Capítulo 19

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Nos conducen hacia el Salón nuevamente, que ahora estará desbordando de gente. Absolutamente todos los habitantes de las zonas están en el público, todos los representantes del Sector 0 también estarán ahí en el escenario, desde los cargos jerárquicos, médicos, los aviadores, técnicos, los profesores de las escuelas de cada zona y los patrulleros, éstos últimos también miembros del Sector, que rodean el escenario y se distribuyen alrededor de toda la población. Pensar que todos los habitantes de Alfa entran en esta construcción da la idea de dos cosas: en primer lugar, somos pocos sobre todo este planeta en comparación a los miles de millones que se supone que éramos antes de que sucediera el Desastre Atómico; en segundo lugar, el Salón es realmente abrumador, porque somos en total muchos miles de personas.

Los nervios ya son una parte regular en mi ritmo cardíaco. Me siento preocupado por #, es tan extraño lo que le pasó, según el médico ahora se encuentra bien, pero nunca había visto ni me había enterado de nadie que convulsionara así, tan joven, y sin que hubiese estado expuesto a algún hecho climático o atmosférico que fuera responsable de generar ese estado.

Este es el momento menos indicado para distracciones que no tengan que ver con la competencia, aunque sea mi hermano. Una vez que nos ubican nuevamente en el mismo lugar que hace un rato, rodeando el escenario que corresponde al Sector, me atrevo a levantar la vista. Los ojos no alcanzan para llegar a ver a todo el público, el Salón inmenso me deja sin palabras.

Busco a mis padres entre las primeras filas (que son las que corresponden a las familias de los participantes) y no los encuentro. Después de girar varias veces la cabeza en su búsqueda, # me da un golpecito con su codo y señala unos asientos hacia nuestra izquierda. Allí están, saludamos. Cardenal, nuestro padre, sonríe y saluda, se lo ve cansado, seguramente por los últimos preparativos del Salón de los que se encargan los hombres de las zonas mayores de dieciocho años (ya que los patrulleros están transportando gente), pero también se advierte el entusiasmo en su semblante. Colibrí se tapa la boca con una mano y saluda con la otra. En su cara, a la distancia, se pueden apreciar nerviosismo y orgullo, desazón y optimismo.

Cuando el Heredero aparece, los aplausos abruman los oídos y todos se ponen de pie; él saluda hasta que acerca el micrófono que trae en la mano a su boca y el bullicio cesa. 

Algo parecido a la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora