Bill se pasó la lengua por los labios y dio un paso adelante, conectando sus bocas de nuevo, con un sonido que parecía un gruñido. Su mano delgada se enroscó alrededor del cuello de Tom, sus uñas se encajaban levemente en su piel, mientras trataba de acercase los más posible. Su mano se movió de su cuello, a la parte posterior de la cabeza, sus dedos excavaban entre las rastas de Tom.
Su agarre era como un vicio.
Las habilidades de Bill para besar no son malas, Tom pensó cuando progresivamente le devolvió el beso. Los labios de Bill temblaron contra los suyos, como si estuviera sonriendo. Se sentía bien, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había besado a alguien; pero eso estaba mal. No importa lo bueno, estaba mal, y si alguien los descubriera, tendría consecuencias muy graves.
Tom casi perdió el equilibrio, cuando Bill empezó a caminar hacia delante. Se apoyó en la formación de los bíceps de Bill. Bill logró que los dos caminaran fuera de la puerta del baño, Tom trató de apartarlo, pero el agarre de Bill era como el de una sanguijuela. La parte trasera de las rodillas de Tom chocaron contra el borde de la cama, se puso rígido. De ninguna manera, pensó, y apretó las piernas para que las rodillas no se le doblaran.
— Bill –murmuró contra los labios de Bill, y una vez más se sorprendió de la fuerza del cuerpo pequeño de Bill, ya que era muy difícil apartarlo. Su corazón latía en su pecho; podía sentir que Bill trataba de tirarlo hacia abajo, hacia la cama. Eso no podía pasar, al final se las arregló para girar su cabeza, rompiendo el beso como pudo. Dio un salto de distancia, Bill lo soltó.
Abrió lentamente sus ojos negros mientras pasaba la lengua por sus labios hinchados –no te puedes enojar conmigo –dijo. Su voz era baja y ronca, Tom casi quiso besarlo de nuevo. – Tú iniciaste.
Tom no respondió. Su corazón aún latía tan fuerte, que parecía que acababa de correr un maratón. No podía hacer nada con Bill. No era seguro y él podría, si fuera descubierto, ser despedido o enviado a la cárcél. Quería huir, pero era exactamente como Bill había dicho, durante el pánico se paralizaba.
Había casi logrado empujarlo hacia la cama y Tom no pudo evitar preguntarse, si hubiera sido capaz de detener a Bill.
— ¿Tú sabías? –preguntó Tom en voz baja, mirando al suelo, porque él no podía mirarlo por mucho tiempo cuando el prisionero lo miraba de esa forma.
— ¿Saber qué? –preguntó Bill, a pesar de que parecía que sabía exactamente de lo que Tom estaba hablando.
— ¿Sabías que lo haría? ¿Por eso me dijiste eso?
¿Me dijiste esos pedazos de información personal, para hacerme pensar que estabas dispuesto a cambiar? ¿Para que me dieran ganas de besarte aún más?
Bill lo miró por pocos momentos, antes de desviar la mirada de Tom.— ¿Cómo iba yo a saber eso?
Tom lo siguió con la mirada mientras caminada al otro lado de la habitación y se detuvo dándole la espalda. Tom se cruzó de brazos, sintiéndose incomodo.
— Tú dime.
— ¿Tienes novia, Tom? –preguntó Bill y se dio la vuelta.
— No –respondió Tom y se trasladó hacia la mesa, cuando Bill se acercó a la cama. Eso le recordaba a las peleas de gatos; había visto varias que pasaban en su jardín. Nunca cruzaban la mirada con el otro, sólo dando vuelta en círculos, esperando a ser el primero en atacar.
Bill se sentó en la cama, cruzó las piernas y se apoyó en sus manos.
— ¿Por qué? Eres un hombre guapo –le guiñó un ojo, Tom gimió, apartando la mirada. Bill tenía que dejar de hacer eso. Tenía que dejar de tratar de llegar a Tom, porque estaba funcionando.