Capítulo 57

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Colibrí me tiene en sus brazos y me hamaca, el techo de la habitación está manchado, tiene un círculo de humedad y el olor de la comida que están preparando es muy fuerte y riquísimo. De vez en cuando ella baja la vista y cruza su mirada con la mía, sus ojos y su boca me sonríen antes de volverse a tensar para discutir con Cardenal. Yo estoy mirando hacia su pecho y no puedo ver nada más que parte de su cara y de la mancha del techo.

–¿Cómo se te ocurre entregar a un bebé en manos del Sector? Si sabés que ellos no corren riesgos nunca –grita desconcertada.

–¿Pero por qué el riesgo lo tenemos que correr nosotros? No soy un insensible, pienso en nuestro hijo, tenemos a otro bebé que nos necesita y no necesita padres inconscientes, tenemos que ser responsables –le contesta él desde mis espaldas, no lo puedo ver, pero escucho su voz. Está preocupado, suena como esas personas que saben que, hagan lo que hagan, no se van a sentir satisfechos con lo que resuelvan, que con cualquier resultado se van a sentir responsables de algún mal que, para ser evitado, debía ser reemplazado por otra desgracia. En este momento es la persona que piensa en el mal menor, no en un bien mayor.

–¿Y ser responsables es mandar a un nene a una muerte segura? Sabés que cualquier indicio de radioactividad es eliminado por el Sector Cero sin cuestionamientos.

–¿Y querés tener a una posible amenaza radioactiva en tu casa, junto a tu bebé? 5271 nos necesita ahora, no podemos arriesgarlo a él también –pareciera tener razón, aunque no la tiene.

–Podemos arriesgarnos nosotros, un poco, por lo menos –ella llora, me hace acordar a mamá, me carga y llora mientras discute.

–¿Qué proponés hacer? –pregunta él, mientras ella me acomoda de tal modo que ahora puedo ver la cara de Cardenal. La mancha de humedad está en su totalidad justo sobre mí y la cacerola detrás de Cardenal larga constantemente chorros de vapor.

–Esperar, por lo menos un tiempo.

–¿Cuánto?

–No sé, un tiempo, una semana o dos.

–¿Para qué?

–Para ver si este bebé es una amenaza radioactiva o es sólo un bebé que tuvo suerte y se salvó de lo imposible –él se queda mirándola unos segundos y después dice.

–Yo no es que no quiera salvarlo o cuidarlo, pero tenemos un bebé propio al que cuidar, que no puede resultar ser una amenaza para la salud de todos, como el bebé que tenés en brazos. ¿No hay nada en tu instinto maternal que te diga que esto es peligroso? –mientras lo pregunta, miro su cara, ni él cree lo que está preguntando, en realidad le tiene miedo a otra cosa, a otra amenaza.

–Sí, por supuesto. Pero hay mucho más en mi instinto que me dice que este bebé es el hijo de alguien, que lo cuidó y dio su vida por él. ¿O te pensás que esas piedras que se convirtieron en cenizas cuando las tocaste eran manzanas? Eran cuerpos, tenían forma de cuerpos, eran personas, como vos y yo. Personas que murieron protegiendo a este bebé. Pudo ser por la tormenta, nadie que conozcamos fue expuesto a una de ellas nunca, pero sabemos que hacerlo es mortal. ¿No viste la forma de esas piedras?

–Sí –él está vencido, tal vez su propósito con esta discusión era convencerse más a sí mismo que a Colibrí de que lo correcto es cuidarme y no darme la espalda por más peligroso que pueda parecer.

–También hay algo en mi instinto que me dice que si a este nene se lo damos al Sector Cero no va a tener un futuro... nunca.

–Entonces, ¿qué sugerís? –pregunta, ya resignado.

–Que esperemos.

Algo parecido a la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora