Capítulo 67

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La vida salvaje corre en el campo y yo voy entre ellos en este largo camino hacia el bosque, si es que llegamos. Después de unos doscientos metros hacia el campo, alejándonos en diagonal de los edificios y del Salón, los patrulleros comienzan a acercarse, los veo con claridad, cargan con unos artefactos negros, con un tubito o cañito. Por suerte los animales me limpian el camino, me defienden, todos, absolutamente todos. Los más grandes y peligrosos son muy certeros en su ataque, pero hasta los perros, gatos y pájaros atacan como pueden: mordeduras, rasguños y hasta picotazos aéreos me ayudan a avanzar en mi escape.

Algunos de ellos reciben disparos, sobre su piel quedan dardos adheridos que los dejan en el suelo, pero no veo sangre, por suerte, por ningún lado. Seguramente de esa cosa con caños salen esos dardos paralizantes, como las flechas de hace una semana. Espero que sólo los dejen sedados y no los maten, aunque eso signifique que seguramente vuelvan al cautiverio (como el que vivimos en las zonas) y estoy seguro de que estos animales preferirían morir antes que volver a las jaulas (como yo prefiero morir antes que ser carne de repuesto).

El cielo está cubierto de nubes y rayos, tengo miedo aunque ahora sé que la lluvia acá no es mortal, pero necesito salir de este perímetro del Sector 0 para sentirme seguro, aunque si salgo y la lluvia me toca sé que me voy a morir. Qué dilema. Sé que prefiero morir como un animal salvaje que vivir o morir como un animal cautivo.

Habremos avanzado unos setecientos metros. ¿Dónde estará mi hermano? El resonar de los pasos de estos animales pesadísimos me hace sentir capaz, sigo avanzando, Tigre y Tigresa están a mi lado. Los patrulleros se aproximan pero no pueden llegar muy cerca de mí, siempre alguno de los animales me defiende o recibe el disparo en mi lugar, me siento culpable por eso, pero no puedo detenerme.

Los animales se ven tan vivos, corren tan rápido, son todo lo que un humano verdaderamente civilizado debería querer ser. Ya debemos tener un kilómetro de carrera, los patrulleros se siguen acercando pero nunca llegan a dar conmigo, aunque cada vez son menos los animales que se mantienen a mi lado y no fueron alcanzados por los disparos tranquilizantes de sus armas. Detesto a todos los hombres del Sector.

Después de unos mil seiscientos metros, sólo quedan a mi lado los tigres, leones y los animales cornudos. La mayoría de los pájaros se salvaron gracias a su capacidad para volar, los demás animales están caídos por el campo a mis espaldas. Te odio, hombre supuestamente civilizado.

Los truenos y rayos dan lugar a las primeras gotas de lluvia, las primeras de mi vida, y mientras corro me pongo a llorar. Nunca sentí una lluvia y es hermoso. No llego a ver los límites del Sector, no sé si podré escapar de él y si lo hago no voy a sobrevivir a la tormenta, pero sentir la lluvia encima mío es tan hermoso como mi mirada con el tigre.

Casi dos kilómetros de carrera. Mientras pienso en eso y veo cada vez a más patrulleros que se acercan desde lejos y a los tigres y leones acompañándome bien cerca, siento un pinchazo en mi estómago que me paraliza. Tigre se abalanza sobre el patrullero que me disparó y lo deja tendido en el suelo, después se acerca a mí mientras Tigresa, los leones y uno de los animales de los cuernos comienzan a correr en círculos a mi alrededor para protegerme.

Caigo al suelo boca arriba, Tigre se acerca y me lame la cara, me mira, llora lágrimas sobre mis lágrimas mientras la lluvia, que ya es tormenta, nos moja la cara y el resto del cuerpo. Apoya su cabeza en mi pecho y se tiende a mi lado, siento cómo su cuerpo se eleva al respirar encima de mí, me mira. "Está bien, Tigre, tranquilo, así tenía que ser, me voy como un animal salvaje, en la lluvia que me vio nacer". Lo abrazo y él me abraza a mí, como puede, con sus garras mortales que saben acariciar.

Un león y el animal de cuernos al que me encantaría poder dar nombre, que tan lealmente me defendieron este rato, cayeron hace unos segundos; Tigresa recibe un disparo y se tambalea cerca de mí. Tigre se incorpora, con una de sus patas delanteras sobre mi pecho, y con el león, el único además de él que queda en pie, le gruñen al cielo. Mientras lo hacen, pienso que nunca sentí tanta fuerza junta. Estos seres, que para mí sólo existían en imágenes, gruñen con la misma fuerza de los truenos y tapan su sonido y el de las gotas que caen pesadas sobre nosotros.

Los pasos se acercan, el león a mi lado cae justo antes de que Tigre lo haga sobre mi cuerpo, su cabeza está en mi pecho otra vez. Me mira otra vez y llora más de lo que un hombre podría hacer en toda su vida. Encima de mí vuela en círculos un grupo de pájaros, reconozco algunas especies, las más importantes para mí son las palomas, los cardenales y los colibríes. Como puedo acaricio la espalda de Tigre. "Tranquilo, Tigre, me voy contento. Me acompañan mis dos parejas de padres, bajo la lluvia. Pensaba que ver el riego de las butacas era algo parecido a la lluvia... Lo único parecido a la lluvia es una lluvia de verdad".

Siento otro pinchazo en mi brazo izquierdo y después otros dos, uno en cada una de mis piernas. Algo, que debe ser la lluvia, me acaricia el cuerpo y la cara. Mis ojos se cierran, pero sigo escuchando las gotas que caen unos segundos más... y sigo sintiendo el olor a la tierra mojada... sigo sintiendo el colchón de pasto verde...

Algo parecido a la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora