El segundo día Tom no había regresado a pesar de que Bill sabía que estaba en el trabajo, que de hecho, estaba en el edificio. Lo sabía porque Tom le había dicho que trabajaría todos los días de la semana en el turno de día después de Navidad.
Bill trataba de convencerse de que estaría ocupado, pero Tom siempre se las había arreglado para encontrar tiempo para Bill, no importaba lo que estaba pasando en el trabajo, por lo que Bill pensó que seguiría furioso y disgustado con él.
Bill ni siquiera era capaz de convencerse a sí mismo de que no le importaba.
Le importaba, le importaba mucho.
●●●
Tampoco se presentó al tercer día, ni al cuarto y al quinto Bill perdió toda esperanza de que Tom se preocupara por él en lo más mínimo. No es que Bill pudiera culparlo, pero había hecho que Bill le creyera cuando le dijo que no se preocupaba por su pasado, que no necesitaba saber porque lo que fuera no le importaría. ¿Por qué lo tenía que decir cuando no lo decía enserio? Por lo general, Bill no confiaba en las personas, pero Tom había logrado colarse bajo su gruesa piel.
Tom había manipulado al manipulador, por lo menos, así es como Bill se sentía en ese momento.
Estaba sentado con las piernas cruzadas sobre la cama, inclinó un poco la cabeza y se llevó una mano temblorosa al cuello, corriendo por la cadena de metal hasta que llegó al dije circular. Su puño se cerró alrededor de él, por un segundo Bill cerró los ojos, pero luego tiró de su mano hacia delante, hasta que el collar se desprendió de su cuello con un crack.
Lo sostuvo firmemente en su mano, temblando mientras miraba los dos extremos rotos balanceándose en el aire. Tom era un maldito mentiroso, pensó, el collar pesaba en su mano como si fuera una roca, las palabras grabadas en él eran demasiado buenas para ser verdad. Tom era un…un hombre, no diferente al resto con sus mentiras y falsas promesas. Bill le había advertido ¿no es así? Le había dicho que no era una buena persona, que lo que había hecho era malo. Le había dicho a Tom que quería que lo hiciera por su propia voluntad, ¿no es así?, ¿Acaso no es
cierto?La ira se apoderó de él, entonces se puso de pie, dirigiéndose al baño, abrió la taza del inodoro y extendió la mano, el collar se balanceaba peligrosamente hacia atrás y hacia delante sobre la taza del inodoro — ¡Te odio!— gritó, dispuesto a abrir su mano para que la maldita cosa pudiera caer y desaparecer.
Su mano temblaba demasiado, su brazo entero estaba temblando y fue entonces cuando se dio cuenta de que no podía hacerlo. No podía dejarlo ir, no podía aflojar los dedos.
— Mierda — murmuró, mirando su puño blanco — ¡Mierda!
Cayó de rodillas, el puño que sostenía el collar aterrizo en su regazo, bajo la mirada hacia él, su corazón latía irregular; finalmente abrió los dedos, ahora que no estaba en peligro de caer al váter.
Estaba roto, se quebró inmediatamente.
Llevó los dos extremos rotos a su cara y trató de juntarlos de nuevo, casi con desesperación.Sin embargo, temblaba demasiado, no podía estar quieto el tiempo suficiente para encajar los pequeños aros uno con el otro y con un grito de derrota, tiró a lo lejos la pieza de joyería. Aterrizo en algún lugar en la esquina de la ducha, deslizándose por debajo.
No tenía idea de cuánto tiempo estuvo sentado en el suelo frío del baño, pero asumió que tenía que haber sido mucho tiempo, porque sus piernas empezaron a doler, quejándose por la posición.
Entonces, de repente se puso rígido. Una mano se había posado en su hombro, los dedos a su alrededor. El ritmo de su corazón se acelero aún más. No se atrevió a voltear, no se atrevió a enfrentarse con él, sólo se quedo allí completamente inmóvil, casi sin respirar.