Suena el primer llamado, nos damos vuelta después del último beso y caminamos hasta ubicarnos en nuestros puestos, bastante lejos unos de otros, cada zona ocupa un cuarto de un círculo que abarca todo el Salón, así vamos a correr hacia el centro, acercándonos cada vez más todos los participantes. Suena el segundo, nos miramos con mi hermano, un punto a lo lejos que está a mi derecha, y con 5999 que está a mi izquierda, una excelente compañera y competidora, de los más chicos de nuestra generación. Suena.
El ruido de los pasos pesados de las corridas es intenso, escucho el murmullo del público, el polvo se levanta aunque todavía no molesta, llegando al centro va a ser insoportable.
El primer obstáculo aparece después de un rato, las clásicas serpientes mecánicas que te paralizan doce segundos. Lista para saltar lo hace, también la que está para mi hermano, allá a lo lejos. Para esquivarlas, nos acercamos un poco con mi hermano, aunque se sigue viendo bastante chiquito, y si bien las dos serpientes son muy rápidas y escurridizas, lo único que tenemos que hacer es dar un pequeño salto y ya las superamos. Nos alejamos nuevamente, mientras lo hago veo a 5999 saltando, como si tuviera resortes en sus pies, sobre la serpiente que la atacó a ella. Escucho un grito, alguien de nuestro grupo cercano a nosotros fue mordido, no importa, no es tan difícil que recupere los doce segundos de desventaja acelerando el paso en cuanto salga de la parálisis. Debemos seguir, más adelante tendremos que ayudarnos entre todos, ya que hasta que no llegue el último del grupo no habremos cumplido el recorrido.
Después de un rato de sólo corridas, en cualquier momento se presentará el segundo obstáculo. Sigo sin pensar, 5271 está a la par mío, a la derecha. Las sombras empiezan a verse, saliendo desde el suelo, y rápidamente nos encontramos llegando a los perros, que se acercan corriendo; no son violentos, pero son pesados y juguetones, nunca hay que dejar que uno de esos se pueda parar sobre tu cuerpo porque no te levantás más. Mi hermano se frena un segundo para estudiar los movimientos del perro que se le acerca y lo esquiva con facilidad, yo sigo sin bajar mi velocidad y cuando el que se acerca a mí salta (puedo ver su lengua colgando de su boca) me tiro rodando por el suelo y lo paso por abajo, me incorporo y sigo corriendo. Los perros nos siguen pocos metros antes de rendirse por su fatiga, es mucho movimiento para semejante bestia sin agilidad. Antes, dicen, los perros eran más chicos, pero la radiación nos dejó esto; son de los pocos animales que vemos en toda nuestra vida. A mi derecha, a lo lejos, se escuchan quejas de alguien que fue retrasado por un mimoso y gigantesco perrito, no reconozco quién, pero rápidamente llega el alivio al escuchar: "Ya estoy, sigo".
Los murmullos del público nos cubren desde el techo de butacas, se escucha cada tanto un "ohhh" o un "ahhh" de algún grupo de espectadores impresionado. Seguimos corriendo, adelante no se ve nada nuevo, pero sorpresas se acercan, ya lo sabemos.
En un momento veo a unos cuantos metros delante de nosotros un hilo de polvo que se levanta y se disuelve en el aire, sólo puede ser una cosa. Con todas mis fuerzas grito "Soga a la vista" para que mis compañeros no tropiecen con el hilo que se elevó a la altura de nuestros tobillos para hacernos caer. Escucho las réplicas de mi grupo, "Soga a la vista". Salto, mi hermano y 5999 también lo hacen, escuchamos un "ay" a la izquierda muy lejos, alguien cayó, dudo en detenerme a ayudar (seguro todos lo hacemos), pero instantáneamente se escucha un grito de "Sigan adelante, ya me incorporé"; por su voz imponente es 5207, un compañero difícil de detener.
Seguimos. Supongo que las butacas más cercanas al suelo ya habrán empezado a acercarse lentamente a nosotros. El próximo obstáculo son las arenas movedizas, que sólo se pueden cruzar en contacto directo con la piel, solamente así no te absorben, por lo que deben atravesarse caminando con las manos, ya que si alguna parte de nuestras ropas o vendaje de pies toca esa superficie quedaríamos atrapados, hundiéndonos y perdiendo un minuto hasta que las arenas te liberan expulsándote y podés salir y seguir sobre tus pies. Lo importante para no caer es la concentración en los pasos que damos con las manos y si caemos la clave es permanecer un minuto completo quietos, porque si nos movemos la cuenta vuelve a empezar y no podríamos liberarnos nunca, y si nuestra cabeza queda sumergida (lo que es casi seguro por la posición que tenemos mientras marchamos sobre las arenas), además, hay que soportar la respiración. En caso de emergencia, se sabe, hay patrulleros que vienen en nuestro rescate nadando debajo de las arenas para no dejarnos morir, pero si eso es necesario, el competidor, por reglamento, no puede retomar la carrera hasta cinco minutos después de ser extraído de las arenas y eso no conviene para nada.
Dada la complejidad de este obstáculo el suelo está marcado circularmente tres metros antes de llegar a la superficie movediza y nuevamente un metro después de que termina. Veo la marca, 5999 que está un poco más adelante, ya mucho más visible, la cruza sin frenar la marcha y salta volteando su cuerpo en el aire, cayendo sin problemas con sus manos violentamente sobre el piso y caminando con ellas con la mayor agilidad, es admirable. Nos miramos fugazmente con 5271, que también ya está más cerca de mí, debido a que las distancias entre nosotros se acortan mientras corremos, cruzamos la marca y después de dar dos pasos más nos paramos sobre nuestras manos y avanzamos a toda velocidad. La textura de las arenas movedizas es rara, húmeda y gomosa, lista para ceder y dejarnos prisioneros ante el mínimo contacto de nuestras ropas. La marca que indica el final de este obstáculo tarda bastante en aparecer. Finalmente el terreno vuelve a ser sólido, veo la marca bajo mis manos y, haciéndome un ovillo y girando hacia adelante, me incorporo para seguir corriendo.
Si alguien de nuestra zona cayó no lo escuché, espero que hayamos pasado todos sin problemas. De todas formas no podemos ayudar en este caso, se necesita inmovilidad y paciencia.
Estamos cerca del final, el próximo desafío son las sirenas, un obstáculo mental. Unos metros más adelante vamos a empezar a escuchar a nuestras espaldas un ruido extraño, encantador, no un ruido caprichoso y sin forma, un sonido como creado a propósito con esas características. Algunos dicen que a eso se le llamaba música o melodía. Es parecido al ruido que algunos habitantes de las zonas, durante algún festejo por nacimientos o triunfos en las Competiciones, hacen golpeando con palos diferentes objetos para crear ritmos (aunque esta música de las sirenas es mil veces más elaborada y con sonidos muy variados, ya las escuché todas las veces que fui espectador), mientras otros se mueven siguiendo esos ritmos a su alrededor. A esto último le decimos bailar, pero para lo primero no tenemos un nombre. Tal vez eso también sea hacer música, aunque más primitiva. Me gustan los ritmos, me hacen acordar a los relojes.
Este es el único obstáculo para el que nunca nos preparan, tengo miedo. Recuerdo cómo me sentí todas las veces que estuve entre el público, es como si el tiempo se quedara quieto.
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Algo parecido a la lluvia
Science FictionEn un futuro lejano, distópico y post-apocalíptico, el mundo presenta un clima arbitrario y peligroso y, en él, la sociedad se encuentra organizada de un modo muy diferente al de nuestros días, dividida en cinco comunidades separadas. Un grupo reduc...