Capítulo 6.1: Dejarlo atrás

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Entro a mi suite, arrojo la cartera en un sillón y voy sacándome los zapatos. Me saco los aros y el vestido y los dejo desparramados por el camino. Me quedo sólo con la ropa interior con la que voy a dormir. Pongo la temperatura del aire acondicionado a veinticinco grados centígrados, de manera de no tener frío.

Me calzo el casco así como estoy. El tano todavía no entra. No puedo sacarme la rabia del encuentro con Milho. Está hecho un engreído insoportable. ¿Quién se cree que es? Me habla en italiano como si yo no lo entendiera. Si supiera... Si quisiera... eso dijo... si quisiera ¿qué? ¿Quién se piensa que es? Todavía me duele que crea que rompí con él por todo lo que le dije. Pero él me lastima y no se molesta en indagar sobre lo que hice, ahora que ya pasó agua bajo el puente.

No tarda mucho en ingresar mi tano hermoso.

—Bella! Cosa fai?

—¡Tano! El miércoles a las 22:30 después de cenar nos encontramos en el bar del Haytt en la primera mesa que está contra las ventanas que dan a la puerta que van hacia la terraza. ¿Entendiste?

—¡Dime hola al menos! Cosa ha suceso? ¡Estabas ansiosa!

—Jajaja, Tano... ¡qué vergüenza! Debés pensar que estaba desesperada.

—Ma finalmente! Sabía que ibas a aceptar y si no me decías el miércoles, te iba a acosar hasta que aceptaras.

—Sos creído tano ¡eh!

—Solamente deseaba. con mucha fuerza poder verte a la primera oportunidad y tengo mucha fe. Como deseo ahora saber qué llevás puesto.

¡Uhh! Me palpo instantáneamente el cuerpo apenas cubierto por la ropa interior. ¡No le puedo decir lo que llevo sin provocarlo. O mejor dicho lo que no llevo. El tajo del vestido me impedía usar corpiño. Decir que no llevo sostén es una invitación directa a lo que sea.

—¿Y vos tano? —aplico táctica distractiva.

—Io acabo de llegar de una cena. Estoy vestido de traje. Me aflojo la corbata. Me la dejé colgando alrededor del cuello. —dice con una voz ronca que me hace ver estrellitas—. Me la voy a sacar.

—¿Te la vas a sacar? —tragó saliva imaginándolo —¿Qué es ese sonido?

—La corbata deslizándose por mi cuello. La tiro en el sofá —me provoca.

Veo que el avatar hace toda la mímica sin corbata. Me imagino al tano delgado. Menos robusto que el avatar.

—¿Qué hacés ahora? —Está moviendo sus manos en su pecho.

—Me estoy desabrochando la camisa. Quiero ponerme cómodo hermosa. Entré apurado y no pude sacarme la ropa. ¿Vos estás cómoda?

Más cómoda estaría entre tus brazos. ¡Ay Dios!

—Sí. Me puse cómoda antes de entrar a jugar. ¿Ya terminaste?

Lo veo gesticulando y se me cae sola la bombacha.

—Sí. ¿Querés que siga? Estoy con los pantalones de vestir puestos.

—No, no, así estás perfecto —arrugo, me acobarda no conocerlo en persona—. Digo... si estás cómodo.

—Hagamos una video llamada —propone.

Me muero si es un periodista. Al menos en la feria me voy a ver con mucha gente. No sería nada tan especial. Podría argumentar que voy a la feria para encontrarme con la gente justamente.

—Ya queda poco. Tenemos que avanzar o los que vienen atrás nos van a alcanzar —intento disuadirlo.

—Me pusiste en una encrucijada. ¿Mi juego favorito o mi jugadora favorita?

—Dale tano. Ambos... ahora... en el juego.

Me sonríe y me imagino esa sonrisa en un muchacho de cabello castaño, alto y contextura normal, de pecho delgado aunque firme y en cuero, con unos pantalones de vestir negros, que revelan un vientre plano de abdominales tentadores.

¡Aww! La imagen en mi mente comienza a reemplazar a la del avatar y su sonrisa se me hace conocida. Veo el cuerpo tallado de músculos jóvenes. La cicatriz del rosal que se llevó por delante cuando era apenas un chico... ¿chico? ¿rosal? ¡Ay no! ¡Los abdominales! ¡La sonrisa de Milho!

Sacudo mi cabeza y vuelvo a ver la figura real del avatar.

—Primo il gioco e dopo tú, cara mía.

—¡Ay tano! ¡Qué lindo suena! No importa que le dieras prioridad al juego... se oye tan bien.

—Pero vos vas a ser el postre.

Sonrío mientras iniciamos la misión.

Estamos en la entrada de un laberinto de hojas verdes. Las paredes se elevan por muchos metros.

En la arcada de ingreso una placa reza: "Obsérvalo y no será el mismo".

Caminamos muchos tramos y sólo vemos una luciérnaga. Pero ella no guía hacia ninguna parte. El tano me sostiene la mano. Se siente muy suave. No la aprisiona. No la suelta en ningún tramo. Me hace sentir segura. Como si estuviéramos realmente en peligro y él fuera mi héroe. ¡Ay Dios! ¡Qué metejón que tengo con éste tano! Estoy metida hasta los dientes en sus fauces.

El laberinto es tétrico. Se oyen voces. Dicen algo ininteligible. Caminamos hablando de nosotros, de lo rápido que se nos pasa la hora estando juntos, de nuestras historias pasadas. Me cuenta de alguien con quien tuvo una gran historia de amor pero que se terminó y noto un dejo de melancolía en su relato aunque intenta disimularlo.

Me mira y acaricia mi rostro.

—Bella, estos momentos que paso al lado tuyo son un bálsamo.

Me mira profundo, como si rebuscara en mi alma por mis sentimientos, los cuales quisiera abandonar en sus brazos. Acerca su boca a la mía y sin más, me besa. Siento que mi piel física arde de deseo. Quisiera saber su verdadera respuesta física pero no creo que el avatar pueda satisfacer aquello.

Nos besamos y acariciamos hasta que sólo yacemos abrazados. Mi boca en su cuello. La suya en mi sien.

En algún momento de la noche comienzo a soñar. Estoy en mi cama, en Buenos Aires, llevo puesta sólo la tanga igual que ahora. La tanga que usé en la cena de anoche en Italia. Me relajo en las sábanas de seda cuando a mi lado presiento a alguien.

—¡Tano!

❤️❤️❤️❤️
¿Qué pasó?!!!

Confusiones virtualesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora