Al momento de entrar a la estación Tom sintió que todos lo miraban y él sabía por qué.
- ¡Guau!- Georg abrió mucho los ojos una vez que lo vio- ¡Amigo!
Tom sonrió y con orgullo tiró de sus nuevas trenzas. Había pensado que era una buena idea,
desde hace mucho tiempo quería un cambio como este, y ahora estaba muy complacido con el resultado. Sin embargo, al cambiar su cabello, le habían tirado de su cuero cabelludo y le dolía como una perra. Irritado por el duro trato al que fue sometido.
Se había reído ante la idea de su madre, quien insistía fuertemente en cortar sus rastas, y ahora se preguntaba qué pensaría ella de esto. Potablemente que era peor, y Tom estaba perfectamente bien con eso. Pronto tendría que aprender que, en realidad, ya no puede entrometerse en su vida.
- ¡Son impresionantes!- exclamó Georg tan pronto como salió del estado de shock, y levantó sus pulgares hacia arriba - Pareces muy rudo.
- Gracias- dijo Tom con una sonrisa más amplia.
- Luces como la gente que está encerrada aquí- Gustav habló y Tom apagó su sonrisa. En realidad no le importaba lo que Gustav pensaba, de todos modos, solo había una persona cuya opinión le importaría.
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No era frecuente que tuvieran una sesión que no fuera dentro de sus celdas, pero esta vez Bill le dijo a Anne que quería hablar, por lo que había pedido prestada una habitación en otro piso. Una habitación con cómodas sillas y agradables colores relajantes en la pared. También le ofreció un poco de café, que acepto al instante.
Bill rodeó la taza con sus dedos para tratar de ocultar el hecho de que sus manos estaban temblando. Su respiración se estremecía con cada bocanada y parecía que había algo que realmente quería decir, pero no sabía muy bien cómo abordar el tema. Anne no lo apresuraría, pero podía empujarlo en la dirección correcta.
- ¿Algo te está molestando?- le preguntó en voz baja, mirándolo de cerca mientras succionaba su labio inferior.
No la estaba mirando, en lugar de eso solo miraba la taza. Sin embargo, eventualmente asintió con la cabeza.
- Es...- inhaló profundamente y apretó aun más sus dedos alrededor de la taza de porcelana. Suspiró irritado y comenzó de nuevo - No me gustan los hombres- admitió, apretando sus dedos alrededor de la taza caliente - La verdad es que realmente los odio.
- Oh- asintió Anne, estaba sorprendida, pero fue capaz de ocultarlo. - Ya veo - Eso fue algo que nunca pensó que Bill fuera a decir. Lo había sospechado, pero no podía estar segura. Estaba inmensamente orgullosa de él.
-Y yo...- Bill tragó saliva y se tomó unos segundos antes de continuar - Creo que me podría estar volviendo loco de nuevo.
Anne negó con la cabeza - No, no, no lo estas.- Se inclino sobre la mesa y puso sus manos sobre su frágil muñeca - Estás mejorando, ¿De acuerdo? No te estás volviendo loco.
Bill soltó un bufido - No se siente así.
- ¿Cómo se siente?- preguntó.
- Una mierda.
Ella asintió - Entiendo eso- dijo en voz baja mientras miraba su postura. Estaba sentado un poco encorvado, agarrando la taza con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos. Se veía muy fuera de sí y eso le hizo sentir simpatía por él. Había tenido un momento muy difícil al hacer frente
Ña lo que sentía, había pasado muchos años suprimiéndolo de tal manera que ahora, cuando algunos de ellos salían a la superficie, ya no sabía lo que significaban - Bill ¿Qué quieres decir con -otra vez? Tú dijiste, volverse loco otra vez.