Desperté por los rayos del sol que se adentraban en mi habitación. No tenía esa húmeda toalla en mi frente. Estaba en el suelo. Mi amiga se encontraba a mi lado. Dormía como un bebé. Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Hice mis necesidades y cepille mis dientes. Me di una corta ducha y luego me puse unos shorts color azul algo desgastados y una blusa con la bandera de Inglaterra. Me agarré el cabello en una cola de caballo y me dirigí a la cocina. Me llevé un susto, ya que mi amigo el de rulos se encontraba allí.
-¿Harry? -Me acerqué a él. -¿Harry? -Volví a decir, pero esta vez moviendo su brazo. -Hazza despierta. -Dije en un susurro.
-¿Qué? -Dijo abriendo los ojos de un cantazo.
-¿Qué haces aquí? -Pregunté. Se acomodó quedando sentado en el sofá.
-¿Cómo estás? -Dijo algo preocupado.
-Yo me encuentro bien, aunque mi cabeza duele un poco. Ahora dime, ¿Por qué estás aquí?
-Pues Val me llamó que estaba muy preocupada por tu salud. Te levantaste unas tres veces en la noche porque tenias pesadillas y dolores de cabeza. Necesitas ir al doctor, ______. -Dijo muy preocupado. Llevé mi mano a mi cabeza para acariciarla, además de que estaba algo confundida.
-Ve a tu habitación y duerme tranquilo, debes descansar en tu cama, no en un sofá. -Dije amablemente.
-No. Yo te llevaré al doctor con Val. Iré a bañarme y a ponerme algo de ropa. ¿Puedes cocinar o quieres que le llame al servicio de cuartos?
-Estoy bien. Yo cocino. Vete tranquilo. Levantaré a Val en unos minutos. Me dirigí a la cocina y busque algunos huevos y tostadas. Hice suficiente para todos. Me dirigí a mi habitación donde se encontraba mi amiga dormida. -Val. -Susurré su nombre intentando despertarla. -Val. -Lo hice otra vez. Abrió sus ojos poco a poco.
-¿Estás bien, hermosa? ¿Qué necesitas? -Dijo algo risueña.
-Estoy bien. Harry fue a cambiarse a su habitación. Esperaba que hicieras lo mismo. -Sonreí amablemente.
-Claro. Ahora voy. -Dijo envolviéndose entre las sábanas. Reí al ver su acción. Esa se la pasaba todo el día durmiendo, si la dejaban.
-Mejor apúrate, porque si no lo haces me voy sola con Harry. -Dije obteniendo que se levantara rápidamente de la cama como respuesta. Sabía que lo haría, así que logré mi propósito. Volví a la cocina para ingerir mis alimentos. Desayuné muy tranquilamente. Me tomé una pastilla que quitaba el dolor de cabeza. No tenía mucho dolor, pero quería evitar. No entiendo a que se debía todo esto. Escuché que alguien tocó la puerta, así que cuando abrí me encontré con el de rulos. Lo había hecho algo rápido. -Pasa. -Dije amablemente. -Hice unos huevos con tostadas. Hay café o jugo de naranja, por si quieres. Val no tarda en salir.
-Gracias. -Contestó y tomó asiento. Segundos después, otro dolor se apoderó de mi estomago.
-Discúlpame. -Llevé mi mano a mi estomago y lo más cerca que tenia era el lava manos, así que me dirigí a él para depositar todo lo que había comido hace unos minutos. Mi estomago había rechazado al parecer la pastilla para el dolor de cabeza. Vi en él todo mi desayuno y la pastilla que había ingerido hace unos minutos. Limpié mi rostro y sentí unas cálidas manos en mi espalda.
-Creo que ya es hora de irnos. Vas de mal en peor. -Dijo él.
-Iré a lavarme la boca. Espérame. -Dije con dificultad. Ahora si sabía que esto no era normal.
-¡Oh por Dios! ¿Pero que te pasó? ¡Estas pálida! -Dijo la pelirroja.
-Déjame ir al baño por favor. Habla con Harry. -Dije porque no me sentía muy bien. Esto es algo extraño, jamás me había enfermado así. Lave mis dientes y boca, sequé mi rostro y me miré en el espejo una última vez. Estaba blanca como la nieve. Mis labios tenían un color en particular que era algo morado. Salí del baño y me dirigí justo a la puerta. -Vámonos. -Cogí mi bolso y teléfono.
-Si, vamos. -Dijo Val cogiendo una tostada y una taza de café.
Narra Niall:
Mis ojos se abrían con cuidado, aun estaba mareado y en mis muñecas sentía un gran apretón que comenzaba a adormecerlas. Traté de moverlas, pero no obtuve respuesta alguna; tenía una cinta atada a estas. Trate de gritar, pero me era imposible, ya que mis labios se mantenían cerrados gracias a otra cinta. Estaba en un lugar oscuro. Solo entraba un rayo de luz por una pequeña ventana. Me encontraba sentado en una silla. A ella estaban atadas mis manos y mis pies. Me miré y vi como mi camisa tenía algo de sangre. Mis jeans estaban algo rotos y no traía puestos mis zapatos. Comencé moverme tratando de desatar mis manos y mis pies, pero lo que conseguí fue que la silla perdiera el balance y yo terminara en el suelo. Comencé a moverme bruscamente y conseguí desatar mis pies, así que con cuidado logre pararme, pero escuche un ruido acercarse y tomé asiento fingiendo que mis pies aun seguían atados.
-Veo que despiertas, Horan. -Dijo una voz muy gruesa masculina. Era un tipo, pero no podía verle el rostro por la oscuridad. Comenzó a acercarse hasta quitar aquella cinta de mis labios.
-¿Quién eres? ¿Qué me hiciste? -Dije con un alto tono.
-Tranquilo, Horan. No te haré daño si no me haces enojar. -Comenzó a caminar en círculos rodeándome.
-¿Qué quieres? ¿Yo que te hice? -Dije sin quitarle un ojo de encima.
-Sencillo. Jugaste con mi hija y eso no te lo voy a permitir. -Dijo bruscamente volviendo su mirada en mis ojos. Comencé a pensar con qué hija, de todas con las que eh jugado, pero solo una me vino a la mente cuando reconocí su mirada.
-¿______? ¿Usted es el padre de ______? -Pregunté.
-Así es. Y te advierto, señor Horan, que si le tocas un pelo a mi hija una vez más, sabrás lo que es dolor. -Dijo fulminándome con la mirada y alejándose del lugar.
-¡No puede prohibírmelo! ¡Además, usted está muerto! -Grité, lo que hizo que se volteara a verme.
-¿Disculpa? -Dijo muy cerca de mi rostro.
-Usted no puede prohibirme ver o tocar a su hija. -Repetí.
-¿Y por qué no? -Dijo de la misma manera.
-Porque usted está muerto y porque yo... -Callé.
-¿Tu qué? -Dijo muy atento a mi respuesta.
-¡Yo la amo! -Salió de mi boca.
-¿De veras? -Se alejo un poco y sentí como su pesado y grande puño había golpeado mi rostro, haciendo que chispoteara mas sangre en mi camisa. El golpe me hizo cerrar los ojos. Cada vez estaba más mareado y débil. -Pues te diré dos cosas, mocoso. Primero, no, no estoy muerto. Me estás viendo en carne y hueso y segundo, a mi hija no la amas. La heriste, la maltrataste. Ya te lo advertí, Niall. Si la tocas, te las verás conmigo.