10: Incondicional.

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Irene se ha vestido demasiado bonita para ser real. Se ha puesto otro de mis vestidos, de esos que probablemente nunca utilice. Se ha puesto un par de zapatillas sin tacón que la hacen ver como una niña y se ha peinado con una trenza que la hace ver mucho más inocente de lo que realmente es. El color salmón del vestido hace que su piel se vea mucho más blanca, y que su cabello castaño -casi rojizo-, se vea más brillante. Definitivamente los colores hacen maravillas, pero quien los viste es la maravilla andante.

Yo, en cambio, solo me he puesto un pantalón negro, un par de zapatos de piso, igual que ella, una camisa roja de tirantes nada ostentosa y un jersey blanco, la única decoración del suéter son un par de líneas negras a ambos lados de los brazos, y las letras "P.L." al lado de mi pecho. Estoy como si en vez de ir a una fiesta, fuera de paseo por la ciudad, por algo muy casual.

Mis intenciones al ir a esa fiesta son complacer a Gabrielle y hacer que Irene hable con Zack. Eso es todo. Y claro, si hay comida, comer algo... mucho, bastante.

A las ocho en punto, Gabrielle me escribe, para decirme que la fiesta ha iniciado, y que me espera con ansias. Astor nos avisa, también, que el carro ha sido preparado y que mis encargos están dentro del mismo. He decidido llevar comida, por si acaso no hay del tipo de comida que yo comería, cosa que sucede casi en todas las fiestas a las que he asistido, y le he pedido a mis guardias que se tomen la noche libre, con amenaza de despido por si me siguen. Astor me ha prometido que no va a meterse, y que el carro siempre estará dispuesto para nosotras.

A las ocho y media salimos de casa, y emprendemos viaje a la casa de los Dellower. A diferencia de la primera vez que la pisamos, Irene va muy nerviosa y llena de ansias.

-Relájate -le suplico-. Son solo chicos.

-No es solo eso, Phoebs -replica y yo me vuelvo a verla, frunciendo el ceño-. Ahí están todos los chicos a los que les gusta el motocross, yo no sé de eso, no sé ni siquiera conducir un auto. Seguro me van a rechazar.

-Si eso sucede, entonces te haces a mi lado y comemos juntas -le propongo-. ¿Por quién crees realmente que vengo a esta fiesta?

- ¿Por mí? -Cuestiona, impresionada.

-Por ti y Gabrielle, sé que es tan rara como para molestarse por nuestra falta. Y vengo porque quiero que dejes el nido, eres asocial y lo sabes. Me agrada que te guste alguien al fin -explico, sonriendo, ella también sonríe-. Admito que no me agrada la idea de que sea Zack, es algo... muy... desagradable. No me gustan los Dellower, pero está bien. Algo bueno debe tener, ¿no?

-Gracias -musita feliz, y el auto se detiene en nuestro destino. Ella me da un abrazo-. Siempre supe que ser tu amiga no iba a ser una idiotez. Solo tú me haces creer que de verdad la amistad existe.

-Ya, no seas cursi -bromeo y nos apartamos. Le acomodo un mechón rebelde de cabello tras la oreja y le palmeo las mejillas-. Si no te sientes cómoda sola con ellos, ven conmigo, estaré por ahí comiendo, ¿sí?

-Tú eres tan tonta -se burla, a modo de broma-. Espero no sentirme incómoda, porque tú te has esforzado en venir a este lugar y no pienso hacerte perder el valioso tiempo de esta manera. Vamos.

Bajamos del auto, no me sorprende que hayan dos mayordomos en la entrada, esperando por los invitados que no han llegado, pero sí me sorprende que Bradley esté sentado en las gradas, fumando un cigarrillo, de manera tan solitaria que da pena. Le indico a Irene que vaya sola, y me acerco a él, porque luego de todo no parece ser tan malo.

-Oye, ¿tan aburrida está la fiesta? -Le pregunto, y él se vuelve a verme.

Me escanea de pies a cabeza, y se ríe por lo bajo. Yo le sonrío.

No te arrepientas [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora