La mirada que Tom le dirigía a Bill estaba derritiendo todo el hielo, hasta que suspiró.
— Bien,— refunfuño. – De todos modos que sería lo peor que podría hacerme, ¿matarme?—sonrió, porque lo dijo como una broma, pero aparentemente era una muy mala. — Lo siento,— murmuró de inmediato, con miedo de haber matado el ánimo con sus malas tácticas. – No soy bueno en…— bajó la mirada, maldiciéndose a sí mismo. No era bueno en eso, de tratar con los sentimientos, con los suyos y los de los demás. Quería deshacerse de todo eso pero no era el momento ya que no le gustaba la cara que estaba poniendo Tom. – No diré nada más,— dijo. – Ven aquí.
Posó su mano en la espalda de Tom y acarició recorriéndola hasta llegar al hombro y los botones de su camisa. Abrió los primero tres sin mucho esfuerzo antes de que Tom se moviera del todo, girándose y posicionando una mano sobre el cuello de Bill, acercándolo hasta encontrar sus labios en el beso más apasionado hasta ahora. Bill no tenía otras palabras para describir eso que explosión.
Explotó por todas partes. Sus labios, su cabeza, su estómago, su pecho y naturalmente su ingle. El beso se sintió en todas partes y permitió con gusto que Tom lo recostara, sabiendo que no sería como en ninguna de las otras ocasiones y eso lo hacía sentir nervioso por primera vez. Hubiera estado más preocupado por eso de no haber sino por el hecho de que Tom estaba tratando de desnudarlo y Bill estaba distraído ayudándolo a quitarse la camisa por la cabeza y empezando con sus pantalones.
Unos segundos después todas sus ropas estaban fuera y en el suelo, los labios de Tom se deslizaban sobre el cuello de Bill mientras sus manos vagaban de arriba abajo sobre su cuerpo, dejando su piel de gallina al paso. Había algo realmente intenso acerca de la atmósfera que los rodeaba, Bill se arqueaba al contacto de Tom, jadeando con anticipación.
– Tom,— jadeó finalmente, chocando sus caderas con las de él, sus piernas extendiéndose debajo de Tom. – Ahora.
— No,— murmuró Tom contra su piel caliente. – Dije que no voy a lastimarte esta vez.
Bill dejó escapar un suspiro de exasperación, esperaba que a Tom se le hubiera olvidado.
— Esta bien, tú sabes que me gusta…
— Lo sé,— dijo y lo besó una vez más en los labios antes de dejar que sus ojos se encontraran. – Pero también sé porque lo haces y no es sólo porque te gusta. Bill, sólo déjame. Permítete sentir bien al menos por una vez.
Bill no tuvo la oportunidad de discutir porque su protesta fue interrumpida por su propia respiración brusca cuando uno de los dedos de Tom infringió en su cuerpo. Embarrado de champú. Apretó los dientes y lo permitió pero se negó a mirar a Tom, así que dejo que sus ojos se cerraran.
Por lo general prefería una preparación mínima, sólo la suficiente para que no se rompiera por la mitad como para crear un lio, pero en ese momento ahora Tom estaba tomando su tiempo y era tan lento que se sentía como si sus entrañas estuvieran en llamas, y no era en mala forma, sólo en forma extraña y desconocida.
Se sentía como si hubieran pasado horas mientras en realidad fueron sólo unos minutos, hasta que finalmente Tom detuvo sus movimientos pero susdedos, ahora tres, se quedaron dentro. —¿Estás bien?—preguntó, acariciándole suavemente el interior en una forma que hizo revolotear los parpados de Bill y tragarse un gemido. — ¿No te ha dolido?
Bill se tragó un —lo desearía— y en lugar de eso sólo murmuró – estoy bien—.
Tom asintió y retiro sus dedos, Bill soltó un suspiro de alivio, a pesar que el alivio no duró mucho tiempo cuando Tom se acomodó sobre él y empujó en su interior poco a poco.