Bill era varios centímetros más alto que Karina, pero esta noche por primera vez era realmente intimidante y aterrador. Sus ojos eran salvajes, oscuros, cerca de un profundo negro, Karina gritó cuando Bill agarró un puñado de su cabello, trató de zafarse del agarre pero no podía, él era demasiado fuerte.
— Por favor — sollozó mientras la arrastraba tras él y la aventó al suelo de la sala, apenas logró evitar golpearse en la esquina de la mesa de centro. Lo miró con ojos grandes y asustados — No me hagas daño…Bill, yo…
— ¡No hables!— le espetó, sus ojos se posaron en el arma que Bill, jugando, pasaba de una mano a la otra, se veía un poco inquieto e incierto. Era peligroso jugar así con el arma, podría terminar disparándole a ella o a él mismo por accidente.
— ¿De dónde sacaste eso?— preguntó finalmente con voz temblorosa. Habla con él, se dijo. Distráelo, habla con él de lo que sea.
— Es de mi padre — respondió Bill, reduciendo los ojos aún más.
—¿Por qué tu pa…?
— ¡Cállate!— gritó Bill de nuevo, mirando frenéticamente. —¡No hables más!
Karina se retractó, demasiado petrificada siquiera para intentar moverse. Su instinto le decía que corriera, que se levantase y corriera, pero sabía que si intentaba correr, Bill en realidad podría… Ni siquiera se atrevió a pensar en las palabras.
Pero, pensó finalmente, tenía que intentarlo, no se podía quedar aquí y ser…
Bill empezó a pasearse de un lado a otro, pasándose una mano sobre el cabello y mirando de vez en cuando hacia su dirección. Bill no sabía qué hacer, se dio cuenta Karina. Estaba completamente perdido.
Todo lo que Karina quería hacer era ponerse a llorar, llorar la pérdida de su novio, pero no lo podía hacer.
Probablemente no estaba enamorada de Marcus, habían salido oficialmente desde hace una semana, pero ahora él estaba muerto y ella demasiado asustada. El miedo bombeaba a través de ella mientras miraba a su mejor amigo de la infancia caminando de un lado al otro, posiblemente pensando en si también debía matarla o no.
—Él está enamorado de mí,— pensó entonces. —Él está enamorado de mí. No me haría demasiado daño, ¿cierto?
Con la esperanza de estar en lo cierto, se puso de pie lentamente, sus rodillas temblaban con tanta fuerza que estaba segura de que se vendría abajo, pero puso un rostro severo, tratando de no lucir demasiado asustada. La herida en su cabeza seguía sangrando, pero no era tan serio, sin embargo podría necesitar unos puntos de sutura.
— Bill — trató en voz baja y él se dio la vuelta para encontrarla.
— ¿Qué?— ladró.
Ella se estremeció.
— ¿Me puedes dejar ir?— preguntó en voz baja, parpadeando por la sangre en su ojo derecho.
— No — dijo inmediatamente, ni que fuera estúpido — No, ¿crees que soy un idiota? ¿Crees que no sé lo que me va a pasar si te dejo ir?
— ¿Entonces qué piensas hacer?— preguntó e inmediatamente pareció confundido de nuevo, se acomodó y luego lentamente levantó el arma.
— No quiero que me encierren — susurró, su brazo temblaba mientras dirigía su arma hacia ella. Sonó como una disculpa y en ese momento lo pudo ver en su rostro.
No quería hacer esto, no lo haría, no importaba lo amenazante que trató de parecer. Ella sabía que no era capaz de hacerlo. Así que se acercó.