Un don puede ser una bendición tanto como una maldición...
Premoniciones, empatía psíquica, hablar y sentir personas que ya fallecieron, ¿es todo esto posible?... un grupo de jóvenes viven una etapa complicada al llevar consigo grandes dones incontr...
Al regresar a casa el padre de Stella estaba en la sala, preocupado, habían pasado dos horas demás de la que habían acordado, estresado caminada en círculos hasta que se había sentado en el sofá, las llamadas no caían y cuando iba a intentar otra vio a su hija entrar por la puerta y se levantó inmediatamente.
—Me tenías preocupado, ¿por qué tardaste tanto? —estaba a punto del colapso, e iba a reprenderla hasta que miró a Williams detrás de ella. Se quedó callado y Williams lo saludó con su mano.
—Lo lamento mucho, me topé con Stella y salimos a hablar un rato, no había cobertura —dijo Williams para tratar de calmar la situación.
—Ah, no, no hay problema, es solo que como no avisaron, ¿pasarás? —dijo cambiando a una personalidad alegre y Stella se sorprendió de esto.
—Me encantaría pero tengo asuntos familiares que debo atender.
—Bueno, ya será después, entonces los dejo despedirse, yo iré a ver la repetición del partido. —Sonrió y dio un ademán.
—Nos vemos luego ¿si? —dijo Williams una vez que estaban solos, le acarició el rostro y se acercó a darle un beso en la frente.
—Está bien, gracias por traerme —dijo Stella y él que seguía extraño solo dio una sonrisa hasta retirarse.
Cerrando la puerta detrás de si ambos soltaron un respiro pesado y cargado de arrepentimiento y anhelo, un deseo latente que no se desaparecería hasta que se cumpliera su realización. Una tristeza instaladas en su más profundo afán.
Williams manejaba a casa pensativo, pensando que cuantas cosas cambian en tan solo días, como pueden pasar tantas visitudes a la vez y cómo no saber qué nos deparará.
Melanie había llegado a casa de los Thorne, había tomado la decisión de hacerse frente a sus problemas, encarar sus dudas y enfrentar la verdad. Fue como si un impulso la poseyera, y la arrastro hasta esa casa.
Con la dirección que le había dado su amiga se puso en marcha, y al llegar estacionó el vehículo unos puestos atrás, se detuvo sosteniendo el volante con ambas manos, tomando un respiro y pensando en qué pasaría al bajarse, nunca sabía en qué estado podía encontrarse Eiden, era impredecible, quizá se molestaría por invadir su privacidad, aunque estaba apunto de arrepentirse ya había llegado, y quería tomar riendas en el asunto.
Al bajarse del auto miró a alguien caminando a su lado, tenía un bulbo de vidrio con una vela dentro, le pareció extraño, hasta que al caminar unos cuantos pasos en dirección a la casa miró a unas personas reunidas afuera de esta, todas de la misma manera con pequeñas velas en sus manos, sin saber que pasaba miró que estaban al rededor de la casa de Eiden, habían unas treinta personas, mayores, jóvenes, niños, todos vestían de negro, y habían muchas flores a los alrededores, cartas pegadas en la cerca y fotografías en ella.
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