Capítulo 56

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Unas voces me despiertan, escucho a una mujer decir: "¿Qué es eso, Cardenal?". "Parece una piedra, pero es muy rara, será...", la respuesta del hombre queda suspendida en el aire. Un bebé llora, soy yo.

–¿Es el llanto de un bebé? ¿Cómo puede ser? –dice la voz de la mujer.

–Yo también lo escucho, voy a acercarme más.

–Cuidado, Cardenal, nunca vi nada así.

–No creo que nadie haya visto algo así alguna vez, Colibrí. Tienen forma... esto es muy raro, deberíamos avisar a las autoridades del Sector.

–No, primero veamos nosotros, es un bebé, sin dudas, escuchá ese llanto. Quiero ver.

–Esperá, yo me fijo.

Los pasos se acercan, el suelo cruje levemente mientras escucho mi propio llanto, cualquiera diría que un bebé no puede entender lo que pasa a su alrededor con tanto detalle, pero sí puede, sí puedo. Yo entiendo, aunque después lo vaya a olvidar por tanto tiempo, lo entiendo.

Ante el tacto del hombre, los cuerpos de mis padres se deshacen en cenizas y en pequeñas piedras que caen como una cascada de frutas acumuladas que pierden el equilibro porque alguien quita una pieza importante de la estructura. Siento cómo los cuerpos que me cubrían y protegían se deshacen a mi alrededor y después siento el Sol a través de las ropas (casi completamente deshechas) y, sabiendo que ya no llueve más, me calmo un poco, aunque sigo sollozando instintivamente, como cualquier bebé haría cuando sabe que el peligro pasó, pero no es tan lejano su recuerdo. "Por favor, Colibrí, acá hay un bebé", el hombre que me mira deja su boca abierta después de decir esto.

Siento que me levantan y lo que queda de las prendas que me cubren se deshace con esta acción, como se deshicieron los cuerpos de mis padres. El cuello, la pierna izquierda y ambas manos me arden mucho. El hombre me quita los restos de polvo y ropa que me cubren y me mira asombrado. "¿Cómo puede ser, Cardenal? Ese nene sobrevivió a una tormenta, es imposible", le dice ella. El hombre me mira, la mujer está detrás de él con la boca abierta también, por ahora sólo puedo ver su cara, una cara que veré por el resto de mi vida y a la que voy a llamar 'mamá', rostros de una mujer y un hombre que me amarán y criarán como a su hijo (aunque todavía no lo sepan) y que me están rescatando después del peor momento de mi vida (cosa que seguramente imaginan); escenas clave de mi vida que no voy a recordar por tanto tiempo.

–Tenemos que dar aviso –insiste él.

–No, primero tenemos que cuidarlo, puede estar en peligro todavía –dice la mujer, pero no lo estoy, por tanto tiempo no voy a volver a estar en peligro, aunque ni yo lo sé en este momento.

–Pueden castigarnos duramente por esto, tenemos un hijo recién nacido, deberíamos actuar correctamente.

–Lo correcto, ahora, es cuidar a ese bebé.

El hombre me carga y comienza una nueva caminata, como la de ayer, pero con Sol y sin tormenta. Como ayer, una mujer sigue a un hombre que carga a un bebé y, otra vez, ese bebé soy yo.

Algo parecido a la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora