Capítulo treinta y nueve.

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Vivir sola no era tan bueno como pensaba.

En primer lugar... la limpieza no era lo mío, con suerte limpiaba mi habitación, ahora tenía toda una casa por limpiar. Súmenle eso a que soy terrible cocinando y que odio lavar la ropa.

Dios mío, ahora notaba lo vaga que era en mi casa.

Hay personas que aman limpiar, cocinar... pues fíjense que yo no entraba en ese círculo de personas.

No sé cómo no he muerto todavía.

El primer mes fue un maldito caos.

Sabía cómo usar una lavarropa, tampoco era tan estúpida. Pero digamos que no supe bien la cantidad de jabón que debía usar y bueno... termine con una lavarropa llena de espuma que comenzaba a esparcirse por el suelo. Queme mi comida la primera vez y no me extrañaba nada realmente porque la única vez que cocine fue con Ryan y digamos que yo solo miré.

También teñí la ropa blanca, se nota que no soy nada bueno en esto.

Pero como debía aprender fui a la vieja confiable. YouTube.

Vi videos tutoriales sobre como cocinar, hasta de como lavar ropa. En YouTube encuentras de todo, y aunque parezca poco creíble para el segundo mes ya era toda una experta ama de casa.

Y aquí me encontraba ahora, cocinando algo de pasta con una salsa roja muy jugosa. Ayer me atreví a hornear un pastel y bueno, debo admitir que me salió espectacular, bueno a mí me gusto y cuando se los lleve a los chicos hoy por la mañana me pidieron la receta.

Tal vez fui chef en mi otra vida.

Nueva York no era nada comparado con Los Ángeles, extrañaba mi ciudad pero estar aquí me ayudo a sanar de a poco. Las primeras semanas fueron horribles, me la pasaba llorando y deprimiéndome pero poco a poco logre evitar eso y comprender que mi padre no me hubiese querido ver de esa manera.

Hablaba con mi madre todos los días por Skype, su pancita ya estaba más grande y ya va por los cinco meses. En la última ecografía lograron ver el sexo del bebé y...

Mi celular vibra encima de la mesa y sé que se trata de Lena. Siempre me llamaba a esta hora, ya que empezaba a guardar sus cosas para ir a su casa.

Elena se enojó como no tienen idea cuando se enteró que vine a NY sin avisarle y mucho menos sin despedirme. Me gane un regaño de los mil demonios que sin mentir duró una hora y media.

Al final logró comprenderme, entendió que necesitaba mi propio espacio y me prometió no contarle mi paradero a Ryan.

Él era otro asunto, me llamaba todos los días pero yo no tenía el valor de contestar sus llamadas. Sé por fuente de Lena que fue hasta la casa de mi tío para hablar con mi madre y preguntarle donde demonios me metí.

Mi madre se encargó de confundirlo aunque no quería hacerlo, yo se lo pedí y no pudo negarse cuando prácticamente se lo implore. Él también interrogó a Lena pero entre mi madre y ella lograron confundirlo.

Mi madre le dijo que tal vez fui a Cancún, para tomar mis propias vacaciones lejos de todos. Lena dijo que de seguro fui a España a buscar españoles que me transmitieran su buena vibra. O que tal vez estaba en Texas para buscar a mi vaquero.

Sí, ambas estaban igual de locas que yo.

En fin, a Ryan solo le quedaba el llamarme y enviarme mensajes, mensajes que no me atrevo a leer.

—Hola perra —Digo sonriente mientras revuelvo con una cuchara de madera la salsa.

—Tenemos un problema aquí —Su voz suena agitada y me preocupo al instante—. ¡No te atrevas a derramar ese contenido! —Grita y parece que aleja el celular pero igual se escucha fuerte.

La Pasión Por EL Chocolate #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora