— ¿No acabas de terminar tu turno?Tom miró su reloj de pulsera y sí, su turno había terminado hace más de veinte minutos.
— Sí, terminó –dijo, sorprendido que el tiempo hubiera pasado tan rápido sin siquiera estar hablando. No habían estado haciendo nada en realidad, durante la última media hora. Tom sólo había estado sentado allí, haciéndole compañía a Bill, y Bill no se había quejado al respecto.
— Te deberías ir.
— Sí, tengo qué –dijo Tom mirando a Bill. No había logrado traer de vuelta al mismo Bill de siempre, incluso si lo hubiera intentado. Tom no se quería ir hasta estar seguro que Bill se encontraba bien. – Sin embargo, no quiero.
— Debes.
Tom contuvo el aliento mientras alcanzaba la fuerte mandíbula de Bill y la recorrió con la parte posterior de sus nudillos. Bill se puso rígido.
— Cuida de ti mismo.
Tom retiró su mano y se levantó. Podía sentir como sus ojos le quemaban la espalda.
— Tom, espera –dijo Bill en voz baja mientras se levanta frente a él– yo… –tragó saliva, mirándolo nervioso. O tal vez estaba fingiendo.
Tom no podía empezar ahora a confiar en él, sólo porque sentía pena por él. Eso lo hacía un blanco fácil.
— Tom, bésame.
Tom abrió los ojos.
— Bill…
— Por favor. Bésame.
La forma en que lo dijo hizo a Tom inclinar la cabeza casi contra su voluntad. Una vez más estaría bien ¿cierto? Podía besar a Bill una vez más si lo hacía sentir mejor. Fue en ese momento, que se dio cuenta que podía hacer algo para que Bill se sintiera mejor. ¿Cuándo había llegado a esto? ¿Cuándo lo empezó a cuidar tanto?
La respuesta era fácil: desde siempre. Tom se preocupaba por la gente, estaba en su naturaleza, y Bill no era la excepción. Tal vez debería haberse convertido en un médico, en lugar de un policía.
Así no se encariñaría tanto con los presos.
Tom se estaba encariñando con Bill.— Bésame –dijo Bill lamiéndose los labios y acercándose un poco más.
Entonces Tom lo besó. Enfocó su cabeza hacia un lado y la inclinó, encontrándose con Bill, llevándolo al centro de la habitación. Bill hizo un pequeño ruido y se aferró a él, deslizando sus manos hacia arriba y hacia abajo por los costados de Tom, mientras chupaba el aro en el labio de Tom.
La lengua de Bill lamía los labios de Tom, tan exigente, que demandaba la entrada, y cuando sus lenguas se encontraron, Tom no pudo contener un gemido. El beso rápidamente cambió de lento a apresurado, parecía que Bill le quería succionar toda la energía a Tom, alimentándose casi de él, lo que lo hizo más fuerte y más seguro.
Tom podía sentir como Bill quería presionarlo contra la puerta, pero Tom no quería eso. Ambos lucharon por el dominio, tratando sutilmente que el otro retrocediera, hasta que uno golpeara la pared, ambos tratando de dominar el beso, que lentamente se fue convirtiendo en un beso muy húmedo.
Si no hubieran sido meses y meses desde la última vez que tuvo novia, no se sentiría así, pero tristemente, Tom era sólo un hombre, un humano, y Bill sabía exactamente cómo hacerle perder el juicio. Sabía qué hacer con la lengua —su experta lengua—, sabía donde poner sus manos, y sabía cómo acomodar su cabeza para que sus narices no chocaran o sus dientes no se rasparan entre ellos. Esto hacia gemir a Tom en la parte posterior de su garganta, mientras envolvía sus manos alrededor del cuello de Bill, acariciando el tatuaje que sabía que estaba allí.