Epílogo.

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—¿Por qué nadie me dice algo?—estalló Christopher con una mezcla de molestia y preocupación.

—Tranquilízate, Christopher—murmuró Renato con la mirada perdida en el suelo del hospital.

—¿Cómo quieres que me tranquilice? Mi novia y mi hija están allá adentro y nadie me dice nada—se quejó observando a una enfermera caminando por el pasillo.

La mujer les ofreció una pequeña sonrisa a todos los presentes y se quedó quieta frente a ellos.—¿Christopher Vélez?—inquirió con duda. El ecuatoriano se puso de pie en un salto y se acercó a ella de inmediato.

—Soy yo ¿Qué pasa?—murmuró.

—¿Te consideras un hombre fuerte?—Christopher parpadeò varias veces y asintió lentamente.

—¿Por qué?

—Pues realmente espero que seas muy fuerte porque estás a punto de presenciar el nacimiento de tu hija—el color abandonó su rostro y se giró con una mueca de horror pintada en el rostro.

—¿Qué?

—Regularme los padres hacen esto....—respondió la mujer encogiéndose de hombros.

—¿Qué? Pero es que yo...

—¡No seas cobarde, Christopher!—le espetó Richard cruzándose de brazos. Intercambió una mirada con Renato y luego asintió.

—De acuerdo, vamos....—agregó en dirección a la mujer que lo observaba pacientemente. Avanzó detrás de ella en silencio mientras su corazón comenzaba a acelerarse con anticipación. ¡Iba a ver el nacimiento de su hija! Eso definitivamente nadie se lo había dicho cuando habían asistido a las escuela para padres primerizos en la que los había inscrito Cindy.

—¡Cincuenta dólares a que se desmaya!—anunció un sonriente Erick.

—¡Erick!—lo reprendió Renato.—¡Que la apuesta suba a cien dólares!

—¡Renato!—se quejó Cindy.

—¿Qué? Me lo deben, ni siquiera he cumplido treinta y ya soy abuelo. Que injusticia...

(...)

El cerebro de Christopher estaba en blanco. Danna aferraba su mano con tanta fuerza que sí al final no necesitaba una reconstrucción de huesos iba a ser todo un milagro. El rostro de sufrimiento que tenía en aquel momento iba a quedar totalmente grabado en su cerebro por el resto de su vida. Se le partía el corazón verla sufrir de ese modo y la peor parte era que no podía hacer nada para ayudarla más que susurrarle palabras de amor.

—Respira, mi amor, ya casi....—le decía una y otra vez.

—¡Déjame en paz, Vélez!—le gritó Danna con los dientes apretados cuando otra contracción llegó.

—Respira, vamos, Dan...

—¡Respira tú, maldita sea! ¡Me duele!

—¡Dan!—murmuró Christopher con una pequeña sonrisa besando su frente.

—¡Te odio! ¿Por qué los papás no pueden tomar el lugar de las madres a la hora del parto? ¡Los odio!—soltó un grito.—¡Que injusto!

La habitación se llenó con el llanto de un bebé recién nacido. Danna respiró profundamente y esbozó una pequeña sonrisa antes de que todo su mundo se volviera oscuro.

—¡Danna!

(...)

—¡Mi amor!—la saludó el chico en voz baja apenas abrió los ojos de manera lenta—No sé te ocurra volver a desmayarte después de tener a nuestro segundo hijo ¿me escuchaste? Me diste el susto de mi vida, pensé que te habías muerto—se quejó. Danna llevó su mirada por todas y cada una de las paredes de la habitación para encontrarlas repletas de articulos y regalos para bebé.

HEY DANNA (LCDLP#2) |CNCO|TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora