35: Tratos.

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-Entonces -tras el largo silencio que se hizo entre nosotros, él dice-. ¿Qué piensas hacer?

Lo miro, con la ironía saliendo de mis poros.

- ¿Qué pienso hacer? -Repito, y niego con la cabeza, luego me encojo de hombros. La pregunta realmente suena estúpida-. Nada.

- ¿Nada? -Insiste, viéndome mal-. Carajo, sí que eres una tonta. ¿Cómo vas a rendirte así de fácil? ¡Tonta de remate!

-No puedo intentar algo que no va a terminar bien -replico-. ¿Qué puedo hacer? ¿Ir y decirle que lo amo y que me ama también, cuando ni siquiera me recuerda? ¿Intentar hablar con él cuando se empeña en estar del lado de Arista? ¿O quieres que corra y lo bese, porque en los libros y las películas funciona así? Pues... lo siento, estamos en la realidad.

-No me refiero a eso. Digo, ¿has intentado al menos encontrar una solución? ¿Intentaste explicarte? ¿Le pediste perdón?

- ¿Yo debía pedirle perdón? -Cuestiono, impresionada-. Él lo inició todo. No tengo nada por lo que pedir perdón.

-Porque quería protegerte. Estoy seguro de que la paliza que me dio valió la pena, supe en ese instante que valía la pena dejarte en sus manos, porque te iba a cuidar y te iba a proteger de quien fuera -suelta-. No me hagas arrepentirme a mí, pelea por él. Porque lo quieres. Porque estoy aguantando mis ganas de secuestrarte y llevarte lejos de este planeta. Pero más porque él necesita tu ayuda. ¿O lo dejarás hundirse solo en la mierda?

-Pero, ¿cómo? ¿Cómo puedo hacerlo? -Chillo, frustrada-. ¡No encuentro solución!

-Prueba siendo tú misma -me da una palmadita en la espalda y se levanta-. ¿O de verdad piensas irte sin haber luchado? ¡Pelea! Si pudiste pelear contra ella así de fácil, y pudiste sobrevivir a dos días en las celdas provisionales, hambrienta y sin un baño, entonces puedes con esto.

- ¿Quieres decir que...? -Frunzo el ceño.

Él me da una palmada en la frente y yo retrocedo, molesta. Me cruzo de brazos, sin comprenderlo.

-Mira, tienes un trato con él -me recuerda-. Ahora tendrás un trato conmigo. Vas a ir a esa maldita arena, vas a aplastarlos a todos, incluyendo a Arista Donovan. Y cuando lo hagas contra Terrence, vas a dar lo más de ti. Si él gana, entonces tienes el camino libre, te irás a Italia. Y yo me iré contigo, porque no pienso dejarte sola así nada más. Pero si ganas, vas a ir por él y vas a dar cuanto puedas para que ese imbécil vuelva en sí.

-Y-Yo... no sé si pueda.

-Escucha, lo mejor de no poder controlar tu propia mente es que alguien más puede hacerlo por ti, solo tiene que ser la persona correcta.

- ¿Y pretendes que haga magia negra o qué? Ni siquiera sé cómo hornear galletas -replico.

-El amor que te tiene. Úsalo a tu favor -me da un beso en la frente-. Suerte, ya sabes. Si no ganas esto, te juro que terminaremos casados, te lo juro. Y dudo mucho que quieras eso.

-Tonto -bufo.

-Sé que me adoras -sonríe de oreja a oreja y se va.

Irene aparece a mi lado, me entrega el casco y se sienta a mi lado, a ver a los otros participantes demolerse entre ellos.

-Voy contigo -decreta de golpe, y yo la veo-. Si te vas a Italia, me iré contigo.

- ¿Y tu familia? ¿Qué hay de Zack? -Inquiero, viéndola.

-Lo quiero. No mentiré, me va a doler como un infierno dejarlo, pero no puedo hacer esto -musita, con la voz llena de seguridad-. Eres mi brazo para sostenerme. Te conozco desde hace más de veinte años, y a Zack desde hace tres, tres años de los cuales solo salimos cuatro meses. Cuatro meses contra casi trescientos meses contigo, te juro que es justo. Siempre vamos a ser tú y yo contra el mundo, Phoebs.

No te arrepientas [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora