Hope (Serie Love 17)

Creciendo

Me cuesta mucho sincerarme con ella y dejar salir mis sentimientos.
Como ya dije en otra ocasión, temo su reacción.
Si me rechaza será algo malo.
Pero si como temo, solo me ve como a un hermano, como a alguien de la familia, será mi fin.

Durante todos los años que hace que la conozco, puedo decir con total seguridad, que conozco perfectamente a Hope.
Sé la clase de películas que la emocionan.
Sé que adora el dulce y el picante.
Ama pasarse horas con una taza de café y un buen libro.
El café siempre se queda frío porque ella entra tan de lleno en el mundo del libro que se olvida de todo lo que la rodea.

Hace unos años, cuando yo tenía diez, le regalé el libro de Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer.
Siempre lleva ese libro en el bolso y eso me da alguna esperanza, por pequeña que sea.

Hay una de sus rimas, la XIV*, que es su favorita. Incluso he llegado a aprendérmela con tal de poder recitársela algún día.

Amelia ha llegado por fin, pero no hay ni rastro de Hope.
Lía dijo que había recibido una llamada y que en cuanto se aseguró de que ella entraba en casa, aceleró y se fue.

Me gustaría saber que es exactamente lo que la hizo irse sin entrar a decir hola.
Y me gustaría ser lo suficientemente mayor como para poder ir tras ella.

*****

La hora de cenar llega, y como cada noche, nos reunimos todos alrededor de la mesa.
Mamá y papá nos escuchan contarles como nos ha ido el día.
Mamá ya parece encontrarse mejor. Su sonrisa ilumina todo su rostro.
Ella siempre ha sido una mujer muy alegre y aunque algunas veces ella y papá discuten, sobretodo cuando él se pone en plan cavernícola, palabras de mamá, en general el ambiente en casa es distendido y feliz.

-Y después Hope me acompañó a recoger el vestido para el baile del colegio. Bobby dijo...
-Detente ahí, princesa. ¿Quien es Bobby y que tiene que ver con el baile?
Contengo una carcajada al igual que mamá al ver como papá frunce el ceño esperando a que Amelia responda.
Creo que no le gusta pensar que su niñita está creciendo.
No es que yo fuese a permitir tampoco que ningún capullo se acercase a mi hermanita con malas intenciones.
-Bobby Knight es el chico más guapo de mi curso. Él me hizo prometer que bailaría con él.
El ceño de papá sigue frunciéndose cada vez más.

-¿Tú sabías eso, nena?
-Los padres de Bobby llamaron porque su hijo quiere llevarle un ramillete a Lía y querían asegurarse de que escogiese uno de un color acorde con el vestido de la niña.
-¿Y por qué es la primera vez que escucho sobre eso?
-Lía habló de ese baile durante las dos últimas semanas.
-Me refiero acerca de ese... ese chico que quiere bailar con mi niña.
-Papá ya no soy una niña- contesta Lía poniendo esos ojos de corderito que tienen al gran Jackson Stone comiendo de la palma de su mano.
-Por supuesto que lo eres. Mi hija. Mi niña. Ya puedes ir a decirle a ese chico que baile con su otra mano.
-¡Jackson!
Mi hermanita deja la servilleta sobre la mesa y como la princesa que es, apenas levanta la voz cuando se disculpa para retirarse, aunque todos podemos ver que está haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas.

Una vez escuchamos la puerta de su habitación cerrarse, mamá se vuelve hacia mí.
-¿Por qué no ayudas a Adrian a lavarse los dientes y a ponerse el pijama. Yo subiré enseguida.
Asiento y hago lo que me pide.
Creo que será mejor que pongamos tapones en nuestros oídos esta noche.

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Si no habéis leído este libro os lo recomiendo.
Al igual que Hope,  mi favorito es el XIV.
Y de leyendas:
-El rayo de Luna.
-Maese Pérez, el organista.
-El monte de las ánimas.

*****

Rima XIV

Te vi un punto y, flotando ante mis ojos, 
la imagen de tus ojos se quedó, 
como la mancha oscura orlada en fuego 
que flota y ciega si se mira al sol.

Adondequiera que la vista clavo, 
torno a ver las pupilas llamear; 
mas no te encuentro a ti, que es tu mirada, 
unos ojos, los tuyos, nada más.

De mi alcoba en el ángulo los miro 
desasidos fantásticos lucir; 
cuando duermo los siento que se ciernen, 
de par en par abiertos sobre mí.

Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche 
llevan al caminante a perecer; 
yo me siento arrastrado por tus ojos, 
pero adónde me arrastran, no lo sé.