30: Sorpresa.

2.2K 154 5
                                    

La alarma no es la única cosa que me despierta. Y agradezco muchísimo haber dejado cerrada con pestillo la puerta de entrada a mi habitación, pues, los golpeteos insistentes de Astor son lo que me despiertan. Miro a mi alrededor, algo perdida, y me sorprendo un poco al ver una tercera mano, alrededor de mi cintura.

Los recuerdos de la madrugada me azotan fuerte, y una sonrisa grande se apodera de mis labios.

-Vuelve a dormir -gruñe contra la almohada.

-Tenemos que ir a la universidad, Terrence -le recuerdo-. Y yo que tú, salgo corriendo... estás en desventaja.

-Tienes ropa para hombre, yo lo sé -se encoje de hombros y tira de mí, haciéndome caer sobre sí-. Buenos días, gorda.

-Gordo tú, que no te atreves ni a moverte de la cama -gruño.

Se ríe por lo bajo y niega con la cabeza, para luego plantar sus labios sobre mi frente.

-Te ves maravillosamente gorda hoy -bosteza sin delicadeza-. Y eso me gusta. Ah, ¿podríamos dormir un poco más?

- ¿Te he dejado cansado? -Mascullo, en tono burlón.

-Mucho. Llegué a creer que el virgen era yo, te lo juro -masculla, siguiéndome la broma-. Ah, vamos, gorda, vuelve a dormir.

-Duérmete tú -gruño.

Me levanto de la cama y lo cubro con las sábanas para que no pase tanta humillación. Enredo una toalla alrededor de mis pechos y abro la puerta a Astor y las empleadas, que tienen un llavero en manos. Sonrío apenada.

-He dormido un poco mal -admito y consigo hacer que mi siguiente mentira suene convencible-: Por cierto, Terrence Dellower está en mi cama, ayer vino borracho y estuvo pasando un mal momento. Consíganle algo de ropa para la universidad y me ayudan con la mía, ah, y de paso, preparan desayuno para ambos. Por favor.

-Como ordene, señorita -una de las dos mujeres sale casi corriendo por el pasillo, en busca de ropa, y yo entro a la ducha.

Me doy mi tiempo en el baño, teniendo cuidado del pequeño pero punzante dolor en mis partes, y luego, me pongo mi ropa interior de algodón azul, la más cómoda y suave. Me visto en el baño, con una camiseta rosada de puntos negros, un pantalón corto azulado y mis botines negros. Me seco el cabello y lo aliso con cuidado, entonces, solo entonces, salgo.

Terrence me mira con desconcierto desde la cama, aún desnudo y adormilado, y yo suspiro pesadamente mientras le quito de la mano la ropa a la mujer que se ha ocupado de encontrar algo para él.

-Te doy diez minutos para bajar a desayunar bien arreglado -le lanzo la ropa a la cama y lo miro con cierta amenaza-. Sino, me llevo tu auto a la universidad y te dejo aquí encerrado.

-Grr, amaneciste como una leona posesiva hoy -se burla y yo le lanzo un cojín-. Auch. Creí que me querías.

-Limpio y desperezado, todo lo que quieras -contesto, y me acerco para plantarle un beso en los labios, me sonríe como un niño encaprichado-. Hay un cepillo en la parte de abajo del armario, lávate los dientes con él.

-Espantoso que tu novia te diga, luego de un beso, que te apesta el aliento -masculla y yo río.

-Nunca dije eso. Tan solo creo que lo necesitarás, Terrence -vuelvo a reír, y salgo de mi habitación.

Me preparo en la oficina de abajo para el día de hoy, y mi alma se cae al piso al ver la fecha; hoy es justamente, el día en el que mi padre falleció. Por cuestiones de costumbre, le paso dejando flores siempre, y me quedo a limpiar su tumba yo misma, sola, sin embargo, no sé si hoy sea lo correcto. Tendré que llamar a Lorette, porque ahora que sé que ella y yo compartimos esto en común, siento que ir a él sin ella, sería como ocultarle un tesoro que él buscó por años.

No te arrepientas [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora