Prólogo

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La chica de cabellos rubios con mechones morados abrió sus ojos de repente, no tenía ni idea de cómo había llegado a aquel lugar, ni de por qué se encontraba allí.

  Ése era un terreno desconocido para la chica de ojos verdes, miró a su alrededor, pero se sorprendió al ver que allí no había nada.

 Escuchó unas voces y observó todo el lugar, tratando de localizar a aquellas personas, pero estaba sola.

  O eso era lo que ella creía.

 Mal llevó su mano a su collar con un dije un tanto particular y se sorprendió al sentir que de éste emanaba una energía oscura que la hacía sentir poderosa, ella se asustó al sentir la magia que era parte de su ser, aquella que no había usado por años.

  La ojiverde empezó a caminar, no sabía a dónde estaba yendo, lo único que quería saber era por qué se sentía así, tan poderosa, como si tuviera el mundo a sus pies.

— ¿Ben? ¿Evie? ¿Jay? ¿Carlos? —Gritó, buscando a las personas más importantes para ella. Miró su mano y notó que ya no llevaba el anillo que su novio le había dado hace ya bastante tiempo. — ¿Dónde mierda estoy? ¿Y mi familia?

«Ya no tienes familia, querida.» escuchó aquella voz que sabía que conocía, pero no recordaba de dónde.

— ¿Mamá? —Susurró, confundida, se sobresaltó cuando levantó la mirada solo para darse cuenta de que frente a ella se encontraba una chica extraña, sosteniendo a una pequeña niña entre sus brazos y cantándole una canción de cuna que Mal conocía muy bien, pues ella solía cantarla en la isla.

«¡No! ¿Acaso ya olvidaste que por tu maldita bondad ella está muerta? La asesinaste y no tuviste la decencia de ir a ver su tumba ni una sola vez.» gritó aquella voz femenina.

— ¿Quién eres? ¿Cómo conoces a mi madre? ¿Qué haces con esta nena? ¿Dónde está mi familia? —Dudó la descendiente de Maléfica, acercándose hacia la única persona que se encontraba en aquel lugar. Esa chiquita de cabello castaño y ojos verdes le recordaba a alguien, pero no sabía a quien.

«¿No sabes lo que dicen por ahí, que la curiosidad mató a las princesitas? ¿O era a las reinas? ¿O a las gatas? Bah, tú eres todo eso. Tu familia, al igual que todos, te odian desde que traicionaste a Auradon.» le dijo aquella voz misteriosa.

— ¿Qué? Yo no he traicionado a nadie...—La chica de cabello rubio negó con la cabeza.

«No te mientas a ti misma, querida. Luego de asesinar a Maléfica, dejaste tu trono, renunciaste a tu corona y te marchaste de esa tierra sin siquiera mirar atrás, jamás volviste a pisar ese reino.»

—Yo no renuncié a mi corona ni dejé el reino, yo soy feliz en mi hogar, tengo todo lo que necesito, mi vida es perfecta. —Replicó Mal.

«Negarlo no va a hacer que las cosas cambien, ya es muy tarde para eso. Puedes ponerle una corona a una villana pero siempre será una villana, y cuando las cosas en tu vida perfecta se arruinen ni se te ocurra volver a la isla, ya no perteneces allí, si lo haces estarás perdida.»

  Un escalofrío recorrió la espalda de la reina de Auradon y sus ojos empezaron a brillar, pero aquel brillo desapareció de repente cuando escuchó la risa de la niña que aquella castaña sostenía entre sus brazos, vio como esa nena estaba acercando su mano al talismán vudú que se encontraba en el cuello de la chica misteriosa, dispuesta a jugar con ese accesorio.

— ¡Alex, no toques eso! —La hija de Stefan alzó la voz, desesperada, ya que tenía un mal presentimiento respecto a la castaña. — ¡No vas a ganar siempre, te encontraré y te destruiré! ¡Y nadie va a impedirlo!

—No puedes encontrar a quien se esconde entre las sombras, estúpida. —La chica sonrió con malicia antes de soltar una carcajada malvada. —Estúpida Mal, ¿no te das cuenta de que no puedes impedirlo? Yo ya gané, querida.

— ¡Este no es tu destino! ¡Te salvaré! —Gritó la rubia, observando los ojos verdes de aquella pequeña beba. — ¡Esto no se ha acabado! —Dijo, observando a la chica misteriosa.

 Mal las conocía, lo sabía, pero ¿de dónde?

—Ella no necesita ser salvada. —La castaña sonrió con malicia, viendo como la pequeña tocaba su talismán vudú, entonces una energía poderosa y mucho más oscura de lo que la rubia podía soportar se hizo presente en aquel ambiente.

  La hermana de Aurora estaba más débil a cada segundo que pasaba, pues no estaba acostumbrada a perderlo todo.

 Los ojos de la reina de Auradon empezaron a brillar intensamente y luego dejaron de hacerlo, se dejó caer en el suelo mientras cerraba sus ojos con fuerza, deseando que aquel dolor infernal que la atravesaba la abandonara de una vez por todas. Lo último que pudo escuchar antes de desmayarse fueron aquellas cuatro palabras que la destrozaron completamente:

«Eres mía ahora, princesita.»

[...]

  Mal despertó sobresaltada, otra vez había soñado con aquella chica extraña.

 Desde su enorme habitación en el palacio real, observó al hombre que dormía a su lado y suspiró aliviada al ver que en su mano ella seguía teniendo el anillo de Ben.

 Se levantó, se colocó una bata para ahora dirigirse hacia otra habitación del castillo, abrió la puerta y observó desde allí como aquella nena dormía en su cuna.

—Voy a salvarte, o moriré en el intento. —Murmuró. 

Revenge & Cribs [P&C #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora