XLIV.- El canto del cisne (Parte I)

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Había más chicos en ese grupo de lo que pensaron al principio, por lo que Tom y Andreas gastaron casi todo el día y gran parte de la noche buscándolos. Al final habían regresado con dos chicos de diecisiete años que confesaron tan pronto como se sintieron acorralados. No fue una gran victoria.

Después de eso, Tom no tuvo la oportunidad de subir con Bill antes de su cambio de turno, así que tuvo que ir a su casa a dormir un poco. Había pensado en Bill toda la noche, hasta soñó, preguntándose si estaría enojado con él por haberse ido de esa manera y este ya había practicado su disculpa frente al espejo.

El siguiente día había sido demasiado agitado. Entre interrogar a los sospechosos y manejar alrededor de la ciudad tocando en las puertas de la gente, interrogando a los vecinos, amigos, y familia, tratando de encontrar a más responsables, Tom no había tenido la oportunidad de ver a Bill en absoluto.

Cuatro días habían transcurrido en un frenesí. Cuatro días sin Bill y cuatro días sin asistir a la corte. En ese momento estaba tan asustado de ver a Bill que casi lo evitaba. Tenía miedo de que Bill no creyera sus excusas, que pensara que Tom estaba huyendo de algo que lo había asustado de nuevo.

En el quinto día estaba perdido en el papeleo cuando alguien ligeramente aclaró ligeramente su garganta sobre él. Miró hacia arriba. – Oh.— se enderezó y soltó la pluma, sintiéndose tan avergonzado que casi sentía una palmada en la cabeza, pero nunca sucedió.

— Sólo quería que supieras que probablemente hoy es el último día en la corte,— dijo Anne. –Sé que estas ocupado…

— No puedo ir,— interrumpió Tom, le dolía tener que decirlo, tanto que sentía como si quisiera llorar. – En realidad necesito terminar esto…Yo quiero… ¿En realidad es el último día?

Anne asintió. – Sé que está ocupado, no quiero hacerte sentir culpable, sólo quiero que lo sepas.

— ¿Cómo esta Bill?— preguntó cuidadosamente, nervioso de la que podría ser su respuesta.

— Está bien,— dijo Anne y Tom soltó un suspiro de alivio. – Sabe que quieres estar allí.

Tom hizo una mueca, no podía creer eso. Después de su acto de separación en Diciembre no se sorprendería si Bill no quisiera volver a verlo nunca después de eso, sentía como si lo traicionara una vez más.

— ¿Estás segura?

— Él entiende. Es más fuerte de lo que tú piensas.

— No es que crea que no puede hacerlo,— dijo Tom sintiendo la necesidad de aclararlo. — Yo sólo… Yo quería estar allí para apoyarlo.

El rostro de Anne se suavizó al apretar suave y tranquilizadoramente el hombro de Tom.

— Lo sé, él también quisiera que estuvieras con él, incluso aunque no lo diga.

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No había manera de que Tom consiguiera más trabajo en el próximo par de horas, no sabiendo que Bill estaba siendo juzgado por segunda vez; por última vez. No tenía miedo, sabía que cualquier persona con corazón no podría culpar de todo a Bill, no después de lo que había dicho y explicado. No era tan ingenuo de creer que Bill pronto caminaría libre, no en un corto plazo por lo menos, pero probablemente podría reducir su sentencia para servir sólo un par de años. Tom podría vivir con eso, ellos podrían hacerlo funcionar.

Desafortunadamente para Tom, la jefa le había ordenado restirase a su casa inmediatamente después que su turno terminara. Había hecho muecas a su espalda ya que él esperaba quedarse al menos hasta que Bill y los demás regresaran, pero aparentemente lucía como esos borrachos que tienen que sacar de una zanja los lunes por la mañana por lo que se le ordenó ir a su casa y dormir un poco.

PRISIONERO 815 (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora