XXV.- Yin yang

6.4K 538 1.4K
                                    

Bill se despertó a causa de la pequeña alarma que sonaba a través de los pasillos, diciendo a los prisioneros que la comida estaba lista, en este caso era el desayuno que empezaba en cinco minutos, así que era mejor prepararse para salir de sus celdas.

Los ojos de Bill parpadearon a causa de la brillante luz que entraba por la ventana. Al parecer  la tormenta había terminado por completo.

Su cuerpo se sentía extraño, eso fue lo primero que notó después de la brillante luz del sol. Sus  huesos se sentían como gelatina, sentía costillas por todo su cuerpo y estaba muy perturbado por  el hecho de que quería sonreír sin ninguna maldita razón.

Lo atribuyó al hecho de que no había follado en años y que esto solo era la euforia que se tiene después del sexo.
Se levantó de la cama con una ligera mueca de dolor, estirando las piernas y doblando la espalda.

Le dolía pero se sentía bien.

— Buenos días Bill,— dijo Anne mientras miraba a Bill caminar a través de los demás hacia el  comedor. Le sonrió como siempre lo hacía cuando le veía, y apenas pudo disimular la sorpresa  cuando él le regresó la sonrisa. No era brillante, pero, al fin y al cabo, era una sonrisa.

— Buenos días.

Anne parpadeo cuando escuchó que su tono también era extrañamente brillante. No quería  preguntarle cual era la razón para ese buen estado de ánimo, ya que, probablemente, le molestaría,  así que se limitó a sonreír y dejarle continuar su camino en el comedor.

Anne no quería dejar de observarle, así que siguió su trayecto en el comedor hasta que se sentó  en la mesa que estaba en una esquina, en el extremo opuesto de la habitación.

Nada de lo que sucedió durante el desayuno le pudo dar una idea de su cambio en el estado de  ánimo, lo que hizo que estuviera a punto de atribuírselo a los medicamentos que desde hace un  tiempo se le administraban, pero durante la cena se dio cuenta de lo que en realidad era.
Andreas y Georg estaban encargados de mantener el orden en el comedor ya que ellos eran  suficientes para la pequeña habitación, así que por eso estaba un poco sorprendida cuando Tom  entró por la puerta. Anne miraba con curiosidad mientras Tom se abría camino hacia Bill.

– Hola,—  pudo ver a Bill decir y sonreír de nuevo. La sonrisa de Bill se ilumino un poco cuando Tom le  respondió algo, pero Anne no pudo leerle los labios. Bill le contestó con una mirada de satisfacción. Unos minutos más tarde cuando los internos regresaban a sus celdas, Anne pudo ver en medio  de todas la personas que abandonaban la habitación, a Bill que, sutilmente, susurraba algo al oído  de Tom, quien se echó a reír y sacudió la cabeza antes de mandarle que saliera, sonriendo.

Anne pestañeó.

Estaba enojada. Muy pero muy enojada.
Tom no había sido capaz de mantenerse alejado. Había llegado a trabajar por la tarde y  simplemente sintió la necesidad de verlo. Era como si el ya no fuera al trabajo a trabajar, iba para  estar con él. Era como si le estuvieran pagando solo por verlo.

Así que fue por eso que se coló en el comedor justo después de haber llegado a la estación. Vio  a Bill sentado en su rincón habitual, y aunque podría haber lamentado lo que habían hecho (que  después de todo había sido muy inapropiado) no fue suficiente para mantenerlo alejado.

Caminó hacia él, tratando de no atraer demasiado la atención, pero él sabía que todos lo miraban por el rabillo del ojo.
Bill levanto la cabeza cuando estaba a unos pasos de él.

– Hola,— dijo con una sonrisa que
atravesaba su rostro.

— Buenos días,— dijo Tom con una sonrisa mucho mas grande. — ¿Cómo estás?

PRISIONERO 815 (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora