✘Capitulo 21✘

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Me despierto con la sensación abrumadora de que algo me aplasta. Me giro molesta, pero el peso no cede y me obligo a abrir los ojos. Tardo un rato en situarme, estoy en la habitación de Kail, que por cierto, es él quien me aplasta, literalmente. Tiene su brazo al rededor de mi y sus piernas forman un nudo con las mías.

Sonrió al verlo dormido, no parece tan imponente ahora. Anoche nos besamos con ansias, era como si necesitáramos más el uno del otro, como si estar separados un segundo fuera dejar de respirar. Las palabras dulces que me susurro hasta que me dormí todavía me hacen estremecerme.

El dolor punzante de mi cabeza hace que cierre los ojos con fuerza y vuelva de entre mis recuerdos. Maldita resaca. Desenredo el cuerpo de Kail lentamente. El gruñe en protesta, pero sigue durmiendo. Yo me muerdo el labio evitando reír. Me apresuro a llegar al baño.

Abro las puertas del mueble del aseo buscando pastillas para el dolor de cabeza. No encuentro nada así que decido buscar por la casa. Revuelvo la cocina con mucho cuidado de no hacer ruido, pero no encuentro nada. Voy a la sala y miro en las estanterías llenas de libro.

Tengo que reprimir un grito cuando uno de los libros se me cae en el pie. Cuando el dolor del golpe cesa lo recojo y al ir a colocarlo veo algo asomar detrás de los libros. No me había percatado antes porque el libro que ahora sostengo lo ocultaba. Retiro los otros libros y veo una caja con símbolos. Frunzo el ceño. La cojo y me quedo observándola un rato, me debato entre colocarla en su sitio y abrirla. Sé que está mal, pero quiero saber que hay ahí dentro... Estoy a punto de abrirla cuando la voz ronca de Kail me hace meter un brinco.

-¿Se puede saber qué coño haces? - dice fríamente.

Me sorprende que me hable así, nunca antes lo había hecho. -Yo sólo buscaba algo para el dolor de cabeza. - digo mirándome los pies. De repente la caja entre mis manos pesa, o tal vez es la culpabilidad de lo que iba a hacer lo que me pesa.

-Pues entre los libros seguro que no lo ibas a encontrar. - su voz sigue siendo dura. Eso hace que el pulso se me acelere. No estoy acostumbrada a que me trate tan brusco, siempre es tan dulce. Sea lo que sea que hay en esta caja no quiere que lo vea. Esto me cabrea, no tiene derecho ha hablarme así. No he hecho nada malo. La rabia bulle en mi y toda la culpa se esfuma de inmediato.

-¿Qué hay en la caja Kail? - mi voz suena controlada.

-No es de tu incumbencia. - se acerca y me la quita de las manos bruscamente.

-¿En serio? - una risa carente de humor me asalta. - ¿Sabes Kail? Ahora veo tu parte de demonio, esa parte donde eres un capullo irracional. No cogí la maldita caja adrede, ¿crees que registro tu maldito departamento mientras duermes? Me importa una grandísima mierda lo que haya ahí dentro. - él solo me mira, se da la vuelta y entra al dormitorio con la caja. Yo lo sigo poco después, necesito coger mis cosas. Quiero golpearlo por ser idiota así de repente. Recojo todo y salgo del cuarto como alma que lleva el diablo.

-¿A dónde vas? - pregunta siguendome hasta la sala.

-Vete a la mierda Kail. - digo antes de cerrar la puerta detrás de mi.

Tengo que caminar dos calles para encontrar una parada de autobús, maldita idiota por no traer mi maldito coche. Estoy tan enfadada. Ni siquiera se ha dignado a seguirme para arreglarlo. Me subo al autobús y intento no pensar en lo capullo que ha sido conmigo. Es la primera vez que peleamos y ha sido por una tontería. El dolor de cabeza ahora es intenso, los nervios solo lo están empeorando.

Desde el momento que bajo en mi parada noto algo extraño. Una presencia. Es muy temprano y no hay nadie en la calle, pero aún así sé que no estoy sola

Me apresuro a recorrer lo que queda de calle cuanto antes, pero un golpe sordo me hace caer al suelo. Alguien me ha atacado... Algo me ha atacado.

Me incorporo justo a tiempo para ver a un hombre delante de mi. Un escalofrío recorre mi espalda al ver sus ojos totalmente negros. "Joder... Un demonio." "No estoy preparada, no estoy preparada..." Recuerdo los entrenamientos intensivos con Eyden, me enseñó a luchar, pero no pensé que tendría que hacerlo tan pronto, tendría que seguir entrenado, no estoy lista...

En ese momento mi mente va a mil y noto el peso del bolso. En el llevo la daga que me dió Eyden hace unos días, me dijo que era una daga demoníaca, no mata a los demonios, pero si les hace mucho daño. Me hizo jurarle que siempre la llevaría encima.

-¿Te vas a quedar en el suelo todo el día? - dice el hombre. Me levanto poco a poco, mientras meto la mano en el bolso. El sonríe. -Vamos, cuanto antes te rindas antes acabará todo.

Se acerca y esta vez no retrocedo como hago siempre que tengo miedo. No voy a huir, esta vez me voy a enfrentar a mi atacante. Él parece darse cuenta y sonríe.

Se abalanza sobre mi y lo esquivo. Vuelve a intentarlo y me golpea en el costado. Yo intento devolverle el golpe, no pienso darme por vencida. Me tira al suelo y se pone sobre mi agarrándome del cuello, aprieta fuerte pero no tanto como para matarme.

Me necesita viva, ese es su punto débil. No puede matarme, me necesitan.

-Mátame. - le escupo con rabia.

-Ganas no me faltan niña, creeme. - me dice el apretando más mi cuello.

El aire empieza a faltarme y sujeto fuerte la daga antes de clavarla en su abdomen. El grita de dolor y me suelta. Me levanto sujetando la daga y lo miro con odio.

-Una daga demoníaca. ¿De donde coño has sacado eso? - dice con sorpresa. Parece que le cuesta hablar mientras se sujeta la barriga.

-Ganas de matarte no me faltan, creeme. - digo repitiendo sus palabras.

-¡Dana! - el grito de Kail me hace querer girarme pero si lo hago el demonio se escapará. El alivio me invade cuando llega junto a mi y me abraza. Eyden llega poco después. Kail y él se miran un segundo y asienten.

-Vamos. Eyden se encargará de él, te llevo a casa. - me dice besándome la frente. - ¿Estás bien? - Yo solo asiento, no dejo de mirar al demonio que ahora sostiene Eyden. Veo la mancha oscura de su ropa. Se lo he hecho yo... Y me siento extrañamente bien. Me he defendido yo sola. Puedo hacerlo, puedo hacerles daño. No los puedo matar, pero ellos a mi tampoco. Es la primera vez que me siento capaz de ganar esta guerra y sé que lo he cogido desprevenido pero eso no disminuye mi emoción.

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