarlo de frente debiendo bajar la mirada para no sentirme más abochornada.
Finalmente me arrinconó contra una pared solamente para decirme: "Hacemos un buen equipo Cane", mientras me desnudaba con la mirada.
Todo el día pareció estar ardiente pero me detuvo el corazón cuando pareció rogar por saber si ocupa mis sueños o, en realidad, mis desvelos.
—¿Y yo cómo voy a saber? —contesto a los interrogantes de Matu.
—Pasan todo el día juntos. Capaz te había dicho algo antes de irse.
—Sólo intentó besarme y lo dejé ahí.
Había puesto sus manos a cada lado de mi cabeza y dejado el cuerpo a milímetros del mío, que buscaba incorporarse a la pared para no rozarlo. Luego me había interrogado sin palabras por mis emociones, por mis deseos, por mi autocontrol. Y no pude mentirle, porque como bien le demostré, pude alejarme sin sucumbir a besarlo como él me tentaba a hacer.
—¿Cómo estaba?
—Apenas podía fijarme en cómo estaba yo. No pude ver cómo estaba él.
—Si fue tan malo para vos, me imagino lo que fue para él —me observa con esa mirada acusadora de amigo fiel que me hace sentir que soy una porquería humana—. Ya sé dónde debe estar —asume y se me hace un nudo el estómago.
👔👔👔
Camino bajo la lluvia sin saber bien a dónde ir. Los rayos se oyen peligrosamente cerca. Quedan pocas semanas para terminar el trabajo conjunto entre Canela y yo. Luego solamente nos reuniremos una vez por mes o inclusive vía videoconferencia.
Una locura insensata me llevó a vagar por la vera del río bajo la tormenta, como si buscara que uno me alcanzara fulminante. Porque no creo que hubiera diferencia en lo que podría sentirse con un rayo partiéndome al medio, y esta sensación de tener el pecho partido en dos, después de comportarme como un estúpido todo el día y ser rechazado con tanta determinación reiteradamente.
Y otra vez ese dolor que con mucho empeño adormecí por diez años, vuelve a mí para ahogarme. Éste amor que creía apagado, se encendió contra todas las probabilidades, pero ahora puja por dos flancos. Taladra mis sentidos a diestra y a siniestra, con un amor de toda la vida y uno reciente. Un amor casi tangible y el otro platónico, aunque tan real que asusta.
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Confusiones virtuales
RomanceDesde que Milton D'angelo (Milho) se libró del programa de protección de testigos, permaneció en Italia donde su habilidad con la programación y diseño de juegos de realidad virtual lo han convertido en el favorito de los gametubers y de las revista...