XXXVIII.- Luz

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Bill sabía que estaba soñando, no sabía cómo, pero de alguna manera lo sabía. Pero aun sabiendo eso, no era un sueño que no lo matara de miedo, no le quitaba el miedo. Estaba caminando, pero estaba tan oscuro que no podía ni ver su propio cuerpo. Definitivamente detrás de él había algo pero no quiso correr. Sólo era un sueño, lo sabía, quiso obligarse a despertarse pero nada pasó.

Estaba atrapado en el mundo de los sueños.

Era un cúmulo de pánico pero había una luz. Frunció el ceño por que en sus sueños nunca hay luz, siempre son oscuros y lo llevan a ninguna parte. Caminó lentamente hacia la luz y mientras
estaba más cerca, comenzaba a distinguir más la silueta de una persona en su interior.

Se detuvo abruptamente. — ¿Mamá?— susurró, sin poder creer lo que estaba viendo. Había olvidado que era un sueño, no podía más que mirar a la mujer de pie en su blanca bata de noche, la que llevaba puesta el día en que la asesinó. — ¿Mamá?— preguntó de nuevo, dando un paso adelante. Su voz temblaba, no podía creer que en realidad ella estaba allí. Se sentía como un niño, sentía como si solo quisiera llorar y correr a sus brazos.

Su madre no dijo nada, pero sonrío, Bill parpadeó confundido.

— Pero yo te mate,— dijo, como si ella hubiera dicho algo.

Ella mantuvo su suave sonrisa maternal, pero luego comenzó a desaparecer.

— No,— rogó Bill. – No mamá, quédate.

Simplemente sonrío, Bill sollozó, llamándola como niño perdido, gritando por ella pero fue en vano. Desapareció y Bill despertó.

Primero se quedo mirando el techo, después notó que había estado llorando durante el sueño.

Secó las lágrimas con la esquina de la sabana y exhaló lentamente.

Hoy era el día.

Hoy era el día que sabría si se iba a conseguir un nuevo juicio. Su abogada, una mujer en el final de sus treinta, llamada Susan, a quien Bill en realidad nunca le prestó mucha atención, se lo había dicho días atrás. Sin embargo, su abogada estaba bien, no le agradaba pero tampoco le desagradaba, sólo era indiferente a ella.

Sin embargo, ahora era más crucial. Había tratado defenderlo antes, pero no se lo había permitido completamente, no le había dado nada con que trabajar, pero ahora podía y Bill estaba tremendamente espantado. Si terminaban abriendo el juicio, él tendría que sentarse allí y escucharlos alegar y tendría que ponerse de pie y hablar y….

El testigo regresaría, la amiga de Karina, la chica que había estado de pie fuera de la ventana de la sala y lo había visto matarla. La que había llamado a la policía.

Probablemente también la madre de Karina estaría allí, al igual que los padres del chico. Bill supuso que debería empezar a pensar en él como una persona real ya que no lo hizo antes. La daba vergüenza, porque antes realmente nunca se preocupó por él, por Marcus. Marcus no era nadie, era simplemente alguien que había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Bill se sentía mal por rasgar de nuevo las heridas de esas personas, sobre todo cuando se trataba de considerar hacer el asesinato menos fuerte.

Su cabeza martilleó mientras se sentaba, las imágenes de su sueño aun estaban claras en su mente. Puso una mano sobre su cabeza y cerró los ojos.

A pesar de sus leves dudas al principio, la separación entre él y Tom los últimos días habían sido buenos para él. Había tratado de explicar a Anne lo que estaba sintiendo, pero difícil encontrar las palabras correctas para ello. Todo lo que sabía era que cuando Tom estaba en la celda, era un desastre. Temblando, cerca de las lágrimas, tanto que no podía calmarse sin importar cuanto lo intentaba.

PRISIONERO 815 (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora