6: Humillante.

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Un chico pasa a mi lado, golpeando mi hombro con la fuerza suficiente como para que yo termine golpeándome contra la pared por pura inercia, y él pase de lo más normal, como si no existiera ni hubiera hecho absolutamente nada. Resulta que no es la primera vez en el día que esto sucede, ¡ya viene siendo como la sexta vez y ya estoy muy molesta, si es la palabra correcta para definir cómo me siento!

¿Soy invisible acaso? Porque, si bien nunca he sido la persona más social que pisó este lugar, no soy transparente. Traigo a uno de cuatro guardaespaldas detrás de mí, también a un mayordomo y una chica de vestuario pomposo a la que suelo llamar mejor amiga. No soy tan pequeña, y aunque sea muy normal, mi ropa oscura de "luto" puede llamar la atención fácilmente.

-Phoebe, Phoebe, Phoebe -Gabrielle aparece en el lugar, con el cabello desordenado, y bastante estresada-. Ay, carajos.

- ¿Qué ha ocurrido? -le pregunto, sorprendida.

- ¡Me han atacado! -Chilla-. Esos chicos... unos chicos de instituto me han tirado al piso, y me desordenaron el pelo, y me llenaron la cara con mi propio labial. ¡Y hasta me tiraron un pedazo de pizza en la camisa!

Observo su camisa, tristemente blanca, que brilla llena de manchas de aceite y kétchup. Miro significativamente al guardaespaldas que me acompaña.

-Ve siempre con él -lo señalo, y tras eso miro a Astor, quien asiente con la cabeza levemente. Irá por otro del personal-. Se llama Sebastian, y te va a cuidar.

-No, ni loca. Voy a estar contigo -decreta con severidad-. Y creo que sé por qué esos mocosos abusaron de mí de esa forma.

-Dilo, entonces.

-Ayer discutí con Terrence, y... ya sabes, terminé amenazada también -se ríe, pero está realmente nerviosa-. Dante tampoco está feliz conmigo. Es que, creo que me he pasado.

-No te voy a dejar caer así -le prometo-. Yo te protejo, ¿sí? Y no cometas idioteces por mí, Gabrielle, el problema entre Terrence y yo, es que aún no me supera.

Ella se detiene de golpe y abre la boca sorprendida. Me señala varias veces, y yo niego con la cabeza sabiendo lo que va a decir.

- ¡Tú y Terrence fueron...!

-No, no, ¡no, no! -Chillo, de golpe, interrumpiéndola para que no termine de decir esa frase-. ¡No, jamás, qué asco! Me refiero al motocross. El año pasado competimos juntos, y gané el trofeo de su padre.

- ¡No puede ser! -Abre los ojos de par en par, pero en vez de seguir con su pensamiento, solo suspira pesadamente-. Sí, tienes razón. Seguro te lo ganaste de enemigo desde ese.

Se queda un segundo en silencio y luego se tira de su perfecto cabello rubio, frustrada.

- ¡Lo peor es que no te puedes mantener callada un instante!

-Hablo lo que una persona promedio habla, no soy parlanchina -le aclaro, riendo por lo bajo-. Relájate, ¿sí? Terrence no va a hacer nada.

Si hay cosas que debo aprender es a dejar de subestimar a las personas y a dejar de hablar con anticipación. Apenas abro la puerta del salón en el que nos deberíamos encontrar, tenemos a tres chicos de instituto apuntándonos con pistolas de juguete. Sebastian actúa de inmediato, sin embargo, no consigue controlar la puntería de esos mocosos con las pistolas, y termina por ser también atacado con salsa de tomate y huevos llenos de harina.

Mi cara entera está llena de esos dos ingredientes y me resulta completamente asqueroso. Irene también ha pagado el juego, cubierta de salsa de tomates y harina, sin embargo, me alegra de que hayan tenido un poco más de piedad con Gabrielle, porque ya suficientemente maltratada está.

No te arrepientas [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora