75| El Dilema del Zorro

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CREAM

  ¿Habrá alguna mejor noticia que que una profesora se haya ausentado? En cuanto al entorno escolar, no lo creo.

  A eso de las diez de la mañana del día de hoy, martes, me encuentro sentada en una de las mesas del patio exterior de la escuela; disfrutando de la vegetación y naturaleza que los frondosos árboles me ofrecen. El viento chocando con las hojas de estos es música para mis oídos. Pero mi momento de tranquilidad se acaba cuando abro el libro de matemáticas y me dispongo a resolver los ejes cartesianos que se me plantean.

  De pronto, la puerta que comunica la cafetería con el patio se abre y Tails la atraviesa. Estudia el sector con la mirada, como si estuviera buscando algo. Aparto mi mirada de él algo sonrojada; no puede ser que, a pesar de todo lo que me ha hecho, mariposas revoloteen en mi estómago cada vez que lo veo. No tarda mucho en darse cuenta de mi presencia, ya que segundos más tarde toma asiento junto a mí.

—Hola Cream —saluda.

—Oh, hola Tails —respondo, fingiendo algo de sorpresa.

—¿Funciones cuadráticas? —inquiere, señalando los ejes cartesianos y los números de mi libro. Yo asiento como respuesta mientras escribo una fórmula en la hoja de respuestas—. Si necesitas ayuda, no dudes en avisarme. Se me dan bastante bien estas cosas.

—Lo tendré en cuenta, gracias.

El silencio reina entre ambos. Yo continúo resolviendo los cálculos y Tails observa el bosque. Parece que no tiene intención alguna de irse de mi lado, algo que me incomoda en cierta forma.

—No quisiera molestarte, pero ¿qué ocurrió con Cheese? ¿Está en tu casa? —pregunta, buscando entablar una conversación entre nosotros.

Apoyo mi lápiz color mostaza sobre el libro y le dedico al zorro toda mi atención. Cuando mencionan a mi chao logran causar un efecto especial dentro de mi.

Resulta que cuando fuimos a Angel Island, al altar de la Master Emerald, los chaos de Tikal se encontraban allí. Después de más de seis meses volvía reencontrarme con mi querido Cheese, evento que causó en mi mucha felicidad. Yo creo que él también me extrañaba, o eso llegué a interpretar gracias a sus acciones: chillaba de felicidad en todo momento y revoloteaba alrededor de mí durante mi estadía. Cuando llegó el momento de irme de la isla flotante, Cheese y yo no teníamos intención alguna de separarnos. Tikal me sonrío amablemente, me abrazó y me dijo que el chao ya podía volver conmigo.

Como conclusión, ya van siete días de convivencia con Cheese; mucho más tiempo del que compartimos jamás. Así que estoy muy contenta por esto.

—Si, está en casa —contesto—. Ultimamente le gusta ayudar a mamá en la cocina, así que de seguro la está pasando bien.

—Me alegro por él —sonríe—. Es una lástima que no pueda venir a la escuela con nosotros.

—Lo es. Pero probablemente lo mejor es que se quede en casa.

Nuevamente el silencio ocupa su lugar y decido proseguir con mi tarea. Pero cuando me dispongo a tomar mi lápiz, la mano izquierda de Tails se cierra sobre la mía.

—¿Podríamos... hablar? —me pide tímidamente.

—¿Hablar?

—Ya sabes... de aquella vez que metí la pata. Hasta el fondo —relata.

  Mi boca se abre en forma de "o" y no emito sonido esperando a que él lo haga. Tails suelta mi mano y muerde su labio nervioso.

—Yo en verdad lo siento —dice.

—Tails, yo ya te he perdonado —establezco.

—¡Lo sé! —exclama frustrado, cubriéndose el rostro con las manos—. Pero desde ese día, hay algo dentro de mí que no deja de inquietarme cada vez que te veo. Aún me siento culpable por todo el daño que te hice. Es algo que ni yo mismo me logro perdonar. Y me aterra el hecho de que he arruinado nuestra relación para siempre. Es decir: ¿aún seguimos siendo amigos, siquiera?

  Me quedo perpleja ante sus palabras; sin saber cómo responder. ¿Acaso nuestra relación a cambiado? ¿Acaso nosotros hemos cambiado? Analizo en mi mente cada momento en el que convivimos por lo menos más de cinco minutos desde aquella vez que me rompió el corazón. Veamos... Ninguno. No hemos entablado una conversación fluida y que perdure más de tres oraciones desde hace seis meses. Esto es... increíble.

—¿Y qué si solo hablamos porque somos parte del Sonic Team? —prosigue, ahora mirándome a los ojos—. Quiero decir; si fuera por ti ni me hablarías. Simplemente me odiarías en silencio y nunca intercambiaríamos palabras. ¿Nuestra relación perdura sólo porque pertenecemos al mismo grupo?

—No, tontito —niego, cerrando los ojos por unos instantes—. Realmente te he perdonado, y hoy aún decido que seas parte de mi vida y de mis amistades. No me gustaría echar por la borda más de cinco años de amistad solo porque tú seguiste a tu corazón, Tails.

—Ese es el problema —dice tan bajo que apenas alcanzo a oírlo.

—¿Cuál?

—Yo no seguí a mi corazón, Cream.

  Mi corazón inevitablemente da un vuelco y me regaño a mi misma por ello. Sus pupilas aún perforan las mías, y siento que cada vez se acercan un milímetro más, aumentando a la vez el ritmo de mis latidos y la temperatura en mis mejillas.

—Si yo lo hubiera hecho, es decir, seguir a mi corazón, no estaríamos aquí; sentados en una mesa mientras yo hablo sobre cómo me siento —habla—. Pero tú ya sabes como soy, ¿verdad?

  Lo sé a la perfección: un zorro adolescente cuyo ingenio es superior al de casi todo el mundo y que no confía en sus instintos, sino en su intelecto. Seguir a su cerebro o seguir a su corazón; ese es uno de los pocos dilemas que Miles Prower aún no logra resolver. Y gracias a que lo sé, logro interpretar lo que está diciendo.

—Utilicemos un ejemplo —propone, a centímetros de mi rostro—. En este mismo instante mi órgano vital desea con ansias besarte —confiesa, y mi corazón se descontrola un poquito más—. Pero la razón me dice que no debería hacerlo, que aún debo encontrar a Cosmo —se aparta un poco menos de un milímetro de mí.

  Mi vista se dirige a su boca involuntariamente, y luego a sus ojos. Él hace algo similar, a diferencia que se toma su tiempo en verme mis labios. No puedo explicar cómo me siento: una parte de mi quiere salir corriendo mientras que la otra desea lanzarse sobre él. Me sudan las palmas, siento que el calor migra hacia mis largas orejas, y mi labio inferior tiembla de forma leve.

—¿Tú que dices? —interroga, con su vista fija en la mía, mientras que su cálido aliento choca con mi rostro.

  Malditos sentimientos, ¿existe forma alguna de suprimirlos o eliminarlos?

—¿A quién crees que debo seguir, Cream?

  Las palabras se atoran en mi garganta. No sé que responderle. Su simple presencia logra colocarme los pelos de punta, así que traten de visualizar cómo me siento en estos momentos.

  Él parece tomar la decisión antes que yo, pero es interrumpido por el sonido del timbre que indica el receso. Antes de que reaccione, me aparto de él y tomo mis cosas precipitadamente.

—D-debo ir a guardar m-mis cosas —balbuceo, poniéndome de pie. Me observa con una expresión indescifrable; algo así como decepcionado y aliviado a la vez—. N-nos vemos luego, Tails.

  Acto seguido, me adentro a la escuela, huyendo del zorro y su amenazante dilema.

Escuela ChaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora