EXTRA

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Extra I


—Aleja tus sucias, asquerosas y horribles manos de mi marido —Digo fulminándola con la mirada—. ¿A caso no me escuchaste mujerzuela?

La enfermera por fin entendió y dio unos cuantos pasos atrás de Ryan, pero eso para mí no era nada suficiente. Tal vez podía agarrar algunas de esas jeringas que se encontraban en esa mesa.

Algunas de ellas harían un gran efecto en ella.

Por suerte salió del consultorio con paso acelerado.

—Cariño...

—Contigo no quiero hablar —Ryan rodó los ojos y eso solo hizo que me ponga peor—. ¡Ella estaba encima de ti!

—Solo estábamos hablando.

—Ella no quiere hablar contigo idiota ¡Quiere hacerlo contigo!

Él rueda los ojos de nuevo y sonríe.

—Amo verte celosa, pero no tienes nada de qué preocuparte ella es inofensiva.

—Claro, por eso estaba encima de ti —Digo entre dientes.

—Estás exagerando...

No lo dejo terminar y dando media vuelta eché a andar fuera de su consultorio.

Pff... hablando, si como no.

Esa maldita zorra me tenía jodidamente harta, no era la primera vez que los veía tan juntitos. Y no es que desconfiara de Ryan, pero esa maldita no era de mi agrado.

Mi cabeza iba a explotar en cualquier momento, vine por ello. Estaba en el departamento preparando todo para la noche buena que es mañana pero comencé a sentirme mal y como mi marido atiende pues no había mejor excusa para venir y verlo. Pero todo se fue a la mierda cuando vi a esa maldita pelinegra encima de Ryan.

Lo mejor que debo hacer es ir al baño, lavar mi rostro e ir junto a Lena.

Y de echo eso hice, pero al entrar unas risas femeninas hicieron que me quedara en la puerta, asome mi cabeza y vi a unas cuantas enfermeras. Para mí desagrado la maldita estaba entre ellas.

—¡Hablo en serio! Ryan estaba suplicando por mí.

Mi ceño se arrugo, lleve mis manos hasta mis orejas limpiándolas y volví a prestar atención ¿A caso oí mal?

—El Doctor Scott está casado —Puntualizo una.

¡Gracias! Al fin alguien que no tenía ganas de asesinar.

—Sí, pero cuando llego esa loca armo un escándalo y él terminó echándola.

Cuenta hasta diez Micha, no cometas una locura.

Uno...

Dos...

—No te creo —Dijo la otra con una sonrisa—. Parece que al fin tendremos al Doctor libre.

Tres...

— ¡Yo me lo pido primero!

Cuatro...

—Claro que no, cuando deje a su esposa yo misma iré a darle un visita a su consultorio —¿Qué? Ella me caía bien, ahora voy a matarlas.

Ni me dejaron llegar hasta diez.

Trueno mis dedos y doy unos saltitos antes de patear la puerta y hacer mi gran entrada. Entro con una sonrisa escalofriante y todas ellas se quedan mudas.

—No se corten por mí, quiero escuchar más de cómo se van a meter en la cama de mi marido —Las tres enfermeras no dicen nada—. Porque en verdad quiero verlas intentándolo.

La Pasión Por EL Chocolate #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora