—Micha... despierta.
Murmuro por lo bajo una maldición mientras estiro las sabanas por sobre mi cabeza. Escucho una leve risa que me hace sonreír.
—Vamos gata, debes ir hoy para tu trabajo.
Me remuevo en la cama de manera perezosa. Las sabanas son removidas de mi cuerpo y me quejo nuevamente, siento unos besos en mi mejilla que descienden hasta mi cuello y abro los ojos topándome con una sonrisa ladeada y unos ojos color chocolate. Mi corazón pega un brinco al verlo y cómo puedo me siento.
— ¿Qué hora es? —Pregunto bostezando.
—Es temprano, pero así tendrás tiempo para poder pasar por tu casa —Asentí de acuerdo—, así llegaras con tiempo a tu trabajo.
—Gracias —Murmuro mirándolo—. No sabía si hacía bien viniendo aquí por la noche sin avisar.
"Temía que me echaras", quise agregar pero preferí morderme la lengua.
Él pasa sus dedos por mis muslos de manera vaga, creo que pensando en su respuesta o en la nada, cada caricia suave, envía miles de ondas de calor gratificante a mi cuerpo, y temo que todas vayan a parar a mi corazón.
—Puedes venir siempre que quieras, no solo cuando estás en apuros —Dice sorprendiéndome—. Ahora levántate y ve al baño en lo que yo te sirvo el desayuno.
Hago lo que me dice levantándome pero volteo en su dirección con el ceño fruncido.
— ¿Hiciste el desayuno?
Asiente.
—Sé cocinar aunque no lo creas.
¿Puedo casarme ya?
Antes de soltar eso y terminar asustándolo le sonrío y voy directo al baño. Me dice que hay cepillos sin usar en uno de los cajones por lo cual me alegro.
Necesito besarlo, y no creo que mi aliento sea el mejor a decir verdad.
Cuando salgo del baño reviso mi celular, no encuentro llamadas perdidas por lo que suspiro de alivio, no sé cuánto tiempo Lena me servirá de tapadera. Sigo con la remera de Ryan puesta, tomo mi blusa que está en el suelo pero luego vuelvo a dejarla ahí. Me da curiosidad saber que va a hacer Ryan con ella.
Camino rumbo a la cocina donde él se encuentra sentado en la barra con una taza de café, por lo que puedo oler en el aire. Le sonrío mientras me acerco.
No quiero ser yo la que lo besé, como si fuera que lo estoy ansiando demasiado. Pero es la maldita verdad, muero por un beso... así que ¡A la mierda el autocontrol!
Cuando estoy en su frente él deja su taza sobre la mesada, aprovechando eso tomo su mentón y deposito un beso en sus labios, gesto que lo toma totalmente por sorpresa pero gracias a Dios no me aleja si no que con sus brazos rodea mi cintura profundizando aún más el beso.
Dulce mierda santa, besos sabor a café.
—Buenos días, Doctorcito —Murmuro relamiendo mis labios.
Eso sí que son buenos días.
—Buenos días —Parece algo aturdido, me alejo para sentarme a su lado y ver el desayuno elaborado—. Un doctor que no vive de comida enlatada, eso es impresionante —Me burlo.
—Aunque no lo parezca los Doctores saben cocinar, tengo varios conocidos que lo saben hacer.
— ¿Conocidos? ¿No son tus amigos? —Pregunto con curiosidad.
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La Pasión Por EL Chocolate #1
Roman d'amourElla es Michaela Lancaster, una de las mejores tatuadoras de Los Angeles. Él es Ryan Scott, uno de los mejores médicos de Los Angeles. Ellos dos no tienen nada en común pero luego de una apuesta nuestro querido doctor se ve forzado a tatuarse el nom...