[Kunai 17]

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No logró dormir, por más que intentó simplemente algo no le permitía descansar.

Aún faltaban un par de horas para el amanecer, así que no tenía nada que hacer hasta ese momento por lo que optó por salir a dar una vuelta.

Fué relativamente fácil, ninguno de los tres se dió cuenta.

Empezó a caminar, no veía nada interesante, pero el aire era tan limpio que disfrutó su camino con completa libertad, escuchando los suaves sonidos de la naturaleza que la rodeaban.

—Puedes escapar ahora Sarada.

Se detuvo abruptamente al oír de nuevo la voz de Orochimaru. Aunque esta vez no tuvo miedo como antes; Tenía la libertad y el valor para hablarle sin que nadie pensara que estaba hablando sola.

—No me interesa tu oferta.

Su voz era firme, tanto así que ella misma se sorprendió de ello; Su sello empezó a quemar un poco, pero sabía que si lo tocaba solo se quemaría más.

—¿Perdón?

Ahora Orochimaru se oía molesto, respiró hondo para darse valor.

—No quiero irme contigo, no confio en tí. Además de que eres un maldito enfermo y no me educaron para estar cerca de personas así.

Ahora su cabeza dolía, pero dolía como si le estuvieran clavando gruesos clavos sin piedad alguna. Tensó su mandíbula para ahogar un grito. No aguantó más estár de pie por lo que cayó de golpe en el suelo con un sonido sordo.

—Mira maldita rata de laboratorio, aquí el que manda soy yo, si quieres o no ir conmigo me importa una...— Respiró hondo a la vez que intensificaba el dolor. No era su estilo alterarse con tal facilidad. Deberías saberlo. Desde que te puse el sello tu cuerpo es mio, te dí la opción de escoger por las buenas pero preferiste negarte y retarme. —rió sarcástico. Y así no son las cosas, pequeña.

—Tú... —Decía la pelinegra con dificultad. —Pu-puedes irte directo a la mierda... —A como pudo se apoyó en un brazo.— Y nadie va a decidir mi futuro, menos un maldito enfermo como tú, Orochimaru.

Una risa ronca se escuchó no en su mente, si no ahí afuera, al lado de ella.

—Qué desperdicio de tiempo estár siguiéndote y analizándote para nada.

Un fuerte golpe en su espalda la hizo perder el poco equilibrio que le brindaba su brazo. Cayó de nuevo y un pie en su sien la tenía inmóvil.

—Me interesas y todo lo que yo quiero, lo consigo.

Quitó su pie por lo que la chica de inmediato se levantó y activó su Sharingan. Notó que su sello y su cabeza ya no dolían.

—Eres muy inmadura aún ahora que lo pienso. Mejor quédate en Konoha.— se empezó a desvanecer en unas serpientes blancas, igual a como había hecho tiempo atrás Mitsuki. —Vendré por tí y contigo la destrucción de la Nación del Fuego será inevitable.

Cuando ya no había rastro de aquel hombre intentó relajarse, estaba agitada y algo perturbada. Cayó en el suelo en solo segundos.

Una lágrima recorrió su frágil rostro mientras se repetía en su mente de forma insistente palabras para no perder la cordura.

No quiero ser usada, no quiero ser usada...

Poco a poco sus energias desaparecían a la vez que sus ojos se cerraban ¿Enserio? ¿Hasta ahora la va a dejar descansar?

No hizo ademán de negarse, se entregó a los brazos de Morfeo sobre aquella húmeda hierva, aunque fuera durante una miserable hora.

[...]

—¿Sarada?

Boruto despertó sin más. El amanecer se veía hermoso, pero algo en el corazón del Uzumaki estaba intranquilo.

No veía a su pelinegra. Despúes de analizar cuidadosamente el lugar y al darse cuenta de que las pertenencias de la Uchiha no estaban, temió lo peor. Se puso de pie y de inmediato se puso su camisa que estaba ya seca.

Salió sin ningún cuidado por lo que despertó a Konohamaru y a Mitsuki en el camino.

—¡Sarada!

Los gritos del Uzumaki eran algo nerviosos, su voz se quebraba levemente a la vez que trotaba buscando a la chica.

—¡Kage Bunshin no Jutsu!-

Cuatro clones aparecieron para empezar a buscar a la chica en diferentes direcciones.

No creía que ella de verdad se haya ido, nisiquiera dió señal alguna de haberlo planeado. Se confió demasiado y ahora esas eran las consecuencias. Un nudo en su garganta se formaba y pequeñas lágrimas se acumulaban en sus ojos.

Se detuvo abruptamente al ver a la Uchiha tirada en el suelo, inmóvil.

Su corazón se aceleró y de inmediato deshizo los clones y se acercó a ella.

—¡Sarada!

La tomó en sus brazos a la vez que revisaba su pulso, se relajó al sentir como su corazón palpitaba con tranquilidad.

No pudo soportarlo más y dejó caer las lágrimas de nerviosismo que llevaban suplicando las dejaran en libertad. La angustia aún hacía presión en su pecho.

El momento antes de que lo hiciera no existió, un impulso en su corazón logró salirse con la suya.

Sus labios se juntaron suavemente con los de la chica, no se movió, solo disfrutó el casto tacto.

No duró mucho y se separó, notó que la chica tenía sus orbes ónix fijos en él; Un escalofrío recorrió todo su cuerpo a la vez que se sonrojaba notablemente.

—Lo-lo siento Sarada-chan, me dejé llevar, yo, no sé, solo perdoname, no querí- —Fué callado por los labios de la pelinegra.

Ambos se abrazaron con cariño y suavidad; Solo tenían doce años, pero esa muestra de amor les permitió expresar aquello que las palabras no pueden.

—Te oí gritar mi nombre. —Boruto le miró levemente molesto, lo hizo preocuparse para nada cuando pudo haberse levantado y decirle que ahí estaba. —Gracias por preocuparte, Dobe.

No pudo evitar sonreír a la vez que le acomodaba un mechón de cabello que tapaba el rostro de su chica.

—Jódete, Teme.

La Maldición de Sarada Uchiha [👓] NarutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora