40: Respuestas.

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-Hemos encontrado un lugar perfecto -Violet me avisa por celular, mientras yo atravieso el estacionamiento en mi auto-. Está a un kilómetro y medio de la empresa, en una zona bastante tranquila. Tiene lo que pides; muchas habitaciones, una cocina grande, un campo grande para montar y jugar golf, piscina y un establo, pequeño, pero suficiente para tus cuatro caballos favoritos.

-Pasaré viéndolo en la tarde -señalo, emocionada-. Justo ahora tengo una reunión muy importante con una empresa de Corea, el Presidente Suk Kong ha venido a cerrar el trato de las propiedades para los nuevos softwares.

-Estaré ahí antes de la reunión con el Presidente de Four Dellow -me dice-. Empezaremos un nuevo contrato con él, para la instalación de computadoras en un centro educativo. Necesitan un programa imponente.

-Hablaremos luego de eso -le digo.

-Hasta pronto -y cuelga.

Salgo del auto y cruzo la entrada de mi edificio, hasta llegar a mi oficina, en la última planta. Mis guardas me siguen, y yo paso a sentarme en la gran silla delante del vitral oscuro. Reviso los papeles y las cuentas nuevas, además de otras facturas, y me permito dejar de lado unos cuantos, para resolverlos cuando haya terminado con la reunión con los coreanos.

En eso se ha convertido mi vida cotidiana; llamadas tras llamadas de contratos, facturas por cobrar y pagar, revisar solicitudes de trabajo, ordenar papeles, hacer viajes a lugares que ni siquiera pensé que conocería; muelles llenos de barcos con carga, bodegas con cajas de documentos y objetos de trabajo, aerolíneas con cargamentos, incluso he tenido que visitar escuelas para saber sobre el funcionamiento de las computadoras. Y claro, como el chisme de que ahora soy la Presidenta de una de las empresas más influyentes de softwares, artefactos de comunicación masiva y de persecución, las cartas de admiradores o mensajes por internet, se han convertido en algo cotidiano; si era insoportable en la Universidad, es mucho peor ahora.

A las diez de la mañana salgo de la reunión con los coreanos, y paso a una reunión con el Presidente de Four Dellow, una empresa de comunicación muy popular, que necesita un contrato para instalar softwares en computadores de escuelas primarias en Venecia. A esa hora, Violet ya está a mi lado.

Ambas pasamos a la sala, con tranquilidad, y me pongo en pie frente a todos ellos. El corazón se me cae al suelo cuando veo a Brandon Dellower, al lado de Terrence, y otros agentes en el lugar.

Violet me da un codazo, para recordarme que debo mantener mi profesionalismo. Me obligo a hacerlo.

-Buenos días, agentes, Presidente e hijo -digo, amable.

-En realidad, Presidenta, las cosas han cambiado -expone Brandon-. Es Presidente, y padre.

Miro orgullosa a Terrence, aunque también, algo dolida.

-Bien, entonces, iniciemos con esto.

Ellos me explican bien de qué va el asunto, me dan una representación escrita y gráfica de lo que necesitan para que el proyecto esté completo, y en ese instante, sé que el trato no tiene ninguna especie de trampa.

-Lo haré -digo, viendo a Terrence, que tiene las manos cruzadas sobre el pecho-. ¿Hay algo que desee agregar al trato o solo tomo en cuenta lo que está aquí escrito?

-Claro que sí -responde y yo busco una pluma rápidamente, para anotarlo al final de la hoja de color crema.

-Lo escucho, entonces.

-Eso, lo diré cuando todos hayan salido de la habitación. ¿Puede ser posible? -cuestiona.

Asiento con la cabeza. Violet se lleva a los agentes a la cafetería que instalé hace unos días, para que los empleados no tuvieran que saltarse sus comidas, y yo me quedo en la sala con Terrence, sola.

No te arrepientas [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora