✘Capitulo 30✘

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La claridad interrumpe mi sueño y me obliga a abrir los ojos. Parpadeo un par de veces para acostumbrarme a la luz. Estoy en el sillón, anoche debí quedarme dormida leyendo. Miro el reloj de la pared, son las diez de la mañana, mamá ya se ha ido a trabajar.

Me levanto y me dirijo a la cocina, cojo una manzana y decido que es hora de ducharme.

Llevo dos horas frente al libro que estoy leyendo, el mismo con el que me dormí anoche. Esto de tener tiempo para hacer cosas normales es tan perfecto. Ya casi ni recordaba como era sentarme a leer por horas.

-La mayoría de chicas hacen locuras cuando están solas en casa y tú lees. - una voz detrás de mi me sobresalta.

-¡Eyden! ¡¿Pero se puede saber que coño te pasa en la puta cabeza?! - me llevo una mano al corazón, alterada.

-Mi cabeza está perfecta. - sonríe divertido.

-¿Cómo has entrado?

-Cosas de demonios. - dice radiante.

-Tú y Kail me tenéis con vuestras mierdas de demonios cansada. - le suelto. No lo digo en serio, pero podrían no aparecer de repente, conseguirán que me de un ataque al corazón.

-Te encantan, admitelo. - se sienta a mi lado y me quita el libro. -¿Hacemos algo divertido? - sube y baja las cejas.

-Yo ya lo hacía.

-Venga sueltate el pelo Hunter, la vida puede ser divertida.

-Sí, cuando no intentan capturarte para iniciar el apocalipsis.

-Dramática. - arruga la nariz.

Me levanto ignorandolo y empiezo a buscar mi móvil, no recuerdo donde lo dejé ayer. Tras varios minutos levantando almohadas, mirando debajo de los muebles y lanzando miradas asesinas al chico de mi sillón, lo encuentro.

-¡¡Dana!! Alimentame al menos, llevo más de diez minutos sin comer, no creo poder aguantar más. - lloriquea Eyden.

Me rio y le tiro un cojín. La puerta suena y frunzo el ceño, no espero a nadie. Estoy a punto de abrir cuando Eyden se pone a mi lado en menos de un segundo y me para.

-No hagas eso de la super velocidad. Creo que no me acostumbro y alguien podría verte. - le regaño.

-No abras. - dice y es entonces cuando me doy cuenta del cambio en su postura, en la amenaza en todo su cuerpo, de la tensión que emana de él.

-Eyden ¿qué va mal?

-Sube a tu cuarto y cierra todo. Llamaré a Kail, no salgas hasta que uno de nosotros suba a por ti. Oigas lo que oigas, no bajes y no sueltes tu daga.

-¿Qué? No. Eyden no me voy a encerrar, dime que pasa.

No me contesta y se dirige a la ventana de la sala, lo sigo y me asomo junto a él. Hay un grupo de personas mirando fijamente mi casa. ¿Qué se supone qué está pasando?

-¿Quiénes son?

-Demonios.

El aire escapa de mis pulmones y una náusea sube por mi garganta.

-¿Vienen a...? - trago fuerte. - Vienen por mi.

-Sí.

Él no para de moverse de un lado a otro, coge su móvil y se asoma de nuevo a la ventana. Yo me dejo caer en el sillón y paso las manos por mi pelo.

-Tienes que venir. Kail hay como veinte demonios ahí fuera. No. Por supuesto que no la voy a dejar salir. Bien. - le habla al teléfono.

Entonces soy consciente de que están fuera porque quieren, pueden entrar sin ningún esfuerzo. Me levanto y empiezo a cerrar las puertas y las ventanas con fechillo. Para cuando termino estoy sudando y sé que un pestillo no los puede parar, pero me hace sentir estúpidamente segura.

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