✘Capitulo 42✘

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No puedo abrir los ojos por mucho que lo intento. Un fuerte olor a antiséptico hace que me raspe la garganta y el maldito pitido constante me taladra la cabeza. Cuando estoy consciente lucho por abrir los ojos antes de volver a caer en el sueño una y otra y otra vez.

Alguien tiene mi mano agarrada, noto el calor y es molesto. Todo es molesto. Tengo que abrir los ojos, la sensación de estar en peligro es abrumadora. Los aprieto con fuerza y los abro lentamente, para luego volver a cerrarlos cuando la luz me ciega. Lo intento de nuevo y poco a poco me voy acostumbrando a la claridad.

Miro hacia mi mano y veo a Lia, más bien veo su pelo, está entre la silla y la cama. ¿Estoy en una cama? Observo la habitación, estoy en un hospital. ¿Cómo he llegado aquí? Dios, me duele todo. Respirar duele...

Trago intentando disminuir la aspereza de mi garganta y hago un sonido incoherente. Lo vuelvo a probar y aunque mi voz suena como si me hubiera tragado una caja de clavos, lo logro.

-L-Lia...

Ella mete un brinco, soltando mi mano y abre la boca, sorprendida. Se levanta y camina hasta la puerta sin decir nada, en vez de salir vuelve hasta la cama.

-¡Tengo que avisar a Kail, está...! Ohh, tengo que avisarlo... - sale disparada con la maldita super velocidad a la puerta, y logra marearme. -¡No sabes como me alegro de que estés despierta! - es lo único que logro entender entre todo lo que dice, habla muy rápido y se aleja corriendo por el pasillo.

Una sonrisa por su reacción lucha por asaltarme, pero el dolor tira de mi labio inferior y me detengo. ¿Cómo he logrado salir de ahí? Kail... Él estaba ahí de verdad, no era un espejismo.

Cruza la puerta corriendo, y pienso en las enfermeras y la gente de la planta donde me encuentro. ¿Se habrán dado cuenta que estos chicos corren anormalmente rápido?

Me centro entonces en el chico de ojos grises que me mira con ojeras y cara de alivio. No se ve bien, pero supongo que yo tampoco luzco muy saludable.

-Cielo... - suspira y se acerca besando mi frente. -Pensé que no despertarías, yo...

-Estoy aquí. - me fuerzo a decir.

-Lo siento tanto. Siento no haber estado ahí para ir en tu lugar a por tu padre, siento no haber logrado encontrarte antes y siento lo que te han hecho... Perdóname por no estar cuando me necesitaste...

-Kail, estoy bien. - una lágrima baja por mi mejilla y la seca cuidadosamente. -Mi padre...

-Está bien solo tenía golpes superficiales, hizo lo que le dijiste y no ha dejado de culparse por ello. Tuvimos que borrar sus recuerdos, estaba al borde de la locura.

-¿Que saben? - pregunto refiriéndome a mis padres, necesito saber que decir cuando mi madre me aborde con mil preguntas.

-Qué te asaltaron, la semana que estuviste desaparecida la encubrimos diciendo que estabas con Alis. Llamaron a Daeve para asegurarse de que era cierto y él lo afirmó. - relata todo con gesto cansado. -Pensamos que sería más fácil para ti así.

-Está bien, gracias.

-No, no está bien. Nada lo está. Casi te pierdo.

-Kail, estoy aquí. No me has perdido, ¿vale?

-Por poco.

-Cuéntame lo que pasó, solo recuerdo haber cerrado los ojos, el dolor y los gritos. Luego el frío y finalmente la oscuridad...

-Los amigos de Amelie llegaron poco después de tu desaparición y se pusieron en marcha. Llegamos lo más rápido que pudimos y aunque quería arrancarles la cabeza a todos esos malditos hijos de puta por lo que te habían hecho, necesitaba sacarte de ahí, te estabas desangrando y no te quedaba mucho tiempo... - la rabia se filtra en su voz.- Aproveché que nuestros nuevos amigos estaban aniquilando demonios y te traje aquí tan pronto como pude. Lia y Eyden llegaron hace poco y me dijeron que Amón y unos pocos más escaparon, pero que la mayoría murió.

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