XXXII.- ¿Existe tal cosa como -nunca es demasiado tarde-?

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Ningún mes había pasado tan lento como este enero, pensó Tom mientras estaba sentado en su nuevo espacio de trabajo, mirando el calendario colgado en la pared, completamente agotado. Había tanto que hacer aquí, era como si la gente fuera robada y golpeada a cada segundo de cada día y los niños de Berlín parecían fuera de control, al menos para Tom. Nunca había visto nada igual, las llamadas prácticamente llovían y la gente corría de ida y vuelta casi constantemente. No era una estación y prisión combinada, sólo era una estación de policía, la prisión estaba  alrededor de un kilometro de distancia y se podía pensar que había menos cosas que hacer, pero no era así.

Pero a pesar de todo lo que tenía que hacer y lo mucho que tenía para distraerlo, el mes había pasado ridículamente lento y casi se sentía como si estuviera fuera de sí, sólo estando suspendido y limitándose a mirar a su cuerpo hacer las formas automáticamente. Se sentía hueco y vacío, pero al menos había dejado de beber después de entrar a trabajar, no quería convertirse en una de esas  personas.

— Tom.

Tom levantó la mirada, viendo a su padre (su jefe) de pie frente a su escritorio. —¿Te encargaste del caso de vandalismo?— preguntó. Tom asintió.

— Lo hice con Rob. Eran sólo unos niños, de apenas quince años, les di a sus padres la multa.

Gordon asintió — Muy bien. Bien. Buen trabajo hijo — Le dirigió una sonrisa a Tom y otro asentimiento antes de alejarse, dejando a Tom un poco sorprendido. Siempre lo estaba cuando su padre tenía ese ánimo y últimamente lo tenía demasiado.

Después de cambiarse a esta estación y comenzar a trabajar, su padre había sido mucho más agradable que de costumbre. Claro que no se llevaban bien estando encerrados en la casa, pero en realidad era bastante agradable trabajar con él. Nunca lo había esperado, pero suponía que su padre estaba feliz de que finalmente —había hecho lo correcto— y se había trasladado aquí. Tom estaba  un poco molesto por eso, pero no lo comentó, porque sabía que sólo se convertiría en una gran pelea que dejaría su relación tensa de nuevo.

Después de tener que salir a la calle una vez más, para terminar con una pelea violenta de una pareja que se golpeaban hasta la muerte con un par de sartenes, Tom era libre de irse a casa. El día había sido largo y lento pero, finalmente, se podía ir.

Abrió su auto, de repente su teléfono empezó a vibrar en su bolsillo. Lo sacó, miró hacia la  pantalla y sus cejas se alzaron.

Georg llamando.

No había tenido ninguna llamada de su anterior lugar de trabajo en una semana, pensó que Anne por fin se había dado por vencida, ¿pero había hecho que Georg ahora lo hiciera por ella? ¿No  pensó que tenía su número? Tom presionó sus labios y se debatió entre tomarla o no, hasta que  decidió no hacerlo, terminó la llamada y regresó el celular a su bolsillo.

Estaba empezando a sentirse un poco mejor, no quería sentirse mal de nuevo.
Casi todos los días se las arregló muy bien sin sus pensamientos fugaces del pequeño pueblo, lo peor era en la noche, cuando estaba solo y en silencio. Entonces los pensamientos regresaban y a veces se sorprendía a si mismo preguntándose si había hecho lo correcto, pero por supuesto que  lo hizo.

●●●

Era el final de la primera semana de febrero y finalmente sus nuevos compañeros de trabajo habían logrado descubrir donde solía trabajar.

— ¡Tom!— Rob, el nuevo amigo de Tom, caminó hacia él con el cabello hasta los hombros recogido en su habitual cola baja de caballo — Tom ¿Por qué no me dijiste que solías trabajar en la estación de Bäcker?

Tom se heló de inmediato — Bueno, ¿qué hay con eso?— preguntó y se alejó de él, colgando su chaqueta en la pared. No quería tener esta conversación.

PRISIONERO 815 (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora