Capítulo treinta y uno.

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—Buenas noches —Dice Ryan, se acerca para besar la frente de su madre y estrechar la mano de su padre.

Yo por otro lado pienso dar otro paso atrás, pero los ojos marrones de la señora Scott me ven con curiosidad.

— ¿Quién es ella? —Pregunta nuevamente.

—Una amiga.

Su padre suelta una leve risa mientras su madre arquea una ceja en su dirección.

—En mi época los amigos no se besaban —Esto es tan incomodo—. ¿Qué le paso a tu cabello muchacha?

Quiero rodar los ojos pero me contengo, lo último que necesito es caerle mal a mi futura suegra.

—Solo tiene un color más vivo que él anterior.

—Es rosa.

—Lo sé, creo que saber el color de mi cabello Señora Scott.

Bueno... eso no es empezar con el pie derecho.

—Tu nombre —Pide, y no de buena manera.

—Mamá ¿Podrías ser un poco más...

—Amable —Termina por decir su padre.

La señora los fulmina con la mirada a ambos, yo me limito a sonreír de costado.

—Mi nombre es Michaela Lancaster, un placer conocerla.

Ella arruga el ceño.

—Tu nombre se me hace familiar.

Mierda, espero que no recuerde...

— ¿No era ella la que mordió la nariz de Ryan? —Pregunta su padre.

Mátenme.

Los ojos de ellos se abren con sorpresa y reconocimiento, cierro los ojos esperando un grito y muchas maldiciones de su parte.

Pero para mi sorpresa ella comienza a reír.

— ¡Eres tú! —Afirma—. La niña que rechazo a mi hijo por comer chocolate ¿Cómo olvidarlo?

—En mi defensa, yo que no sabía que Ryan se iba a poner tan bueno con la edad.

Ryan tose incapaz de creer que haya soltado eso último y sus padres se ríen con ganas, poco a poco ese ambiente tenso se pierde.

—Pero si de niño era adorable —Dice su madre ahora con un tono más dulce—. Perdón por mi actitud cariño, estoy intentando alejar a las perras de mi hijo.

Eso significa... ¿Qué no soy una perra? ¡Ja! Elena se tendrá que buscar otro apodo para mí, ahora no soy una perra. Aunque pensándolo bien soy una gata, la gata de Ryan... niego con la cabeza.

—Tranquila, hablando de eso —Digo bajando la voz en su dirección—. Hay una chica en el edificio que está en busca de Ryan y es una total...

—Michaela... —El tono de Ryan es de advertencia y yo solo me limito a sonreírle pero él no luce feliz.

—Que irónico mamá, ahora quieres alejarme de las "Perras" —Dice haciendo comillas con los dedos—. Pero me obligaste a casar con alguien peor.

Las palabras de Ryan parecen dagas que van directo al corazón de su madre, ella luce sorprendida por eso y agacha la mirada. Para aligerar el ambiente hablo.

—Soy tatuadora, si quieres un tatuaje puedo darte un diez por ciento de descuento.

— ¿Qué? —Pregunta ella confundida—. ¿Haces tatuajes?

La Pasión Por EL Chocolate #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora