Veo la playa a lo lejos, y observo a Daniel sentado en las piernas de Terrence, mientras ambos toman el volante del auto, y yo le acaricio el cabello a Braden, que va sentado en mi regazo en el asiento del copiloto.
-Papi, cuidado -chilla Braden, al ver una roca en el camino-. ¿Al regreso yo puedo conducir?
-Claro que no, no sabes ni limpiarte para ir al baño, mucho menos vas a conducir -se queja Ginger, en el asiento trasero.
La chica es un problema andante.
-Ginger -la regaño.
-Ya, ya... está bien, el mocoso conduce -se ríe.
-A veces me pregunto si eras tan molesta como ella -dice Terrence, en tono burlón.
Ginger le da un golpe en el hombro, y yo me río.
-Era la mejor. ¿Por qué crees que soy la favorita de mamá?
-Porque mamá protege a las adoptadas -replica Ginger.
Terrence se ríe. Estaciona el auto en una playa que me resulta bastante conocida, y abre la puerta del auto para que Daniel baje antes. Yo hago lo mismo, y Braden corre a los brazos de Ginger, quien se encarga de tomarlo de la mano y guiarlo a la entrada de la playa.
- ¿Adónde estamos? -Cuestiono, extrañada.
-Me duele que no te acuerdes -dice, y pasa su brazo alrededor de mi brazo-. Estamos en la playa donde todo inició.
Miro hacia adelante, el yate en el que viajamos hace casi once años atrás, está al lado de otro yate, mucho más moderno y limpio. Yo me abrazo fuerte a Terrence, feliz.
-Qué agradable, Terrence -digo.
-Te compré comida mexicana y sushi, buen provecho, gorda -dice, señalando el yate al que Ginger, Braden y Daniel suben-. ¿Y qué tal ir a la isla? En el Dellower cero-cuatro.
- ¿No era ese el nombre del anterior?
-No. El otro era el Dellower cero-dos, este es mejor; se llama Dellower cero-cuatro por nosotros. Mi familia; Daniel, Braden, la gorda y yo. Somos cuatro.
-Me encanta -admito, emocionada.
Él me guiña un ojo y me lleva al yate. Me ayuda a subir, y luego sube él, para acompañarme a la parte trasera, donde Braden y Daniel juegan, mientras Ginger se pone bloqueador solar. Tiene solo diecisiete años, pero esa niña es toda una señorita delicada y vanidosa.
El yate empieza a andar, y Braden y Daniel se quitan las camisetas, para dármelas a mí. Terrence también lo hace, y me guiña un ojo, con picardía. Llevo sus camisetas a la parte de adentro del yate y me despojo de mi ropa, para quedar en un modesto traje de baño. Salgo, a ver a mis niños jugando con su padre.
- ¡Mira, mira, papi, mira! -Chilla Daniel, viendo hacia el agua-. ¡Hay muchos pececitos!
- ¡Sí, sí! -exclama, levantándolo para que los vea mejor-. Esos se llaman tunas.
- ¿Tunas? -Repite mi hijo, muy inocente.
-Sí, tunas -señala Terrence.
Miro a lo lejos a Braden, que se ha sentado en la orilla, a ver en silencio el mar. Me acerco y me siento a su lado.
- ¿Pasa algo, Braden? -Cuestiono, acariciando su cabello.
-Esto es muy bonito -me dice-. ¿Por qué en Italia no hacemos esto?
-Ah, porque mamá y papá tienen que trabajar -respondo-. Y en Italia no es tan cómodo, mi niño. ¿Te gusta mucho?
-Sí, me gusta mucho América -declara.
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No te arrepientas [Libro I]
Romance"Es tonto extrañar pelear con alguien, pero resulta que cuando te acostumbras al ruido, el silencio en el que te escondías en el pasado resulta completamente difícil de aceptar". [2017]