XXVIII.- Noche silenciosa

6.2K 560 1.4K
                                    

Bill levantó la vista de su ordenador cuando su madre entró a la habitación, se retorcía los dedos sobre su delantal, parecía nerviosa, como tantas veces.

— ¿Puedo hablar contigo un momento?

Bill suspiró y se volvió hacia la pantalla, saliendo del juego que había dejado a medias, y fue a sentarse junto a su madre que estaba sentada en la cama.

— ¿Qué pasa, mamá?

Simone suspiró y miró a través de sus ojos cansados y desgastados. Todavía había un brillo en ellos cuando lo miraba, cuando lo miraba no parecía tan vieja. Ni siquiera era vieja, solo tenía treinta y tres años.

– Te ves muy hermoso,— dijo con una pequeña sonrisa y le acarició la cara con
la mano. – Mi hermoso muchacho.

Bill quiso decirle que no lo llamara así, pero no lo hizo. En lugar de eso murmuró un bajo –gracias,— dejando caer un poco la cabeza. Había estado usando maquillaje desde hace dos días, y aunque le causaba problemas en la escuela, le gustaba. Se veía bien y su mejor amiga estaba de acuerdo, incluso le había ayudado.

— ¿Estás seguro de que quieres salir así?—preguntó Simone con un ceño de preocupación en la frente. – Cuando tu padre regrese a casa.

— Lo mantendré,— dijo Bill con firmeza. – No me importa una mier…

— Billie, esa lengua.

Suspirando, Bill dirigió su mirada al suelo, murmurando – lo siento,— en voz baja.

— Sólo tienes trece años,— él la miró atreves de su tieso flequillo. – A veces me preocupas.

— Tú también,— murmuró Bill mirando hacia el suelo.

— ¿Qué fue eso?

— Nada.— Simone le frunció el ceño antes de decidirse a continuar.

– Muchos chicos de tu edad no saben como actuar cuando están cerca de personas que son…diferentes. Puede ser que no entiendan. Billie, no quiero que no encajes.

Bill se encogió de hombros. No le importaba si encajaba o no. No le importaba, porque generalmente la gente no le gustaba. Además, le gustaba como lo miraban en el pasillo. Lo hacía sentirse más orgulloso, más alto, mucho mejor. Era mucho más pequeño que los otros chicos, tanto en altura como en lo ancho y en todo, y ser capaz de lucir así lo hizo sentir como si se elevara por encima de todos los demás.

– No me importa,— dijo con toda honestidad y su madre volvió a suspirar.

Suspiraba mucho últimamente.

— Por lo menos quítatelo cuando tu padre esté en casa,— dijo, Bill sacudió la cabeza.

— No.

— Bill…sabes que no le va a gustar, sabes lo que piensa sobre…

— ¿Sobre qué?— Bill la miró. — ¿Sobre qué? ¿Gente gay? Crees que soy gay ¿verdad mamá?

— No me importa,— dijo en voz baja tratando de tocar su rostro de nuevo, pero él se apartó.

— ¡No soy gay!— gritó Bill e inmediatamente sintió lastima por la forma en que el rostro de su madre caía.

Simone se limitó a asentir, y lo miraba de una forma que no le gustaba. – Bien, bien,— dijo con calma. – Te creo, siento haberlo insinuado.

Bill asintió y respiro profundo, calmándose. – Lo siento, mamá,— dijo finalmente, ella le alboroto el pelo con una sonrisa para hacerle saber que estaba perdonado.

PRISIONERO 815 (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora