Capítulo 65

83 4 0
                                    

Nuevamente el campo. El cielo amenaza tormenta y todos los miedos de mi vida y de mi sueño me invaden el corazón. Si bien estoy en el Sector 0 todavía y, según lo que leí, acá la lluvia está controlada o purificada y parece ser segura, el miedo lo siento igual. Pienso que lo mejor hubiese sido no despertarme en la nave (o avión, como ahora sé que se llama en realidad) y terminar como carne de repuesto. Sin dudas hubiese sido más fácil aunque menos digno, pero estoy cansado y asustado de que mi final termine siendo ese de todos modos.

Según lo que veo estoy en el mismo campo que en el que me encontré al dejar el cohete cargando a mi hermano, aunque pegado a los edificios que veía desde lejos en ese momento. Estoy pegado a la parte recta de la gigantesca medialuna de las construcciones del Sector. Veo el enorme Salón desde el piso, a una distancia en la que la vista lo puede abarcar bastante bien en su totalidad, nunca lo había visto de tan lejos, salvo desde el aire.

En la lejanía veo también pequeñas luces que se mueven en el campo, por ahí están cerca de esa primera compuerta que descendía a esas escaleras con gusto a óxido, debe ser el grupo de patrulleros que está esperando a que salgamos por ahí, como dijeron mis recientes perseguidores, lo que no entiendo es por qué no entran, si no lo hicieron ya. Es mejor para mí y para mi hermano que no lo hagan, por ahora creen que está conmigo, seguramente por eso nos esperan, porque piensan que estuvimos juntos en la sala de lectura de "historias de terror" y que ahora seguimos juntos, yendo en la misma dirección.

Recuerdo haber cerrado la compuerta desde adentro, tal vez no crean que alguien que estuviera escapando se tomaría esa molestia (yo lo pensé y por eso la cerré, si los llega a despistar lo voy a agradecer) y creen que entramos por otro lugar. Ya comprobé que no hay una sola compuerta en este campo, pero no sé qué pensarán. Nunca había visto ninguna, aunque siempre que llegamos al Sector fue ir derecho al Salón y salir solamente para volver a nuestras zonas, así que nunca antes había tenido la posibilidad de hacerlo.

Cada vez parece más imposible volver por 5271, no debería haberlo dejado ahí, solo, aunque si lo hubiese cargado conmigo ya nos habrían capturado a los dos y hasta ahora creen que somos dos juntos. ¡Qué bronca que ninguna opción me pueda dejar tranquilo!

No sé cómo seguir, siento pena por mí mismo sabiendo que sólo me queda un destino y que no voy a poder marcar la diferencia antes de que me atrapen. Tal vez lo único que me vaya a diferenciar del resto de los competidores desde el Desastre Atómico hasta ahora sea que voy a morir sabiendo en verdad por qué me matan (carne de repuesto), sin la esperanza de llegar a un nuevo y mejor mundo o de ser parte de los heroicos transportadores de los ganadores de las competencias. Una nueva ráfaga de viento sacude mi piel.

Aunque sepa cómo voy a terminar, mi personalidad, orgullo e instinto me obligan a buscar una escapatoria. Quién sabe, en una de esas, pueda salvar a mi hermano... o a 5999 o a los dos. Agachado, camino cerca de los edificios, hay algunas luces a intervalos y las evito tratando de mantenerme en la oscuridad. Al parecer, después de detectar mi presencia en los archivos, la mayoría nos busca en el interior de los edificios.

Paso cerca de puertas, portones y ventanas y con cuidado escucho y veo a través de ellas, pero no percibo nada, ¿dónde estarán todos? No hay una sola persona que vea en mi recorrido, todos deben estar buscándome por otro lado, parece que mi maniobra de distracción al dejar esa puerta abierta con mi sangre en ella dio resultados, aunque ya se habrán dado cuenta de que no tomé ese camino. Al recordar eso siento el dolor en mi nariz, sigue goteando, y veo atrás mío un camino de pintitas rojas que fui dejando.

Camino mirando el cielo que cada vez es más amenazante, siento que revivo mi sueño (que ahora sé que más que un sueño es un recuerdo muy muy lejano) pero de más grande, con otra experiencia y con otras verdades que fui adquiriendo a lo largo de mi vida y, sobre todo, en este último rato. Aunque miro el cielo y tengo miedo, tan parecidos y a la vez diferentes de aquel miedo y de aquel cielo tan lejanos, avanzo.

En un momento de mi caminata automática escucho unos ruidos leves del otro lado de una pared. Me acerco despacio y con cautela y escucho. No se oyen voces ni sonidos que parezcan de personas. Busco una ventana, me acerco y miro para adentro de la habitación. En la oscuridad casi total del interior que se suaviza un poco gracias a esas luces que están cada tanto en las alturas cercanas a los edificios, veo sombras en este cuarto, pero no me asusto. No son personas, parecen ser animales... supongo, no vi muchos en mi vida.

Este edificio, que forma parte de esta sucesión de construcciones unas pegadas a las otras, se ve diferente, es mucho, muchísimo más grande de frente que los otros, más bajo y con más ventanas. Miro a través de otra de ellas y veo pequeñas sombras que van en el aire de un lado a otro. Con un poco de miedo, pero con más esperanza, decido entrar aunque no sepa por dónde, tengo que encontrar alguna abertura, pero no hay ninguna.

Si bien me desanimo por no encontrar una entrada, no abandono mi propósito, una vez que decidí hacer algo es muy difícil que abandone ante cualquier obstáculo. Aunque haya inspeccionado toda la pared exterior de esta sección antes de que este edificio termine y se pase a los siguientes (uno mucho más angosto y alto a la derecha, es decir, volviendo sobre mis pasos, y otro también más angosto aunque apenas unos metros más alto que en el que quiero entrar, a la izquierda), no encuentro una posible entrada, más allá de todas las ventanas y de la gran puerta, ninguna puede abrirse y no quiero andar rompiendo cosas y haciendo un escándalo. Lo único que queda es intentar trepar y ver si desde el otro lado se puede entrar.

Más allá de que me preocupa escapar o, más bien, me ocupa, sé que lo mucho que podré hacer es conocer más verdades de las que conozco antes de mi final, por eso me siento tranquilo por intentar entrar en esta habitación más que por intentar abandonar el Sector 0.

Piso uno de los bordes de una ventana, el inferior, y trepo hasta el superior. Ahora tengo que llegar al primer agujero que está más cerca en la pared (es una abertura de ventilación, supongo, hay muchas), a más o menos un metro y medio hacia arriba y a la derecha, y de ahí pa sar al que está un poco más arriba, a otro metro y medio. Con esfuerzo y cuidado lo logro, llego al primero, me agarro con mis manos, trepo y pongo también mis pies en él, salto y llego al segundo, sosteniéndome de la abertura con la firmeza de mis dedos. Lo que queda es lo peor, lo próximo es el borde del techo, que está a unos tres metros. O lo logro y llego a agarrarme o caigo al suelo y me quiebro algún hueso, seguro.

Sostenido con mis manos hago fuerza y me elevo con mis brazos, pongo mis pies en la abertura, soportando mi cuerpo con todas mis extremidades tomado de este agujero de ventilación. Acomodado así debo verme parecido a una rana sobre un tronco de árbol, como una de color naranja que recuerdo que estaba en un libro que vimos en la escuela para practicar movimientos de destreza y desplazamiento; además de la imagen a color estaban los dibujos simples en trazos negros que acompañaban la descripción de cada movimiento.

En esta posición puedo ver, a pesar de la poca luz, que en los orificios hay un estilo de tejido de metal. Mi nariz gotea sangre que cae unos cuantos metros antes de llegar al piso. Cierro los ojos, tomo aire por la boca, los abro y salto con todas mis fuerzas. Mis dedos se sostienen, por poco, del borde del techo. Trepo y finalmente hago pie sobre este edificio.

Busco con los ojos una escalera que baje del otro lado y el esfuerzo valió la pena y los saltos: hay una compuerta en el medio del techo parecida a la que encontré en el campo hace un rato, cuando estaba junto a mi hermano dormido –hace tanto tiempo, me parece–. Me acerco, la abro y, ahora sí, veo otra escalera que desciende hacia la oscuridad. Bajo con cuidado pisando los escalones.

Algo parecido a la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora