14: Visita.

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Por la mañana amanezco felizmente abrazada a Irene. Apenas llegamos en la madrugada, ella estaba cansada de haber bailado tantísimo con Zack y de haberse comido a besos con el mismo, decidió que lo mejor era dormir conmigo, y claro, yo no me molesto porque Irene es tan suave como un peluche, y ella me devuelve los abrazos, por lo que el beneficio de compañía es mutuo.

Así, en el desayuno, todo marcha de maravilla. Juntas vamos a pasear en caballo al bosque, y de paso visitamos al señor Caballeroso, el dueño del sitio; Aaron Hunter. Él nos comenta acerca de algunos de sus viajes al exterior y, ya más tarde, volvemos. Vemos una película, Irene se retira con la excusa de que Zack y ella van a tener una cita, y que debe pasar a ver a su familia rápidamente. Yo cedo porque no tengo más opción y me quedo sola, completa y totalmente sola.

En el instante en el que me quedo sola, me doy cuenta de que no tengo nada mejor que hacer que ir a jugar con mi motocicleta, porque Astor se está encargando de unas cuestiones con una de las yeguas que recién dará a luz, mis guardas tienen que permanecer en cualquier lugar de la casa que no sea a mi lado -el contrato establece que dentro de la casa no tengo por qué correr ningún peligro, por tanto ellos no tienen que estar tan cerca de mí-, las empleadas están cuidando de cosas que no sé qué son, y eso me deja como única opción la piscina y las motocicletas. Y no tengo deseos de nadar en absoluto justo ahora.

Justo estoy bajando las escaleras, en busca de mi casco, cuando el timbre de la casa suena, y casi salgo corriendo a abrir cuando por mi mente pasa la imagen de Irene arrepentida de irse. Sin embargo, cuando mis ojos dan con la parte de afuera de la casa, me encuentro nada más y nada menos que con dos Dellower y un cachorro entre sus manos.

- ¿T-Terrence? ¿Dante? -Cuestiono, sorprendida de verlos aquí-. ¿Qué hacen... aquí?

- ¡Hemos venido a visitarte, doctora guapetona! -Exclama Dante, sonriéndome de oreja a oreja-. Y de paso, te hemos traído un lindo compañero de vida.

Solo ver al cachorro entre sus manos me causa una revolución en el estómago, esta vez no es indigestión, es algo mucho peor. Náuseas, dolor estomacal, gastritis, no lo sé, pero resulta que el pequeño animal no me alegra la tarde. Y mucho menos la vida.

- ¿Han traído un cachorro...? -Me hago a un lado y los dejo pasar, pero quisiera pedirles que el animal se quede afuera-. ¿Por qué no me han preguntado antes?

- ¿Qué? -Terrence se da vuelta, acariciándolo con cariño.

Es la primera vez que veo que alguien como él le da cariño a alguien, animal o persona. Resulta exageradamente conmovedor.

-Es decir, como sabemos que vives sola y que Irene va a ausentarse un poco más gracias a Zack, te hemos traído a la mascota con la que seguro soñaste toda tu vida -me dice Terrence, con la mirada más dulce que he podido ver nunca-. Es una belleza, ¿no te gusta? Lo he elegido yo mismo. Es una preciosura.

-Chicos yo no... -entonces, Dante aparece y lo toma entre sus brazos.

El cachorro empieza a lamerle la cara y yo sonrío, avergonzada. Se han tomado la tarea de ir a una tienda, comprar una mascota de quién sabe qué valor, y ese es un gesto que hacen para que no me sienta sola. Como mínimo, debería aceptarla, sin embargo, sé que pronto necesitaría deshacerme del animal.

No es que odie los animales, al contrario, me fascina muchísimo el tener mi propio establo con caballos de todo tipo, sin embargo, soy alérgica a la baba de perro y los pelos de gato. Si hay algo que me hinche la piel o me cierre la garganta, eso definitivamente es la baba de perro y los pelos de gato.

Precisamente por eso, la única mascota que he tenido en mi vida ha sido un pez al cual olvidé en Italia y se ha quedado tío Trenton para decorar su oficina. Mi oficina. La oficina que algún día tendré que ocupar.

No te arrepientas [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora