57| Paseos Nocturnos

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SILVER

  Suspiro pesadamente y tapo mi rostro con un almohadón. No sé cuánto tiempo ha pasado y aún no logro conciliar el sueño. El sofá de Sonic siempre me pareció muy cómodo, pero hoy he estado dando más vueltas que un carrousel en busca de una posición en la que pueda dormir. Quito el almohadón de mi cara y vuelvo a colocarlo en mi nuca. Me acurruco con las sábanas hasta el cuello.

  El departamento esta completamente a oscuras, exceptuando las luces de la calle que ingresan por el balcón. Lo único que se oye son los ronquidos de Sonic (quien duerme plácidamente en su habitación), los latidos de mi corazón y el ruido de los autos pasar.

  Tengo sueño, mucho sueño. Por más que intente cerrar los ojos, algo me lo impide: mis pensamientos me atormentan una y otra vez. Por ejemplo, el hecho de que ayer le confesé a Blaze que es (o era, aún no lo descifro) el amor de mi vida, es uno de ellos. De solo recordar ese momento cierro los ojos con más fuerza, esperando que desaparezca por arte de magia.

  Vuelvo a cambiar de posición, esta vez, estoy cara a cara con el respaldo del sofá. ¿Por qué no puedo dormirme de una maldita vez?

  Abro los ojos lentamente. Quizás pueda salir a dar una vuelta para despejarme y lograr pensar en otras cosas, como la montaña de exámenes de la próxima semana, o la excursión al museo de Station Square de mañana. Me siento en el lugar y apoyo mis pies en el suelo. Tomo el buzo aguamarina que está junto a mi y me lo coloco sobre mi torso desnudo. El invierno se esta acercando, pues la temperatura no hizo más que bajar últimamente. Me pongo de pie, me estiro un poco y tomo las llaves que reposan en la mesa del comedor. Ni me preocupo por Sonic, tiene el sueño muy pesado. Salgo del departamento segundos más tarde.

  Es medianoche y las calles lo saben. Los postes de luz iluminan el lugar, no hay nadie caminando y hace mucho frío, justo como supuse. Meto mis manos en los bolsillos de mi buzo y me coloco la capucha de este, buscando entrar en calor. El aliento de mi boca sale de esta en forma de nubes de vapor. En algunas esquinas me encuentro grupos de personas amontonadas; decido mantenerme alejado de ellas por mi propio bien.

  Estoy disfrutando mucho de mi paseo nocturno, tanto que ya he perdido la noción del tiempo y la distancia que he recorrido. También presiento que me he perdido, pero eso el lo de menos, ya que gracias a mis poderes puedo ubicarme con facilidad. Esbozo una pequeña sonrisa de satisfacción. El aire fresco realmente me hace realmente bien.

  De pronto, diviso sobre el tejado de una casa una figura muy sospechosa. Me detengo en seco, algo asustado. Estoy presenciando el inicio de un asalto. ¿Qué debo hacer? Podría llamar a la policía, pero he dejado mi celular en el departamento. Parece que no me queda otra alternativa que atraparlo por mí mismo.

  Me elevo del suelo utilizando mis poderes. Poco a poco me acerco a mi objetivo, permaneciendo a sus espaldas. La figura misteriosa se acerca al final del tejado y observa la ventana de un edificio frente a él, como si estuviera planeando saltar hacia ella. Tengo que detenerlo antes de que logre su cometido.

  La figura toma carrera y esa es mi señal para entrometerme. Corro hacia el ladrón e intento derribarlo; pero él es mucho más rápido que yo. Sin percatarse aún de mi presencia, la figura salta del tejado y yo imito su acción. Impulsándome un poco más con mis poderes, rodeo al ladrón con mis brazos y nos estrellamos contra su objetivo: la ventana del edificio. El vidrio estalla en miles de pedazos y ambos recibimos algún que otro rasguño. Una alarma de seguridad comienza a sonar. Aún abrazándolo, caemos y chocamos contra el suelo, rodando por unos metros más. Me duele todo el cuerpo.

  Dejamos de rodar y caigo de bruces sobre el ladrón. Una sensación de victoria se expande por mi cuerpo, sabiendo que el ladrón no podrá huir ya que esta debajo de mi. Coloco mis manos al costado de su cabeza, para así separarme de él, observar su rostro y luego llevarlo con la policía.

  Al verla, abro los ojos como platos y mi respiración falla. No es para nada lo que esperaba.

  Blaze the Cat cubre mi boca con ambas manos antes de que pueda hablar. Mi corazón da un vuelco gracias al tacto de sus dedos en mis labios y al hecho de que estamos a centímetros de distancia. Estudia mi rostro varias veces, y no puedo evitar sonrojarme al sentir su mirada posada en mi.

  ¿Pero qué cosas estoy diciendo? Me separo bruscamente de ella poniéndome de pie. Con mis manos quito los restos de la ventana rota de mi cuerpo, tratando de no pensar en lo que está ocurriendo. Iniciando con un quejido, la felina imita mis acciones. La persistente alarma continúa sonando; Blaze se percata de ello y corre hacia la ventana, pretendiendo huir. Antes de que salte, la tomo de la muñeca y la detengo.

—¡¿Qué haces?! ¡Tenemos que irnos! —logro oír su queja por encima del pitar de la alarma. Ella intenta soltarse de mi agarre, pero no puede. Aprieto su muñeca con aún más fuerza.

—¡¿Qué rayos intentabas hacer?! —le pregunto, alzando la voz.

—¡Eso no es de tu incumbencia! ¡Si quieres quedarte, hazlo, pero déjame ir!

—¡¿Pretendías robar este lugar?! —inquiero, enfrentándome a la posibilidad de que Blaze se haya convertido en una mente criminal.

—¡¿Qué?! ¡No! —niega indignada por mi acusación.

—¡¿Entonces que diablos haces aquí?!

  No puedo permitir que escape, ya que si lo hace, las consecuencias serían mil veces peor que si la atraparan. Blaze gime del dolor gracias a la fuerza con que la estoy agarrando.

—¡Suéltame, Silver!

—¡Dime, maldita sea! —exijo, tomando su muñeca con ambas manos.

—¡Debemos largarnos! ¡Lo discutiremos afuera si quieres!

—¡Estoy haciendo esto por tu propio bien!

  Blaze logra soltarse de mi agarre justo en el mismo momento en que la alarma deja de sonar y la puerta principal del departamento es derribada. En un abrir y cerrar de ojos, una docena de personas uniformadas nos rodean y nos apuntan con armas. Trago saliva instintivamente, levantando las manos de forma inocente. Ella se detiene en seco y enfrenta la situación. Logro distinguir miedo en su mirada.

—¡Policía de Central City! ¡Están detenidos!

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