Capítulo 14.2: Usame

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Cinnamon18 no tiene idea el control que tengo que ejercer sobre mi cabeza, cada vez que ensalza la asombrosa precisión con que fueron diseñadas las conexiones sensoriales cuando siente su boca paspada por el sol, y luego se muerde los labios sin compasión de mí. O cuando desfachatadamente me lanza que siente un pezón erguido por el frío, o la broma de la ropa interior de encaje delicado que me muero por comprobar. Considerando que siento los pantalones abultados de mi avatar (si se le puede decir pantalones a estos escasos cueros), estoy convencido que si la desnudara podría corroborar sus dichos para lanzar mi boca y probar el diseño. ¡Dios mío! Me siento un pervertido.

Es una tortura constante que se me acerque por detrás con sigilo, cuando ella todavía piensa en serle fiel virtualmente a su novio desaparecido, que no parece estar nunca alrededor. O que me roce las manos al pasarme las armas, o que se agache y deje los exagerados y grotescos senos de diseño en mis narices cuando intenta que compruebe la pechera protectora. Por más que lo que vea es un dibujo, realista, pero dibujo al fin, yo soy de carne y hueso.

Intento recordarnos por qué ella soporta su cuerpo sobre el mío y yo no estoy encima de ella como quisiera.

—Nunca más me hablaste de tu relación con tu ex, ex. ¿Estás bien? ¿Te trata bien?

No conozco los detalles, pero alguna vez deslizó que la había lastimado y conozco el sentimiento.

—Yo... —titubea—, en verdad... No estoy del todo con mi ex.

La expectación se apodera de mí. Pongo mis manos en sus hombros y la enfrento como si pudiera leer sus ojos reales. Pero eso no es del todo confiable.

—¿Cómo es eso?

—Cuando te lo dije, habíamos estado juntos.

Apostaría que su yo físico se sonrojó.

—¿Entonces?

—Ahora, no lo estamos.

Me resultaba muy extraño que sea tan provocativa estando en una relación.

—Pero no es definitivo.

—No sé. Tal vez. Es complicado.

La miro con los ojos entrecerrados.

—Mis labios cosquillean —la incito.

—¿Eso qué significa?

—Quisiera besarte.

—Perdoname...

—¿Por qué?

—Por ponerte en ésta situación incómoda para vos.

—Sólo me siento incómodo si vos lo estás. No quiero que te sientas presionada a nada.

Oh por Dios. Esa palabra revive un par de fantasmas.

—Al contrario. Siento que yo te estoy presionando, llevándote a un lugar del que no sos del todo consciente porque no estoy siendo totalmente sincera con vos.

Sus dedos juguetean con la tira de cuero de la pechera que sostiene mis cuchillos.

—Nuestra amistad la planteamos así de entrada. No pretendo que cambie de golpe. Cada cuál contará lo que considere que es necesario en el momento que considere oportuno.

Bajo mis manos a su cintura y rozo toda su circunferencia con la yema de los dedos.

¡Dios! Es increíblemente realista. ¡Qué maravilloso invento éste casco! ¡Qué maravilloso nuestro cerebro que como en los sueños puede recrear cualquier experiencia tan vívidamente!

Confusiones virtualesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora